I Semana de Pascua.
Lunes de la Octava
El anuncio del ángel, y la alegría de la resurrección, vivida en la
primera Iglesia
“En aquel tiempo, las mujeres partieron al instante del
sepulcro con temor y gran alegría, y corrieron a dar la noticia a los
discípulos. De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo:
Alegraos . Ellas se acercaron, abrazaron sus pies y le adoraron.
Entonces Jesús les dijo: No temáis; id y anunciad a mis hermanos
que vayan a Galilea: allí me verán . Mientras ellas iban, algunos de la
guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los príncipes de los
sacerdotes todo lo sucedido. Reunidos con los ancianos, después de
haberlo acordado, dieron una buena suma de dinero a los soldados
con el encargo de decir: Sus discípulos vinieron de noche y lo
robaron mientras nosotros dormíamos. Si esto llegara a oídos del
procurador nosotros le calmaremos y cuidaremos de vuestra
seguridad. Ellos tomaron el dinero v actuaron según las
instrucciones recibidas. Así se divulgó este rumor entre los judíos
hasta el día de hoy ” (Mateo 28,8-15).
1. En la antífona de Entrada nos preparamos para entrar en ese
paraíso perdido: « El Señor nos ha introducido en una tierra que mana
leche y miel, para que tengáis en los labios la Ley del Señor.
Aleluya ” (Ex 13,5-9). O bien « El Señor ha resucitado de entre los
muertos, como lo había dicho; alegrémonos y regocijémonos todos,
porque reina para siempre. Aleluya ».
Comienzan los 50 días de pascua (de ahí “Pentecostés”), y durante la
primera semana leemos relatos de la resurrección. Las cartas apostólicas
muestran nuestra fe, la resurrección (p.ej. 1 Cor 15,3-8 sería de la década
de los treinta en Palestina, y otros textos son de la liturgia, como los
famosos Fil 2, 5s, Col 3 que leíamos ayer y durante toda la pascua...). Los
relatos de la resurrección son narrativos y se escribieron después con
interés por saber qué pasó. Así vemos los de Emaús, una vez vueltos a
Jerusalén, que fueron saludados por los once con este anuncio: “ El Señor
en verdad ha resucitado y se ha aparecido a Simón ” (Lc 24,34). Sería
este pasaje –cuenta Ratzinger- el más antiguo texto sobre la resurrección
que ha llegado hasta nosotros. Poco a poco, van reuniendo esos textos,
como “ Cristo murió según las Escrituras ”, y “ por nuestros pecados ”,
que relacionan la Alianza y los profetas (como explica Jesús a los de Emaús,
que convenía que él sufriera).
Pedimos en la Colecta la ampliación de esta familia que Jesús ha
formado: « Señor Dios, que por medio del bautismo haces crecer a tu
Iglesia, dándole siempre nuevos hijos; concede a cuantos han
renacido en la fuente bautismal, vivir siempre de acuerdo con la fe
que profesaron ».
La desobediencia de tomar del árbol de la ciencia del bien y del mal,
es ahora obediencia, humildad y amor. Muerte que pone fin a la muerte.
Vamos al texto de hoy:
-“ Al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y
la otra María ”... Son amigas de Jesús. Han vuelto a la tumba de Jesús por
amistad, como entre nosotros, después del sepelio de un ser querido suele
hacerse una visita al cementerio. Son las mismas, precisamente, que en la
tarde del viernes asistieron al amortajamiento (Mateo 27,55-56). No hay
pues error posible sobre esta tumba. Saben ir con el amor… Sólo se ve bien
con el corazón. Sólo el amor introduce en el conocimiento profundo de los
seres con los que vivimos.
-“ Después de haber visto al ángel del Señor, que les había
dicho: "No temáis. Buscáis a Jesús, no está aquí, ha resucitado
como había dicho". Se alejaron rápidamente del sepulcro ... llenas de
temor... ¡Dios está ahí! Hay dos signos claros de esa presencia: "el ángel",
mensajero de Dios, y el "temor", por la presencia de lo divino. Yo también
quisiera dejarme aprehender por esta Presencia.
-“ Y con gran gozo corrieron a comunicarlo a los discípulos ”.
