Vigilia pascual del ciclo C.
La Resurrección de Jesús de entre los muertos, es el centro de la vida
cristiana.
Ejercicio de lectio divina de LC. 24, 1-12.
1. Oración inicial.
Iniciemos nuestro encuentro de oración en el Nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
R. Amén.
No sabemos cuál fue la hora en que Jesús resucitó de entre los muertos. San
Lucas nos dice en el Evangelio de hoy que las mujeres que fueron a ungir al Señor
en la mañana del Domingo de Pascua, se encontraron con que había sido quitada la
piedra con que fue sellada la sepultura del Mesías, y con dos ángeles que les
dijeron, que el Hijo de dios y María, había resucitado de entre los muertos, según lo
había predicho. La celebración de la Vigilia pascual se remonta a los años de la
Iglesia primitiva. Aunque los primeros cristianos desconocían la hora en que Jesús
resucitó, pasaban la noche anterior al Domingo de Pascua meditando la historia de
Israel, -tal como lo hacemos en la actualidad-, aguardando la llegada del alba, para
celebrar el hecho de que Jesús, -Nuestro Redentor-, es el vencedor de la muerte, y
del mal. Cuando celebremos la Vigilia pascual y recordemos la historia de Israel,
pensemos cómo Dios se ha manifestado en nuestra vida, y oremos al mismo
tiempo, para renovar, llenos de ilusión, nuestros compromisos bautismales, para
llegar a ser buenos cristianos, conformes al cumplimiento, de la voluntad divina.
Oremos durante la noche del Sábado Santo al Domingo de Pascua, mientras
esperamos que Jesús resucite de entre los muertos. Imitemos a las mujeres que
fueron a ungir el Cuerpo de Nuestro Salvador, y celebremos el acontecimiento más
importante de nuestra historia, cuando amanezca. Cuando conocemos al Señor, la
oración es fundamental para nosotros, si queremos mantenernos firmes,
profesando la fe que nos caracteriza.
Orar es querer entregarle al Señor lo mejor de nuestra vida, tanto en nuestros
ratos de oración, como en las oportunidades que tenemos, de aplicar nuestro
conocimiento de la Palabra de Dios, a las circunstancias que vivimos.
Orar es creer que Jesús es el vencedor de la muerte y del mal.
Orar es creer que, según nos superamos a nosotros mismos, empezamos a ser
copartícipes del triunfo de Jesús, aunque aún nos queda un largo camino que
recorrer, para concluir nuestro perfeccionamiento.
Orar no se reduce a pensar que Jesús es un recuerdo. Orar es experimentar la
presencia de Jesús Resucitado en nuestra vida, según nos percatamos de que
nuestra fe es más firme.
Orar es anunciar con nuestras palabras y obras que Jesús está más vivo que
nunca, aunque difícilmente nos crean la mayoría de nuestros oyentes y/o lectores.
Orar es no acostumbrarnos al hecho de que Dios nos ama, sino no dejar de
asombrarnos por ello, tal como le sucedió a Pedro, cuando empezó a creer, que
Jesús había resucitado, para no volver a morir.
Oremos:
ORACIÓN PARA PEDIR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
¡Oh Espíritu Santo!, humildemente te suplico que enriquezcas mi alma con la
abundancia de tus dones.
Haz que yo sepa, con el Don de la Sabiduría, apreciar en tal grado las cosas
divinas, que con gozo y facilidad sepa frecuentemente prescindir de las terrenas.
Que acierte con el Don de Entendimiento, a ver con fe viva la trascendencia y
belleza de la verdad cristiana.
Que, con el Don de Consejo, ponga los medios más conducentes para santificarme,
perseverar y salvarme.
Que el Don de Fortaleza me haga vencer todos los obstáculos en la confesión de la
fe y en el camino de salvación.
Que sepa con el Don de Ciencia, discernir claramente entre el bien y el mal, entre
lo falso y lo verdadero, descubriendo los engaños del demonio, del mundo
y del pecado.
Que, con el Don de Piedad, os ame como a Padre, os sirva con fervorosa devoción y
sea misericordioso con el prójimo.
Finalmente, que con el Don de Temor de Dios, tenga el mayor respeto y veneración
a los mandamientos divinos, cuidando con creciente delicadez de no quebrantarlos
lo más mínimo.
Llenadme sobre todo, de vuestro santo amor. Que ese amor sea el móvil de toda mi
vida espiritual. Que lleno de unción, sepa enseñar y hacer entender, al
menos con mi ejemplo, la sublimidad de vuestra doctrina, la bondad de vuestros
preceptos, la dulzura de vuestra caridad. Amén.
