EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Mateo 28,8-15.
Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del
sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se
acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me
verán".
Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los
sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.
Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una
gran cantidad de dinero,
con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron
su cuerpo, mientras dormíamos'.
Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de
apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo".
Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido
entre los judíos hasta el día de hoy.
Comentario del Evangelio por:
San Pedro Crisólogo (c.406-450), arzobispo de Ravenna, doctor de la
Iglesia
Sermón 76,2-3; CCL 24A, 465-467
“Id, avisad a mis hermanos (...). Allí me verán.”
El ángel dijo a las mujeres (...): “Y ahora id enseguida a decir a sus discípulos:
"Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le
veréis”. “Ya os lo he dicho” (Mateo 28,7). Al decir esto, el ángel no se dirigía a
María Magdalena ni a la otra María, sino que a estas dos mujeres, Él encomendaba
la misión para la Iglesia, él estaba enviando a la Esposa en busca del Esposo.
Mientras ellas se marchaban, el Señor salió a su encuentro y las saludó
diciéndoles: “Os saludo, alegraos” (griego)... Él le había dicho a sus discípulos: “No
saludéis a nadie en el camino” (Lucas 10,4); ¿cómo es que en el camino Él acudió
al encuentro de estas mujeres y las saludó con tanta alegría? Él no espera ser
reconocido, no busca ser identificado, no se deja cuestionar, sino que se adelanta
con gran ímpetu hacia este encuentro...
Esto es lo que provoca la fuerza del amor; ésta fuerza es más fuerte que todo, la
que todo sobrepasa. Al saludar a la Iglesia, es al mismo Cristo al que saluda,
porque Él la ha hecho suya, ésta es su carne, su cuerpo, como lo atestigua el
apóstol Pablo: “Él es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia” (Col. 1,18). Sí, es
a la Iglesia en su plenitud a la que personifican estas dos mujeres... Él dispone que
estas mujeres ya han alcanzado la madurez de la fe: ellas dominaron sus
debilidades y se apresuraron hacia el misterio, ellas buscan al Señor con todo el
fervor de su fe. Este es el motivo por el que merecen que Él se entregue a ellas al ir
a buscarlas y decirles: “Os saludo, alegraos”. Él les deja no solo tocarle, sino
también aferrarse a Él en la misma medida de su amor... Estas mujeres son en el
seno de la Iglesia, un ejemplo de predicación de la Buena Noticia.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”