EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves Santo en la Cena del Señor
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Libro del Exodo 12,1-8.11-14.
Luego el Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto:
Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año.
Digan a toda la comunidad de Israel: El diez de este mes, consíganse cada uno un
animal del ganado menor, uno para cada familia.
Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la
del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en
cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente.
Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o
cabrito.
Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo
inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel.
Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el
dintel de la puerta de las casas donde lo coman.
Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y
verduras amargas.
Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el
bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor.
Esa noche yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus
primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los
dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla,
yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando yo
castigue al país de Egipto.
Este será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en
honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución
perpetua.
Salmo 116(115),12-13.15-16.17-18.
¿Con qué pagaré al Señor
todo el bien que me hizo?
Alzaré la copa de la salvación
e invocaré el nombre del Señor.
¡Qué penosa es para el Señor
la muerte de sus amigos!
Yo, Señor, soy tu servidor,
tu servidor, lo mismo que mi madre:
por eso rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
e invocaré el nombre del Señor.
Cumpliré mis votos al Señor,
en presencia de todo su pueblo .
Carta I de San Pablo a los Corintios 11,23-26.
Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor
Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan,
dio gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan
esto en memoria mía".
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: "Esta copa es la
Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en
memora mía".
Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del
Señor hasta que él vuelva.
Evangelio según San Juan 13,1-15.
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de
este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo,
los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de
Simón, el propósito de entregarlo,
sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido
de Dios y volvía a Dios,
se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a
secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies
a mí?".
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero
después lo comprenderás".
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo
no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y
la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque
está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están
limpios".
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo:
"¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben
lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.
Comentario del Evangelio por:
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la
Iglesia
Oración para obtener la humildad (Obras Completas, Monte Carmelo 1984)
"Este es mi cuerpo, entregado por vosotros" (1Co 11,24)
“Oh Jesús, cuando erais peregrino en la tierra dijisteis: “Aprended de mí, que soy
manso y humilde de coraz￳n, y hallaréis el descanso de vuestras almas.” (Mt
11,29) Si, poderoso Monarca de los cielos, mi alma halla el descanso al ver cómo os
abajáis, vistiendo forma y naturaleza de esclavo, hasta lavar los pies de vuestros
apóstoles. Entonces me acuerdo de estas palabras que pronunciasteis para
ense￱arme a practicar la humildad: “Ejemplo os he dado, para que lo que yo he
hecho lo hagáis también vosotros. No es mayor el discípulo que el Maestro...Si
comprendéis estas cosas, seréis felices practicándolas.” Comprendo, Se￱or, estas
palabras, salidas de vuestro corazón manso y humilde, y con la ayuda de vuestra
gracia quiero practicarlas...
Nadie tenía, Amado mío, este derecho respecto a vos, y sin embargo,
obedecisteis, no solo a la Santísima Virgen y a san José, sino también a vuestros
verdugos. Ahora os veo colmar la medida de vuestros anonadamientos en la Hostia.
¡Con qué humildad, oh divino Rey de la gloria, os sometéis a vuestros sacerdotes,
sin hacer distinción alguna entre los que os aman y los que son, por desgracia, fríos
y tibios en vuestro servicio! ...Estáis siempre pronto a descender del cielo a su
llamada...
Pero conocéis, Señor, mi debilidad; cada mañana tomo la resolución de practicar
la humildad, y por la noche reconozco haber cometido muchas faltas de orgullo. Al
ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también orgullo.
Quiero, por tanto, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en vos. Puesto que todo lo
podéis, dignaos hacer nacer en mi alma la virtud que deseo. Para obtener esta
gracia de vuestra infinita misericordia, os repetiré muchas veces: “Jesús manso y
humilde de coraz￳n, haced mi coraz￳n semejante al vuestro.”
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”