(Desconozco el autor).
2. Leemos atentamente LC. 24, 1-12, intentando abarcar el mensaje que San
Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?
U Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 1-12
El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando
los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y,
entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban
desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes.
Ellas, despavoridas, miraban al suelo, y ellos les dijeron:
—«¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado.
Acordaos de lo que os dijo estando todavía en Galilea: "El Hijo del hombre tiene
que ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y al tercer día
resucitar."»
Recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los Once y
a los demás.
María Magdalena, Juana y María, la de Santiago, y sus compañeras contaban esto a
los apóstoles. Ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron.
Pedro se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, vio sólo las vendas por
el suelo. Y se volvió admirándose de lo sucedido".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 24, 1-12.
3-1. Hagamos de nuestra vida una grata ofrenda al Señor.
"El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los
aromas que habían preparado" (LC. 24, 1).
Las mujeres que no pudieron declarar en los juicios a que fue sometido Jesús
porque no eran hombres, se comprometieron a hacer por el Mesías lo que les fue
posible, lo cual consistió en acompañarlo a la colina donde fue crucificado, esperar
la llegada de su fallecimiento, y ungirlo, en la mañana del Domingo, así pues, en la
madrugada del primer día de la semana, fueron al sepulcro de Jesús, para terminar
de ungirlo, llevando perfumes. De este hecho, podemos extraer una importante
enseñanza para nosotros. ¿Qué le vamos a ofrecer al Señor, no solo durante la
cincuentena pascual, sino durante los años que vivamos?
De la misma manera que las mujeres prepararon los aromas que necesitaban
para ungir el cadáver de Jesús, nosotros, durante el tiempo de Cuaresma, nos
hemos preparado, a celebrar la Pascua de Resurrección. ¿Hemos sido formados
durante las semanas que han antecedido a la Semana Santa para empezar a vivir
como fieles hijos de dios? Recordemos que, si nuestra formación espiritual es
insuficiente, nunca es tarde, para quienes quieren crecer en gracia y santidad. Si
las prácticas cuaresmales nos recordaron que debemos resucitar con Jesús a la vida
de la gracia, al seguirlas llevando a cabo en Pascua, nos recuerdan que, tal como
Jesús venció a la muerte, resucitaremos con Él, y nos superaremos a nosotros
mismos, gracias a los dones del Espíritu Santo, que hemos recibido, de la tercera
Persona, de la Santísima Trinidad.
3-2. ¿Dónde buscamos a Jesús? ¿Cómo buscamos a Nuestro Salvador?
"Pero encontraron que la piedra había sido retirada del sepulcro. Entraron, pero
no hallaron el cuerpo del Señor Jesús" (LC. 24, 2-3).
Las mujeres encontraron retirada la piedra del sepulcro de Jesús. Entraron en la
citada cueva, y no hallaron al Señor. ¿Qué sucedió con Jesús?
¿Buscamos a Jesús tal como el Señor quiere que vayamos a su encuentro? Quizás
estudiamos la biblia como si se tratara de una serie de documentos históricos, y
asistimos al culto religioso, pero, en nuestra vida, el hecho de que Jesús ha
resucitado, no produce cambio alguno, que nos incite a ser mejores cristianos.
Jesús se nos da a conocer en la asistencia al culto religioso, en el estudio de la
Biblia, en la aplicación de las enseñanzas divinas a nuestra vida sirviéndolo en
nuestros prójimos los hombres, y en nuestros ratos de oración. Jesús es el Rey de
los cristianos. Jesús es quien conduce a los hijos de su Iglesia a la presencia de
Nuestro Padre común. Busquemos a Jesús entre los que viven, y sintámoslo
actuando en la Iglesia y en el mundo. Si creemos que Jesús está vivo,
experimentaremos las pruebas de su poder, que abundan en el medio en que
vivimos.
3-3. Trabajemos en la viña del Señor.
"No sabían qué pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres
con vestidos resplandecientes" (LC. 24, 4).
Si realmente tenemos fe en Dios, y por ello somos conscientes de que nuestra
vida sería muy diferente si no fuéramos cristianos, sabemos que existe una gran
necesidad de creer en el Dios Uno y Trino, en nuestro mundo. Queremos construir
el imperio de la felicidad sobre el poder, la riqueza, el prestigio, y el abuso de los
placeres, olvidando que el amor que no es fingido no se puede comprar, que la
mayor riqueza es el amor, que nuestro afán de dar a conocer a Dios no ha de
extinguirse aunque haya quienes hablen mal de nosotros, y que no existen mayores
placeres, que el de dar y recibir amor, y la satisfacción de llevar a cabo, las obras
que Dios nos encomienda.
