Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Lucharon vida y muerte
¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? ¡No está aquí, ha
resucitado! (Lc. 24,5)
Hoy la Iglesia se detiene, atónita una vez más, junto al sepulcro vacío. Igual
que María Magdalena y las otras mujeres, que llegaron para ungir con aromas
el cuerpo del crucificado, igual que los apóstoles Pedro y Juan, que acudieron
por las palabras de las mujeres, la Iglesia se inclina sobre la tumba en la que
fue depositado el Señor después de la crucifixión. Hoy, domingo de
Resurrección, hacemos nuestro el anuncio del mensajero celestial: ¡Ha
resucitado, no está aquí! (Mc 16,6). “Lucharon vida y muerte en singular batalla
y, muerto el que es la Vida, triunfante se levanta” (Secuencia de Pascua)
Sí, la vida y la muerte lucharon y la Vida triunfó para siempre. Todo está
orientado nuevamente a la vida, ¡A la Vida eterna! Las palabras de la
Secuencia Pascual expresan admirablemente el misterio que tiene lugar en la
Pascua de Cristo. Indican la fuerza renovadora que fluye de su Resurrección.
Con las armas del amor, Dios ha vencido el pecado y la muerte.
La resurrección de Cristo es la garantía de nuestra fe. No vamos detrás de una
teoría sino de una persona que cumple en sí todo lo anunciado en la Biblia
sobre el Mesías esperado. Todo el antiguo testamento cobra sentido en Cristo
y la Iglesia adquiere su misión en la resurrección.
Dios hizo un sagrado intercambio: asumió nuestra humanidad para que
pudiéramos recibir su divinidad, es decir, llegar a ser semejantes a Dios. Esto
es lo que se realiza en el Bautismo: nosotros nos revestimos de Cristo, Él nos
permite participar de su gloria.
Cristo ha resucitado victorioso, y ofrece al hombre, una nueva herencia de vida
y de gloria. “﾿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ﾿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón?” (1 Co 15,55) Que el Señor Resucitado haga sentir por todas partes
su fuerza de vida, de paz y de libertad. Las palabras con las que el
Ángel confortó los corazones atemorizados de las mujeres en la mañana de
Pascua, se dirigen también a todos nosotros: “ᄀNo tengáis miedo! No está
aquí. Ha resucitado” (Mt 28,5-6).
Jesús ha resucitado y nos da la paz; Él mismo es la paz. Por eso la Iglesia
repite con firmeza: “Cristo ha resucitado”. Que la humanidad del tercer milenio
no tenga miedo de abrirle el corazón. Su Evangelio sacia plenamente el anhelo
de paz y de felicidad que habita en todo corazón humano. Cristo ahora está
vivo y camina con nosotros. ¡Inmenso misterio de amor! Cristo resucitó, porque
Dios es amor.
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