Semana Santa
Martes
Jesús sufre traición y penas de todo tipo, pero sabe que es necesario pasar
por ahí, para salvarnos
En aquel tiempo, estando Jesús sentado a la mesa con sus
discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad
os digo que uno de vosotros me entregará». Los discípulos se
miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus
discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús.
Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está
hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice:
«Señor, ¿quién es?». Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el
bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, lo toma y se lo da
a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y entonces, tras el bocado, entró
en él Satanás. Jesús le dice: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto».
Pero ninguno de los comensales entendió por qué se lo decía. Como
Judas tenía la bolsa, algunos pensaban que Jesús quería decirle:
«Compra lo que nos hace falta para la fiesta», o que diera algo a los
pobres. En cuanto tomó Judas el bocado, salió. Era de noche.
Cuando salió, dice Jesús: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del
hombre y Dios ha sido glorificado en Él. Si Dios ha sido glorificado
en Él, Dios también le glorificará en sí mismo y le glorificará pronto.
Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me
buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy,
vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros». Simón
Pedro le dice: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde
yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde». Pedro
le dice: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti».
Le responde Jesús: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en
verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado
tres veces»” (Jn 13,21-33.36-38).
1. En el Evangelio , estando Jesús sentado a la mesa con sus
discípulos, se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad
os digo que uno de vosotros me entregará»”. Imagino que sufres,
Señor, por inminencia de la traición de los tuyos. “Los discípulos se
miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus
discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús.
Simón Pedro le hace una seña y le dice: «Pregúntale de quién está
hablando». Él, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dice:
«Señor, ¿quién es?». Le responde Jesús: «Es aquel a quien dé el
bocado que voy a mojar». Y, mojando el bocado, lo toma y se lo da
a Judas, hijo de Simón Iscariote”.
El diablo, como un perro, ronda ladrando para atacarnos… y de hecho
pecamos con frecuencia. En la Colecta pedimos: « Dios Todopoderoso y
eterno, concédenos participar tan vivamente en las celebraciones de
la Pasión del Señor que alcancemos tu perdón », perdón más fuerte
que nuestras flaquezas: « Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo
entregó a la muerte por nosotros » (Rom 8,32, diremos antes de la
comunión). Y en la Postcomunión volvemos a pedir: « Señor, Tú que nos
has alimentado con el cuerpo y la sangre de tu Hijo, concédenos que
este mismo sacramento, que sostiene nuestra vida temporal, nos
lleve a participar de la vida eterna ». A esto viene Jesús estos días, como
recuerda San Andrés de Creta hablando de Cristo como luz: «La
Encarnación de Cristo es como el sol que penetra e ilumina las almas, las
cuales ya no permanecen a oscuras por causa de las tempestades de este
mundo, que las envanecen y aturden, o por efecto de la abundancia de las
riquezas y de las dotes y cualidades que las ofuscan y pervierten. La
gloriosa Luz de Cristo es Luz que de verdad ilumina. Y es un misterio que
junto a Cristo, que es la verdad, “Luz de las naciones”, pueda haber gente
con oscuridad…
“Y entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Jesús le dice:
«Lo que vas a hacer, hazlo pronto». Pero ninguno de los
comensales entendió por qué se lo decía. Como Judas tenía la bolsa,
algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que nos
hace falta para la fiesta», o que diera algo a los pobres. En cuanto
tomó Judas el bocado, salió. Era de noche ”. Es el momento dramático
que tendrá el momento máximo el Viernes Santo, y que empieza hoy.
Siempre es de noche cuando uno se aleja del que es «Luz de Luz, Dios
verdadero de Dios verdadero». El pecador es el que vuelve la espalda al
Señor para ser egoísta. San Agustín describe el pecado como «un amor a sí
mismo hasta el desprecio de Dios». Una traición, un no querer depender de
Dios, “no tener necesidad del amor eterno, sino que deseamos dominar
nuestra vida por nosotros mismos» (Benedicto XVI). Se puede entender que
Jesús, aquella noche, se haya sentido « turbado en su interior » (Juan
13,21). “Afortunadamente, el pecado no es la última palabra. Ésta es la
misericordia de Dios. Pero ella supone un “cambio” por nuestra parte. Una
inversión de la situación que consiste en despegarse de las criaturas para
vincularse a Dios y reencontrar así la auténtica libertad. Sin embargo, no
esperemos a estar asqueados de las falsas libertades que hemos tomado,
para cambiar a Dios”. Según denunci￳ Bourdaloue, «querríamos
convertirnos cuando estuviésemos cansados del mundo o, mejor dicho,
cuando el mundo se hubiera cansado de nosotros». Seamos más listos.
Decidámonos ahora. La Semana Santa es la mejor ocasión. En la Cruz,
Cristo abre sus brazos a todos. Nadie está excluido. Todo ladrón arrepentido
tiene su lugar en el paraíso. Eso sí, a condición de cambiar de vida y de
reparar, como el del Evangelio: « Nosotros, en verdad, recibimos lo
debido por lo que hemos hecho; pero éste no hizo mal alguno » (Lc
23,41, Jean Gottigny).