Seamos como los ángeles que aparecen en el Evangelio que estamos
considerando, en un mundo que busca la felicidad a costa de negar valores
esenciales para la humanidad, que se debate entre la falta de amor, el dolor, y la
muerte. Atrevámonos a ser como ángeles que iluminan con su luz a un mundo muy
entenebrecido por el olvido de Dios, y por la búsqueda de la vida, donde solo existe
la muerte.
3-4. Jesús es el vencedor de la muerte. La importancia de la Resurrección del
Señor.
"Asustadas, inclinaron el rostro a tierra, pero les dijeron: "¿Por qué buscáis entre
los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló
cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre sea
entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, pero al tercer día
resucitará"" (LC. 24, 5-7).
Las mujeres inclinaron el rostro a tierra, asustadas por causa de la visión
angélica, e impresionadas, porque no podían creer los anuncios que Jesús les hizo a
sus discípulos, de que iba a resucitar. ¿Creemos que Jesús ha vencido a la muerte?
Si Jesús no hubiera resucitado de entre los muertos, la Iglesia no existiría. Los
Apóstoles del Señor no fundaron la Iglesia para difundir el fracaso de su Maestro,
sino el triunfo del Hijo de dios y de María, pues, desde el punto de vista de la fe que
profesamos, la Pasión y muerte de Jesús, no constituyeron un fracaso, sino, el
principio de la instauración del Reino de dios, entre nosotros.
Si Jesús no hubiera resucitado, nuestro testimonio de fe, carecería de valor.
Jesús no resucitó para ascender al cielo y desampararnos. el triunfo de Jesús no
será completo, hasta que la humanidad no haya triunfado, con Nuestro Salvador.
Esta es la causa por la que el mundo no camina hacia la perdición, sino hacia la
purificación, y la santificación. No nos dejemos arrastrar por el pesimismo al pensar
que hay mucha gente que desconoce nuestra fe, y empecemos a testimoniarla con
obras y palabras, porque somos el medio de que Dios se vale, para evangelizar a la
humanidad. Si Creemos que Jesús es el vencedor de la muerte, nos esforzaremos
para no vivir inspirados por la negatividad, que solo implica, una gran carencia de
fe.
¿Sentimos que somos pecadores indignos de ser salvos? ¿No sabemos cómo
superaremos nuestras dificultades? Dado que Jesús ha resucitado de entre los
muertos, el Señor hará de su Iglesia, una nueva creación. Esforcémonos para
crecer espiritualmente, y dejemos que Dios lleve a cabo su obra salvadora, en la
humanidad, y en nosotros.
Si Jesús es el vencedor de la muerte y del mal, nosotros venceremos también con
Él, a pesar de nuestra imperfección actual. Independientemente de lo grandes que
sean nuestras dificultades, en Cristo siempre encontraremos la esperanza de que el
futuro será mejor que el presente.
Si Jesús no hubiera resucitado, nuestras celebraciones de la Cena del Señor,
carecerían de sentido, pues las mismas no solo son una conmemoración de la
Pasión y muerte del Señor, ya que también nos recuerdan la Resurrección del
Mesías, y nos incitan a esperar que acontezca, la segunda venida al mundo, de
Nuestro Salvador.
3-5. ¿Recordamos las palabras de Jesús?
"Y ellas recordaron sus palabras" (LC. 24, 8).
Jesús les anunció a sus discípulos su Pasión, muerte y Resurrección. Durante el
tiempo de Cuaresma, hemos recordado que Nuestro Salvador sacrificó su vida para
redimirnos. Ello nos aporta una gran lección, porque quizá nos sucede, que nos
estamos olvidando, de la importancia que conllevan, los esfuerzos, y los sacrificios.
Mientras que he conocido jóvenes españoles que no estudian porque creen que ello
no les servirá para encontrar trabajo, también conozco ciegos latinoamericanos y
mujeres africanas que estudian afanosamente, aun sabiendo que la mayoría de los
primeros no podrán trabajar por su carencia de visión, y que la mayoría de las
segundas no conseguirán trabajo en sus países, porque no son hombres. Quizás
nos sucede que hemos perdido la fuerza que necesitamos para cumplir nuestros
más anhelados sueños. Tengamos presente que dios tuvo el sueño de tener una
familia, por la que dejó que su Unigénito fuera sacrificado.
