II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, Ciclo C
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
“La humanidad no encontrará ni tranquilidad ni paz hasta que se
vuelva con plena confianza a mi Misericordia...” (Jesús a Santa María
Faustina, vidente y apóstol de la Divina Misericordia).
CONFIANZA! He aquí el gran reclamo de Jesús en esta devoción...
"Arden en mi la llamas de la Misericordia" , dice el Señor, y "Yo quiero
derramarla en el corazón de los hombres". Se queja dolorosamente de su
desconfianza: "La falta de confianza lástima mis entrañas. Me aflige mucho más
aún desconfianza de las almas elegidas. A pesar de que mi amor es inextinguible,
no confían en Mí...".
“Escribe que cuanto más grande es su miseria, tanto mayor derecho tienen a mi
Misericordia. Llamo a todas las almas a la Confianza en el insondable abismo de mi
Misericordia, porque deseo salvarlas a todas. La fuente de mi Misericordia ha sido
abierta para todas las almas con el golpe de la lanza en la Cruz. No he excluido de
ella a ninguna”...
+ Sentido del concepto “Misericordia”: la palabra “misericordia”
pertenece a aquella constelación de palabras que tiene como sol a la palabra
“amor”. Más precisamente, en hebreo proviene de la palabra “taham”, que significa
“útero-seno materno”; y la palabra misericordia significa entonces originariamente
el apego que la madre siente por el fruto de sus entrañas. Podríamos traducirla por
“entrañabilidad”, es decir, apego que la madre tiene por lo que reconoce como fruto
de sus entrañas.
Permanentemente, la historia de la salvación nos muestra a Dios como
dotado de esta cualidad materna que es el apego por lo que ha engendrado.
Característica fundamental de este apego es ser un amor totalmente
gratuito. Más aún: éste amor es el que hace ser al hijo. La madre es
misericordiosa con el hijo desde el momento en que lo desea, cuando aún no
existe. Es un amor que la hace prepararse como cuerpo, como templo, como casa
para su hijo, con un amor totalmente gratuito, que no depende del mérito del hijo,
sino que brota de la más íntima profundidad de la madre: de sus entrañas.
Pero hay algo más: la misericordia se da exactamente en el momento en el
que el amor de la madre se encuentra con la fuerza del mal, de la infidelidad, de la
traición y del error del hijo; y entonces, confrontándose con esa realidad vuelve a
sus orígenes, y encuentra allí la suprema capacidad de ser más fuerte que la
debilidad: “La misericordia es el segundo nombre del amor; es el nombre
que el amor asume cuando se encuentra con la fuerza del mal” (Juan Pablo
II, Dives in misericordia ). Y esto es verdad, cualquiera sea la situación que
concretamente se da.
Todo esto significa misericordia, sólo a nivel terminológico... (evidentemente, bien
diversa de la “lástima”; o la “pena”)... A nivel teológico , hay algo muy importante
que aclarar: cuando decimos que Dios es misericordioso no lo decimos porque Dios
mira al mundo, en el cual existe el apego de una madre por su hijo, y se propone
hacer algo semejante, algo más aún. Sino porque Él desde siempre sabe qué es la
misericordia, porque la misericordia es su naturaleza paterna.
El Perdón es el método habitual con el cual se comunica la misericordia. El
perdón es el método de la misericordia de Dios. El Papa Juan Pablo II, por su
parte, llama a la misericordia: la infinita fuerza del perdón. Esa es la fuerza que
tiene unida a las familias y a las comunidades. De hecho, es notable que, el perdón
es necesario sobre todo con las personas más cercanas.
Frente a tantas pruebas de la Misericordia Divina, la respuesta no puede ser
otra que la ¡ Confianza ! Confianza que a su vez debe transformarnos en apóstoles
de esta misericordia que toca tan profundamente nuestra vidas.
Recordemos un poco aquellas clásicas obras de misericordia, atesoradas en
la Palabra de Dios y en la mejor tradición cristiana:
+ Obras de misericordia de los cristianos...
Espirituales:
1. Enseñar al que no sabe.
2. Dar buen consejo al que lo necesita.
3. Corregir al que se equivoca.
4. Perdonar las ofensas.
5. Consolar al que está triste.
6. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
7. Rogar por los vivos y difuntos.
Corporales:
1. Visitar a los enfermos.
2. Dar de comer al hambriento.
3. Dar de beber al sediento.
4. Dar posada al peregrino.
5. Vestir al desnudo.
6. Redimir al cautivo.
7. Enterrar los muertos.
+ En la era de la imagen, a la sensibilidad humana, más impresionable por una
imagen que por mil palabras, el Señor ha regalado esta imagen suya: un Cristo
hermoso, sonriente, mostrando su Corazón misericordioso con una mano, y
bendiciendo con la otra, invitando a la confianza y al abandono en su poder...
“Prometo - dice el Salvador - que el alma que venere esta imagen de la Misericordia
no perecerá... Le prometo también sobre la tierra la victoria sobre sus enemigos,
en particular en la hora de la muerte. Yo, el señor, la protegeré como a mi gloria”.
“Protegeré durante toda su vida, como una madre a su hijo, a las almas que
propagaren el culto a mi Misericordia; en la hora de la muerte no seré para ellas
Juez, sino Salvador”...
+ A la incredulidad desconfiada de Tomás, opongamos la confianza que nos
hace bienaventurados (“los que creen sin ver”), con la formula sencilla y profunda:
JESÚS, EN VOS CONFÍO!
AMÉN