Jesús, me gusta verte glorificado, cuando contemplo la traición de
hoy, que por treinta monedas de plata, “el excremento del diablo” —como
califica Papini al dinero— deslumbrado por no sé qué cosas te traicionó.
Había una niña que veía la Pasión, en una representación teatral, y al ver la
desesperaci￳n de Judas se le oy￳ decir a la pobre: “ᄀmamá, ﾿por qué no va
a la Virgen?” Y es verdad, podía haber ido a buscar el consuelo, el perd￳n…
Jesús, con Juan recostado en su pecho… Sí, Tú, Se￱or, has aceptado
estos gestos sencillos. No te has avergonzado de haber necesitado este
afecto... de poder hablar con verdaderos amigos... Pedro le dice que
pregunte al Maestro…: Pedro toma la iniciativa - prioridad oficial-, pero es
Juan el que hace el encargo delicado. Cada uno tiene su sitio particular.
Todos no pueden hacer todo. Ayúdame, Señor, a cumplir bien mi cometido,
y en mi sitio. Durante estos días santos, quisiera, a mi manera, vivir
contigo, Señor. Ofrecerte mi amistad. Procuraré pensar mucho más en Ti en
el curso de estos días venideros… Tu soledad ᄀoh Jesús! es total. Has ido
hasta el límite de la condición humana. El hombre que más solo se
encuentre a la hora de la muerte, puede reconocerse en Ti (Noel Quesson).
Hoy nos da pena que el Evangelio de la Misa termine con el anuncio
de que los Apóstoles dejarían solo a Cristo durante la Pasión. A Simón Pedro
que, lleno de presunción, afirmaba: yo daré mi vida por ti , el Señor
respondió: ¿conque tú darás mi vida por mí? Yo te aseguro que no
cantará el gallo, antes de que me hayas negado tres veces .
2. Isaías nos cuenta su vocación, como Dios desde siempre nos ha
pensado y amado: “ El Señor me llamó desde el seno materno, desde
el vientre de mi madre pronunci￳ mi nombre… el que me formó
desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que
Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del
Se￱or y mi Dios ha sido mi fortaleza. Él dice: …yo te destino a ser la
luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines
de la tierra ". Gratuidad total de la llamada y del amor de Dios. ¡Dios es el
primero en amar! « En esto consiste su amor: no hemos amado
nosotros a Dios, es Él quien nos ha amado » (Juan 4,7).
Será como una espada, porque tendrá una palabra eficaz (« mi boca,
una espada afilada »), y será como una flecha que el arquero guarda en
su aljaba para lanzarla en el momento oportuno. En este segundo canto
aparece ya la oposición, el Siervo no tendrá éxitos fáciles y más bien sufrirá
momentos de desánimo: « yo pensaba: en vano me he cansado, en
viento y en nada he gastado mis fuerzas ». Le salvará la confianza en
Dios: « mi salario lo tenía mi Dios ». La queja del Siervo («en vano me he
cansado») se repite en sus labios: «¿no habéis podido velar una hora
conmigo?... Padre, ¿por qué me has abandonado?». En verdad «era de
noche». A pesar de que Él es la Luz. Nuestra atención se centra estos días
en este Jesús traicionado, pero fiel. Abandonado por todos, pero que no
pierde su confianza en el Padre: «ahora es glorificado el Hijo del Hombre...
pronto lo glorificará Dios». A la vez que admiramos su camino fiel hacia la
cruz, podemos reflexionar sobre el nuestro: ¿no tendríamos que ser cada
uno de nosotros, seguidores del Siervo con mayúsculas, unos siervos con
minúsculas que colaboran con Él en la evangelización e iluminación de
nuestra sociedad?, ¿somos fieles como Él? Tal vez tenemos momentos de
crisis, en que sentimos la fatiga del camino y podemos llegar a dudar de si
vale o no la pena seguir con la misión y el testimonio que estamos llamados
a dar en este mundo. Muchas veces estas crisis se deben a que queremos
éxitos a corto plazo, y hemos aceptado la misión sin asumir del todo lo de
«cargar con la cruz y seguir al maestro». Cuando esto sucede, ¿resolvemos
nuestros momentos malos con la oración y la confianza en Dios?
3. Confianza que subraya muy bien el salmo: « a ti, Señor, me
acojo, no quede yo derrotado para siempre... sé tú mi roca de
refugio... porque tú fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor,
desde mi juventud ». Jesús es el verdadero Siervo, luz para las naciones,
el que con su muerte va a reunir a los dispersos, el que va a restaurar y
salvar a todos: “ Inclina a mí tu oído, y sálvame. // Se tú mi roca de
refugio, / el alcázar donde me salve, / porque mi peña y mi alcázar
eres tú. / Dios mío, líbrame de la mano perversa (…) / porque tú,
Dios mío, / fuiste mi esperanza y mi confianza, / Señor, desde mi
juventud. // En el vientre materno ya me apoyaba en ti, / en el
seno tú me sostenías, / siempre he confiado en ti (…) / Llena
estaba mi boca de tu alabanza / y de tu gloria, todo el día. // (…)
Dios mío, me instruiste desde mi juventud, / y hasta hoy relato tus
maravillas ”.
Llucià Pou Sabaté