V Domingo de Pascua, Ciclo C
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
El Evangelio de este domingo me recordó la contestación de un muchacho
en una reunión de catequesis a un obispo, en Argentina.
-¿Cuántos son los mandamientos de la ley de Dios?, preguntó.
- Son once, Padre, respondió. A los diez mandamientos hay que agregarle
uno más, que es “el nuevo”.
“Nuevo” es una palabra clave en la liturgia de hoy: mandamiento nuevo
(Ev), en plena sintonía con un nuevo Cielo y una nueva tierra (II lect.); nuevo el
sentido que adquiere el dolor para el cristiano (I lect.).
Con frecuencia nos olvidamos del mandamiento nuevo que nos dejó
Jesucristo, el más importante de todos y el que da sentido y resume a los otros
diez. Reflejan hasta dónde el Señor nos ama, y cómo debemos saber querernos - y
por lo tanto respetarnos - unos a otros. Evidentemente, no siempre es fácil ponerlo
en práctica, al menos hasta sus últimas consecuencias. Alguien ha dicho que sigue
siendo nuevo porque muy pocos se han atrevido a estrenarlo. Pero así lo dejó
asentado Jesús poco antes de morir en la cruz: “Un mandamiento nuevo les doy:
que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también
ustedes los unos a los otros”.
Por si fuera poco, se￱ala cuál será la “marca registrada” del cristiano: “En esto
reconocerán que son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”.
Estas reiteraciones hacen ver que no se trata de un comentario para salir del paso.
Pocas horas después dio la vida por nosotros, poniendo en práctica aquello de que
“nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos”.
El Antiguo Testamento conocía ya desde hacía mucho tiempo el mandamiento del
amor al prójimo, que se encuentra en el tercer libro de la Biblia (Levítico 19,18). La
novedad es que la medida ya no es más humana (“ama... como a ti mismo” ),
sino divina (“ como Yo los he amado...). Más aún: la idea es que nuestro pobre
amor se nutre y enriquece de la fuerza de este amor inagotable e indestructible: el
amor del Señor, que es entonces no sólo el modelo, sino la fuente... Más que en el
corsé de un nuevo mandamiento, este Evangelio es una invitación a entrar en la
lógica y la dinámica del amor de la Santísima Trinidad... ¿Parece exagerado?
¿Parece que no es algo de este mundo ? De hecho, por el bautismo, el cristiano ha
sido hecho ciudadano de un nuevo Cielo y una nueva tierra (Ap. 21,1). A esta tierra
nueva, que el cristiano anticipa y garantiza con su vida, corresponde un nuevo
modo de amar.
“Amor” es una palabra con características únicas: siendo la más bella de
todas, es al mismo tiempo la más manoseada, y por lo mismo equívoca,
devaluada, siempre declamada y no siempre vivida con coherencia hasta el
fin.
Una celebre cristiana italiana, Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de
los Focolares, ha desgranando con toda sencillez la fuerza del “mandamiento
nuevo” de los cristianos, como soluci￳n para resolver los conflictos (incluso los
internacionales!) y fortalecer la unidad de toda la familia humana. Lo resumo en
cinco puntos:
1): “Amar” (¡vaya novedad, c￳mo si no lo supiéramos!, podríamos pensar, quizá
con la sonrisa un tanto irónica del que ya conoce la lección).
2): “Amar primero” (pues así lo hizo Jesús, sin esperar a que los demás tomen la
iniciativa).
3): “Dar la vida por el otro” (es algo que, en teoría, estamos dispuestos a hacer
alguna vez, si fuese posible frente a una cámara de televisión, para que todos
se enteren; sin embargo, Dios nos pide “gastar” la vida día a día por los
demás, con sencillez y humildad, trabajando y sirviendo por amor, sin “pasar
la factura” ni “cacarear” lo poco o mucho que hacemos).
4): “Ver a Jesús en el pr￳jimo” (por ejemplo, en cada uno de mi familia, en mi
vecino, en el enfermo y anciano, en el más pobre o más necesitado, en mi
hermano aborigen, en el que está triste o afligido, en el jefe y en el
subordinado, en la maestra y en el alumno, en el policía y en el que viaja a mi
lado, en el que me pide ayuda o me resulta menos simpático).
5): “A los enemigos, quererlos el doble” (éste es el punto mas difícil; pero hay
que tratar de redoblar la apuesta frente al que me molesta o parece que me
trata mal, al que me pisa el pie o aspira a lo mismo que yo deseo, al político
del otro partido o de otra interna, al que me calumnió o me llevó por delante,
al que discutió conmigo o no piensa lo mismo que yo, al que le cuesta
perdonar… ).
Si a priori pensamos que esto es utópico y/o imposible, tendremos que
reconocer ante nosotros mismos que hay una parte del Evangelio en la cual no
creemos, que es lo mismo que decir que creemos en Jesucristo, pero “a medias”. Si
en cambio, cada día nos proponemos estrenar el mandato nuevo de Jesús,
especialmente con nuestros hermanos que más sufren, entonces preparémonos
para que la alegría del Señor sea nuestra fuerza (porque los cristianos aprendemos
nuestro amor del Corazón de Jesús) y para el gozo eterno que Dios nos tiene
preparada, tan inmensamente grande como su amor; grandes como el Cielo y la
tierra ... nuevos! Nuevos por el amor.