Comentario al evangelio del Sábado 30 de Marzo del 2013
Hace unos años vi una película me parece que peruana donde la historia giraba en torno a la idea de
que el Sábado Santo era el día en que se podía hacer lo que se quisiera porque como Dios estaba
muerto no había pecado posible.
Hoy es Sábado Santo pero Dios no está muerto. No es más que un tiempo litúrgico entre la
celebración-memoria de la muerte de Jesús en la cruz y la celebración-memoria de su resurrección, de
su Pascua gloriosa. En todo caso, podríamos decir que ese momento de estar Dios muerto fue en el
Sábado Santo primero. Lo nuestro no es un tiempo para hacer lo que no se puede hacer en otros
momentos. Es sobre todo una oportunidad para hacer memoria.
Este día la Iglesia no celebra la Eucaristía. Es el único día del año. Para darnos la oportunidad de
hacer silencio y contemplar a Jesús muerto. En él, en su imagen clavado en la cruz se concentra todo el
dolor inútil del universo. El dolor de los injusticiados, de los marginados, de los pobres, de los
abandonados, de los enfermos... Todo está como reunido en una gavilla y puesto en la cruz. En el
cuerpo muerto de Jesús se recoge todo ese dolor. Y también nuestra pregunta: ¿por qué?
Hay que sentir bien adentro el dolor para que no nos salga una pregunta retórica. Para que no
pasemos inmediatamente a la respuesta. Hoy sigue habiendo demasiado sufrimiento en el mundo. Y no
todo, ni mucho menos, es sufrimiento en orden al crecimiento. No todo es el dolor del parto que
alumbra una nueva vida. Hay mucho dolor y demasiada muerte sin sentido. Hay demasiadas historias
que no terminan bien. La vida, lo sabemos por experiencia, no es como las películas. No siempre tiene
un final feliz.
Hoy es la oportunidad para contemplar el mundo y lo que hemos hecho de él. Lo que el Padre
preparó para sus hijos se ha convertido en un lugar invivible para muchos. Cierto que algo hemos
progresado pero todavía queda mucho hasta que nos lleguemos a sentar todos a la mesa a compartir el
pan de la vida y el vino de la alegría y la esperanza. Hay demasiados excluidos de la mesa común.
Hoy es día para vivir ese dolor propio y ajeno. Y para, desde lo hondo, sentir que la esperanza
renace al llegar al fin del día a la celebración de la resurrección de Jesús. Cuando vemos brotar en la
vigilia pascual la luz en el cirio pascual, sabemos que nuestro compromiso no es en vano. Porque la
fuerza y la vida de Dios están con nosotros. Porque este mundo también resucitará. Y la esperanza nos
llenará el corazón.
Fernando Torres Pérez cmf