¿Constituye el recuerdo de las palabras de Jesús un remedio para fortalecernos
cuando sentimos que los problemas que tenemos nos abruman?
3-6. Prediquemos el Evangelio afanosamente.
"Regresaron, pues, del sepulcro y anunciaron todas estas cosas a los Once y a
todos los demás. Las que referían estas cosas a los apóstoles eran María
Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas" (LC.
24, 9-10).
Oremos para que nos sintamos atraídos por el Señor de manera que no nos
privemos de testimoniar nuestra fe con palabras y obras. El mundo necesita
seguidores de Jesús capaces de sacrificar tiempo y medios para dar a conocer la
Palabra de Dios. Demos testimonio de lo que el Señor ha hecho en nuestra vida,
pero, si nos es posible, prediquemos el Evangelio trabajando en equipo, tal como lo
hicieron las mujeres a quienes se les anunció que Jesús había resucitado de entre
los muertos, para que, cuando alguno se desanime, los demás hermanos lo
fortalezcan. No desperdiciemos la oportunidad que se nos da de colaborar en la
realización de la obra de Dios.
3-7. ¿Qué pensamos de la Resurrección de Jesús?
Aunque muchos de mis lectores siempre han sido cristianos, otros hemos pasado
por el siguiente proceso, antes de llegar a creer, que el Señor venció a la muerte.
1. Muchos cristianos hemos pensado que la Resurrección de Jesús es el feliz final
de un cuento maravilloso imposible de creer, por carecer de evidencia científica.
2. Posteriormente, hemos analizado los hechos relacionados con la Resurrección
de Jesús, leyendo MC. 16, MT. 28, LC. 24, JN. 20-21, y 1 COR. 15, sin llegar a creer
la citada realidad.
3. empezamos a aceptar que Jesús resucitó de entre los muertos, cuando
tuvimos un encuentro con Él, ora haciendo unos ejercicios espirituales, ora a través
de la vivencia de alguna circunstancia, en la que vislumbramos la mano de dios.
4. Una vez que nos entregamos plenamente al Señor y le servimos en nuestros
prójimos los hombres, creemos que el Hijo de Dios y María resucitó de entre los
muertos, y, por más que se nos rebata, nuestra fe será firme, y daremos la vida, si
nos es necesario, con tal de mantenerla.
3-8. Pedro creyó que Jesús resucitó de entre los muertos.
"Pero a ellos todas aquellas palabras les parecían desatinos y no les creían. Con
todo, Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero sólo vio los lienzos y se
volvió a su casa, asombrado por lo sucedido" (LC. 24, 11-12).
Asombrémonos tal como lo hizo Pedro, porque Jesús venció a la muerte, y porque
no considerará que su triunfo fue completo, hasta que nos convirtamos a Él, y
superemos nuestra debilidad. Celebremos el triunfo de Dios, y empecemos a
celebrar el triunfo de sus hijos los hombres, redoblando el esfuerzo que hacemos,
para ser purificados, y santificados. Recordemos siempre que nuestra vida es una
cuaresma en la que nos perfeccionamos matando todo lo que hay de imperfecto en
nuestro interior, para disponernos a celebrar la Pascua sin fin, en el Reino de Dios.
Es tanta la seguridad que tenemos de que caminamos hacia la Pascua sin ocaso,
que la empezamos a vivir, cuando experimentamos a Dios en nuestra vida, y lo
servimos, beneficiando, desinteresadamente, a sus hijos los hombres.
3-9. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-10. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto
evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el
fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en LC. 24, 1-12 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
En ciertas ocasiones no colaboramos con quienes hacen obras de caridad porque
pensamos que nuestras aportaciones son insignificantes. ¿Serían tales ayudas
insignificantes, si colaboráramos todos, o si los que queremos colaborar, no
pensáramos que nuestros medios y tiempo no son tan insuficientes como creemos?
¿Qué le vamos a ofrecer al Señor, no solo durante la cincuentena pascual, sino
durante los años que vivamos?
¿Hemos sido formados durante las semanas que han antecedido a la Semana
Santa para empezar a vivir como fieles hijos de dios?
¿Por qué debemos seguir llevando a cabo las prácticas cuaresmales durante el
tiempo de Pascua?
3-2.
¿Dónde buscamos a Jesús?
¿Cómo buscamos a Jesús?
¿Buscamos a Jesús tal como el Señor quiere que vayamos a su encuentro?