Temor y gozo, a la vez. Primera reacción: correr... ir a llevar la noticia...
Son muchos los que "corren" la mañana de Pascua. Pedro y Juan pronto
también correrán para ir a ver (Juan 20,4) ¿Tengo yo ese gozo? ¿Anuncio la
"gozosa nueva" de Pascua?
-“ Jesús les salió al encuentro diciéndoles: Dios os salve ”. O
bien “ alegraos ”, según las traducciones. Ellas, acercándose, le abrazaron
los pies y se postraron ante Él. Es Jesús el que toma la iniciativa. Es Él
quien se presenta, quien les da los "buenos días". Es siempre tan "humano"
como antes. Probablemente les sonríe. Pero ellas, manifiestamente ¡están
ante la majestad divina! Como derrumbadas, el rostro en tierra. Su gesto es
de adoración.
Entonces Jesús les dice: "No temáis" ”. Es lo que Dios dice
siempre. El temor es un sentimiento natural ante Dios. Pero Dios nos dice:
" No temáis ". - "Id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea y que
allí me verán ”. Jesús, netamente, envía a la misión. Si se da a conocer a
algunos, no es para que nos regocijemos de ello... sino para que nos
pongamos en camino hacia nuestros hermanos. " Id a avisar a mis
hermanos ." Todos estamos llamados a esa evangelización, a esa misión de
anunciar la vida que nos prepara a la Vida, como seguimos pidiendo en el
Ofertorio: « Recibe, Señor, en tu bondad, las ofrendas de tu pueblo,
para que, renovados por la fe y el bautismo, consigamos la eterna
bienaventuranza ».
Los guardas fueron sobornados para que dijeran una mentira, que el
cadáver fue robado: es la solución que los "enemigos" han encontrado para
explicar la tumba vacía... que les estorbaba. Los jefes judíos no desmienten
el "hecho": le buscan otra explicación... inverosímil (Noel Quesson). Hay ahí
una ironía del Evangelio, pues cómo podían testificar que tales personas
robaron el cuerpo, alegando que mientras ellos dormían: si dormían, ¿cómo
reconocieron a los ladrones? Mejor buscar la verdad que entretenerse con
los mentirosos, pues « Cristo, una vez resucitado de entre los muertos,
ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Aleluya »
(Rom 6,9, antif. Comunión), y queremos participar de esa vida, como
rezamos en la Postcomunión: « Te pedimos, Señor, que la gracia del
misterio pascual llene totalmente nuestro espíritu, para que,
quienes estamos en el camino de la salvación, seamos dignos de tus
beneficios ».
La alegría de la resurrección. El Señor ha resucitado de entre los
muertos, como lo había dicho, alegrémonos y regocijémonos todos, porque
reina para siempre. ¡Aleluya! Se suprimen en este tiempo, estos días de la
Octava, los ayunos y otras mortificaciones corporales, como símbolo de esta
alegría del alma y del cuerpo. “Estar alegres es una forma de dar gracias a
Dios por los innumerables dones que nos hace. Con nuestra alegría
hacemos mucho bien a nuestro alrededor, pues esa alegría lleva a los
demás a Dios. Dar alegría será con frecuencia la mejor muestra de caridad
para quienes están a nuestro lado. Muchas personas pueden encontrar a
Dios en nuestro optimismo, en la sonrisa habitual, en nuestra actitud
cordial. Pensemos en la alegría de la Santísima Virgen, “abierta sin reservas
a la alegría de la Resurrección; sus hijos en la tierra, volviendo los ojos
hacia la madre de la esperanza y madre de la gracia, la invocamos como
causa de nuestra alegría” (Pablo VI).
2. Veremos en pascua el nacer de los treinta primeros años de la
Iglesia, hasta el año 63 después de Jesucristo. Primero en Jerusalén.
Expansión de la Iglesia hacia Samaría y Siria. Luego vemos con San Pablo
que se extiende por todo el oriente Medio y Grecia. Los «hechos» de los
apóstoles tienen un "actor" principal; ¡el Espíritu! Jesús viviente en su
Iglesia.
