Encuentros con la Palabra
Domingo de Pascua – Ciclo C (Lucas 24, 1-12)
¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo?
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
La revista de Teología Pastoral Sal Terrae , publicó, en noviembre de 2002, un artículo de
un famoso jesuita español con un título muy sugerente: «Locos de alegría, abandonar a
toda prisa los sepulcros» (Mt 28, 8) . El subtítulo explica algo más lo que José María
Fernández-Martos, S.J. quiso tratar allí: “Trabajándose el optimismo y acogiendo la
alegría verdadera”. Transcribo los dos primeros párrafos de este excelente artículo:
“La alegría no es barata. El optimismo tampoco. Ambos se construyen ladrillo a ladrillo. La
alegría anda asediada por una oleada gigante de malas noticias globales y, lo que es
peor, por una epidemia de pesimismo. La chispa de Coca Cola no vale. Es necesario
trabajarse una recia alegría, un combatiente optimismo que sepa defenderse como se
defienden las trincheras. Recostarse aplatanadamente sobre los muros de una Iglesia de
la que sólo se oyen quejidos, no da para la alegría de la que aquí hablo. (...)”.
“Es verdad que hay mucho sufrimiento, que hasta el lenguaje sabe a pólvora y que el
hambre es azote de media Humanidad; pero también lo es que la hierba sigue creciendo
de noche. A Teresa de Ávila le llegaron nuevas de la catástrofe de la Iglesia con la
irrupción primera del Protestantismo. Nada de gestos de espanto y derrota. ¿Qué hacer?:
«... determiné hacer eso poquito que yo puedo y es en mí, que es seguir los consejos
evangélicos con toda perfección que yo pudiese y procurar que estas otras poquitas que
están aquí hiciesen lo mismo»”.
Después de esta introducción, el autor completa el diagnóstico de nuestra sociedad,
salpicada, como nunca antes, por síntomas depresivos. Pero no se queda allí. Luego va
proponiendo alternativas para trabajase el optimismo, basado en Martín E.P. Seligman, el
más reconocido especialista en educación para el optimismo. Deja de lado los aportes de
los movimientos de la autoestima o el fomento de los sentimientos positivos, que centran
su atención en una especie de «Me gusto, luego existo». Este movimiento terminó siendo
una modalidad refinada de narcisismo barato...
El Evangelio de hoy nos cuenta cómo algunas mujeres regresaron al sepulcro, muy
temprano, el primer día de la semana. Ellas iban a buscar el cuerpo sin vida de su
Maestro, pero lo que encontraron fue una pregunta que les cambió la vida: “¿Por qué
buscan ustedes entre los muertos al que está vivo?” Muchas veces, nosotros, como
aquellas mujeres, en lugar de levantar nuestra mirada hacia lo que nos propone el Dios de
la vida, nos quedamos mirando hacia atrás, hacia nuestros propios sepulcros. Hoy, Dios
vuelve a repetirnos: “No está aquí, sino que ha resucitado. Acuérdense de lo que les dijo
cuando todavía estaban en Galilea: que el Hijo del hombre tenía que ser entregado en
manos de pecadores, que lo crucificarían y que al tercer día resucitaría”.
El artículo citado, termina así: “(...) aquella inmersión que nos vinculaba a su muerte nos
sepultó con él para que empezáramos una vida nueva con una resurrección semejante a
la suya (Cf. Rm 6,4-5). «La boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares [porque] el
Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (Sal 126,2-3)”.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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