¿Podremos lograr tener fe si examinamos la biblia buscando en la misma
evidencias científicas del mensaje que contiene?
¿Qué hace Jesús para dársenos a conocer?
¿Qué pruebas de que Jesús resucitó encontramos en la Iglesia y en el ambiente
en que vivimos?
3-3.
¿Por qué sabemos que nuestros prójimos los hombres tienen necesidad de Dios,
si muchos de ellos no reconocen esta realidad?
¿Sobre qué fundamentos queremos edificar el imperio de la felicidad viviendo al
margen de dios?
¿Nos atrevemos a iluminar el mundo con la luz que Cristo nos irradia?
3-4.
¿Por qué inclinaron las mujeres sus rostros ante los dos ángeles?
¿Creemos que Jesús ha vencido a la muerte?
¿Qué relación hay entre la existencia de la Iglesia y la Resurrección de Jesús?
¿En qué sentidos fueron un fracaso y un triunfo la Pasión y muerte de Jesús?
¿Por qué carecería de valor nuestro testimonio de fe si Cristo no hubiera
resucitado?
¿Por qué camina el mundo hacia su purificación y santificación, y no está
condenado a la perdición?
¿Por qué carecerían de sentido las celebraciones de la Cena del Señor si Jesús no
hubiera resucitado de entre los muertos?
3-5.
¿Por qué son indispensables los esfuerzos y sacrificios para todos los que quieren
superarse a sí mismos?
¿Constituye el recuerdo de las palabras de Jesús un remedio para fortalecernos
cuando sentimos que los problemas que tenemos nos abruman?
3-6.
¿Por qué necesitamos predicar el Evangelio y hacer obras de caridad junto a
nuestros hermanos de fe?
3-7.
¿Qué pensamientos podemos tener antes de empezar a creer que Jesús venció a
la muerte?
¿Por qué no podemos empezar a creer que Jesús resucitó de entre los muertos
hasta que nos encontramos con Él?
¿Por qué no podemos creer en la Resurrección del Señor firmemente hasta que
nos comprometemos a vivir imitando la conducta que observó Nuestro Salvador
cuando vivió en Israel?
¿Por qué nos conviene meditar la Resurrección de Jesús con gran asombro y
admiración?
¿En qué se parece nuestra vida al tiempo de Cuaresma?
¿Cómo llegamos a experimentar que vivimos en el Reino de dios?
5. Lectura relacionada.
La lectura de los capítulos 12-15 del Éxodo, nos ayudará a recordar, cómo Dios
se ha manifestado, en nuestra vida.
6. Contemplación.
Contemplemos a las mujeres que fueron al sepulcro de Jesús a terminar de
ungirlo. Visualicémoslas desesperanzadas, y veamos en ellas a quienes sufren por
causa de su pobreza, enfermedades y aislamiento social.
Visualicémonos acompañando a dichas mujeres, porque decimos que creemos en
el Señor, y nos cuesta creer en la Resurrección del Mesías. Tenemos una fe muy
débil, y no nos esforzamos para hacer que sea trascendental en nuestra vida.
Contemplemos a los ángeles portadores del glorioso mensaje de la Resurrección
de Nuestro Salvador. El mundo necesita cristianos que tengan una fe firme para
que no se cansen de predicar que no hemos nacido únicamente para sufrir, ni para
morir anhelando alcanzar poder, riquezas y prestigio.
Contemplemos a las mujeres anunciándoles a los discípulos que el Señor venció a
la muerte, sin ser creídas por los tales.
Contemplemos la gran labor que realizan los religiosos y laicos que predican la
Resurrección de Jesús con sus palabras y obras, a pesar de que nos es difícil creer
el mensaje que ha llegado a convertirse en el centro de su vida.
Contemplemos a Pedro asombrado pensando en la Resurrección del Señor, y
oremos para que nuestra fe sea como la del citado Apóstol de Jesús, quien, a pesar
de que negó al Mesías, supo arrepentirse de su pecado, y abrazar la vida de la
gracia, para morir profesando su fe, con tal de demostrarse a sí mismo, que era
digno de vivir, en la presencia, de Nuestro Padre común.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 24, 1-12.
Comprometámonos a realizar algún gesto público que sea demostrativo de la fe
que profesamos.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús, Gracias por haber abrazado mi condición de pecador marcado por el
dolor, para hacer de mí un cristiano resucitado, y purificado de toda mácula, para
que podamos vivir juntos, en la presencia, de Nuestro Padre común.
9. Oración final.
Lee el Salmo 118.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com