Pedro, de pie en medio de los once, decía con voz fuerte:
Escuchad... Jesús el Nazareno, el que matasteis en una cruz, Dios
lo ha resucitado”. Los acontecimientos son recientes. En una ciudad
limitada como Jerusalén, se conservan en el recuerdo de todos. Debieron de
ver su cadáver, colgado por los clavos en el patíbulo. Pudieron ver también
el lanzazo final que abrió el corazón del condenado. Y Pedro acaba de
decirles: después de todo esto ¡nosotros le hemos vuelto a ver! ¡más vivo
que antes! (Noel Quesson).
3. El salmo nos habla de Jesús: « Mi carne descansa confiada: Tú
no puedes abandonar mi espíritu al abismo... No dejarás que tu
Santo vea la corrupción ”. Pedro, para un público de judíos, se refiere a la
Biblia, cita este salmo, que coment￳ Juan Pablo II como “un salmo de
intensa fuerza espiritual”, “un cántico luminoso, con espíritu místico, como
sugiere ya la profesión de fe puesta al inicio: " Mi Señor eres tú; no hay
dicha para mí fuera de ti " (v. 2). Así pues, Dios es considerado como el
único bien. El salmo 15 desarrolla dos temas, expresados mediante tres
símbolos. Ante todo, el símbolo de la "heredad", término que domina los
versículos 5-6. En efecto, se habla de " lote de mi heredad, copa,
suerte ". Estas palabras se usaban para describir el don de la tierra
prometida al pueblo de Israel. Ahora bien, sabemos que la única tribu que
no había recibido un lote de tierra era la de los levitas, porque el Señor
mismo constituía su heredad. El salmista declara precisamente: " El señor
es el lote de mi heredad. (...) Me encanta mi heredad " (Sal 15,5-6).
Así pues, da la impresión de que es un sacerdote que proclama la alegría de
estar totalmente consagrado al servicio de Dios”. San Agustín comenta: "El
salmista no dice: "Oh Dios, dame una heredad. ¿Qué me darás como
heredad?", sino que dice: " Todo lo que tú puedes darme fuera de ti,
carece de valor. Sé tú mismo mi heredad. A ti es a quien amo ". (...)
Esperar a Dios de Dios, ser colmado de Dios por Dios. Él te basta, fuera de
él nada te puede bastar." La herencia es la gloria, el cielo.
El segundo tema es el de la comunión perfecta y continua con el
Se￱or: “El salmista manifiesta su firme esperanza de ser preservado de la
muerte, para permanecer en la intimidad de Dios, la cual ya no es posible
en la muerte (cf. Sal 6,6; 87,6). Con todo, sus expresiones no ponen
ningún límite a esta preservación; más aún, pueden entenderse en la línea
de una victoria sobre la muerte que asegura la intimidad eterna con Dios”.
Vemos también el símbolo del "camino": " Me enseñarás el sendero
de la vida " (v. 11). Es el camino que lleva al "gozo pleno en la presencia"
divina, a "la alegría perpetua a la derecha" del Señor. Estas palabras se
adaptan perfectamente a una interpretación que ensancha la perspectiva a
la esperanza de la comunión con Dios, más allá de la muerte, en la vida
eterna. En este punto, es fácil intuir por qué el Nuevo Testamento asumió el
salmo 15 refiriéndolo a la resurrección de Cristo. San Pedro, en su discurso
de Pentecostés, cita precisamente la segunda parte de este himno con una
luminosa aplicación pascual y cristológica: " Dios resucitó a Jesús de
Nazaret, librándole de los dolores de la muerte, pues no era posible
que quedase bajo su dominio " (Hch 2,24). San Pablo, durante su
discurso en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, se refiere al salmo 15 en el
anuncio de la Pascua de Cristo. Desde esta perspectiva, también nosotros lo
proclamamos: " No permitirás que tu Santo experimente la
corrupción. Ahora bien, David, después de haber servido en sus días
a los designios de Dios, murió, se reunió con sus padres y
experimentó la corrupción. En cambio, aquel a quien Dios resucitó -
o sea, Jesucristo-, no experimentó la corrupción " (Hch 13,35-37)”.
Llucià Pou Sabaté