EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 13,1-15.
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de
este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo,
los amó hasta el fin.
Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de
Simón, el propósito de entregarlo,
sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido
de Dios y volvía a Dios,
se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a
secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies
a mí?".
Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero
después lo comprenderás".
"No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo
no te lavo, no podrás compartir mi suerte".
"Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y
la cabeza!".
Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque
está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos".
El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están
limpios".
Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo:
"¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy.
Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben
lavarse los pies unos a otros.
Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.
Comentario del Evangelio por:
Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, doctora de la
Iglesia
Oración para obtener la humildad (Obras Completas, Monte Carmelo 1984)
"Este es mi cuerpo, entregado por vosotros" (1Co 11,24)
“Oh Jesús, cuando erais peregrino en la tierra dijisteis: “Aprended de mí, que soy
manso y humilde de coraz￳n, y hallaréis el descanso de vuestras almas.” (Mt
11,29) Si, poderoso Monarca de los cielos, mi alma halla el descanso al ver cómo os
abajáis, vistiendo forma y naturaleza de esclavo, hasta lavar los pies de vuestros
apóstoles. Entonces me acuerdo de estas palabras que pronunciasteis para
ense￱arme a practicar la humildad: “Ejemplo os he dado, para que lo que yo he
hecho lo hagáis también vosotros. No es mayor el discípulo que el Maestro...Si
comprendéis estas cosas, seréis felices practicándolas.” Comprendo, Se￱or, estas
palabras, salidas de vuestro corazón manso y humilde, y con la ayuda de vuestra
gracia quiero practicarlas...
Nadie tenía, Amado mío, este derecho respecto a vos, y sin embargo,
obedecisteis, no solo a la Santísima Virgen y a san José, sino también a vuestros
verdugos. Ahora os veo colmar la medida de vuestros anonadamientos en la Hostia.
¡Con qué humildad, oh divino Rey de la gloria, os sometéis a vuestros sacerdotes,
sin hacer distinción alguna entre los que os aman y los que son, por desgracia, fríos
y tibios en vuestro servicio! ...Estáis siempre pronto a descender del cielo a su
llamada...
Pero conocéis, Señor, mi debilidad; cada mañana tomo la resolución de practicar
la humildad, y por la noche reconozco haber cometido muchas faltas de orgullo. Al
ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también orgullo.
Quiero, por tanto, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en vos. Puesto que todo lo
podéis, dignaos hacer nacer en mi alma la virtud que deseo. Para obtener esta
gracia de vuestra infinita misericordia, os repetiré muchas veces: “Jesús manso y
humilde de coraz￳n, haced mi coraz￳n semejante al vuestro.”
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”