Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo C, Tiempo de Pascua,
Domingo de la Semana No. 2
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres,
que se adherían al Señor * Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna
su misericordia. * Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos * A los
ocho días, llegó Jesús
Textos para este día:
Hechos de los apóstoles 5, 12-16:
Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo.
Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón; los demás no se
atrevían a juntárseles, aunque la gente se hacía lenguas de ellos; más aún, crecía
el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor.
La gente sacaba los enfermos a la calle, y los ponía en catres y camillas, para que,
al pasar Pedro, su sombra, por lo menos, cayera sobre alguno.
Mucha gente de los alrededores acudía a Jerusalén, llevando a enfermos y poseídos
de espíritu inmundo, y todos se curaban.
Salmo 117:
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es
su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia. R.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor
quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente. Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en
nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos
ilumina. R.
Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19:
Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, en el reino y en la
constancia en Jesús, estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la
palabra de Dios, y haber dado testimonio de Jesús.
Un domingo caí en éxtasis y oí a mis espaldas una voz potente que decía: "Lo que
veas escríbelo en un libro, y envíaselo a las siete Iglesias de Asia."
Me volví a ver quién me hablaba, y, al volverme, vi siete candelabros de oro, y en
medio de ellos una figura humana, vestida de larga túnica, con un cinturón de oro a
la altura del pecho.
Al verlo, caí a sus pies como muerto.
Él puso la mano derecha sobre mí y dijo: "No temas: Yo soy el primero y el Último,
yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos, y
tengo las llaves de la muerte y del abismo.
Escribe, pues, lo que veas: lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más
tarde."
Juan 20, 19-31:
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una
casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se
puso en medio y les dijo: "Paz a vosotros."
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor. Jesús repitió: "Paz a vosotros. Como el Padre me ha
enviado, así también os envío yo."
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
- "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos."
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor."
Pero él les contesto: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el
dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo."
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó
Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: "Paz a vosotros."
Luego dijo a Tomás: "Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela
en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente."
Contestó Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!"
Jesús le dijo: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber
visto."
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los
discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de
Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Homilía
Temas de las lecturas: Crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres,
que se adherían al Señor * Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna
su misericordia. * Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos * A los
ocho días, llegó JesúsEste es el domingo de la misericordia. Descubramos su
sentido en las palabras de la homilía de S.S. Juan Pablo II en la Canonización de
Sor Faustina, 30 de Abril de 2000. Los títulos y la numeración aquí son nuestros.
1. Sangre y Agua
1.1 "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Sal
118, 1). Así canta la Iglesia en la octava de Pascua, casi recogiendo de labios de
Cristo estas palabras del Salmo; de labios de Cristo resucitado, que en el Cenáculo
da el gran anuncio de la misericordia divina y confía su ministerio a los Apóstoles:
"Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. (...)
Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos" (Jn 20, 21-23).
1.2 Antes de pronunciar estas palabras, Jesús muestra sus manos y su costado, es
decir, señala las heridas de la Pasión, sobre todo la herida de su corazón, fuente de
la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. De ese
corazón sor Faustina Kowalska, la beata que a partir de ahora llamaremos santa,
verá salir dos haces de luz que iluminan el mundo: "Estos dos haces -le explicó un
día Jesús mismo- representan la sangre y el agua" (Diario, Librería Editrice
Vaticana, p. 132).
1.3 ¡Sangre y agua! Nuestro pensamiento va al testimonio del evangelista san
Juan, quien, cuando un soldado traspasó con su lanza el costado de Cristo en el
Calvario, vio salir "sangre y agua" (Jn 19, 34). Y si la sangre evoca el sacrificio de
la cruz y el don eucarístico, el agua, en la simbología joánica, no sólo recuerda el
bautismo, sino también el don del Espíritu Santo (cf. Jn 3, 5; 4, 14; 7, 37-39).
1.4 La misericordia divina llega a los hombres a través del corazón de Cristo
crucificado: "Hija mía, di que soy el Amor y la Misericordia en persona", pedirá
Jesús a sor Faustina (Diario, p. 374). Cristo derrama esta misericordia sobre la
humanidad mediante el envío del Espíritu que, en la Trinidad, es la Persona-Amor.
Y ¿acaso no es la misericordia un "segundo nombre" del amor (cf. Dives in
misericordia, 7), entendido en su aspecto más profundo y tierno, en su actitud de
aliviar cualquier necesidad, sobre todo en su inmensa capacidad de perdón?.
1.5 Hoy es verdaderamente grande mi alegría al proponer a toda la Iglesia, como
don de Dios a nuestro tiempo, la vida y el testimonio de sor Faustina Kowalska. La
divina Providencia unió completamente la vida de esta humilde hija de Polonia a la
historia del siglo XX, el siglo que acaba de terminar. En efecto, entre la primera y la
segunda guerra mundial, Cristo le confió su mensaje de misericordia. Quienes
recuerdan, quienes fueron testigos y participaron en los hechos de aquellos años y
en los horribles sufrimientos que produjeron a millones de hombres, saben bien
cuán necesario era el mensaje de la misericordia.
1.6 Jesús dijo a sor Faustina: "La humanidad no encontrará paz hasta que no se
dirija con confianza a la misericordia divina" (Diario, p. 132). A través de la obra de
la religiosa polaca, este mensaje se ha vinculado para siempre al siglo XX, último
del segundo milenio y puente hacia el tercero. No es un mensaje nuevo, pero se
puede considerar un don de iluminación especial, que nos ayuda a revivir más
intensamente el evangelio de la Pascua, para ofrecerlo como un rayo de luz a los
hombres y mujeres de nuestro tiempo.
2. El futuro según Dios
2.1 ¿Qué nos depararán los próximos años? ¿Cómo será el futuro del hombre en la
tierra? No podemos saberlo. Sin embargo, es cierto que, además de los nuevos
progresos, no faltarán, por desgracia, experiencias dolorosas. Pero la luz de la
misericordia divina, que el Señor quiso volver a entregar al mundo mediante el
carisma de sor Faustina, iluminará el camino de los hombres del tercer milenio.
2.2 Pero, como sucedió con los Apóstoles, es necesario que también la humanidad
de hoy acoja en el cenáculo de la historia a Cristo resucitado, que muestra las
heridas de su crucifixión y repite: "Paz a vosotros". Es preciso que la humanidad se
deje penetrar e impregnar por el Espíritu que Cristo resucitado le infunde. El
Espíritu sana las heridas de nuestro corazón, derriba las barreras que nos separan
de Dios y nos desunen entre nosotros, y nos devuelve la alegría del amor del Padre
y la de la unidad fraterna.
2.3 Así pues, es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos
transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de
ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de "domingo de la Misericordia
divina". A través de las diversas lecturas, la liturgia parece trazar el camino de la
misericordia que, a la vez que reconstruye la relación de cada uno con Dios, suscita
también entre los hombres nuevas relaciones de solidaridad fraterna. Cristo nos
enseñó que "el hombre no sólo recibe y experimenta la misericordia de Dios, sino
que está llamado a "usar misericordia" con los demás: "Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia" (Mt 5, 7)" (Dives in
misericordia, 14). Y nos señaló, además, los múltiples caminos de la misericordia,
que no sólo perdona los pecados, sino que también sale al encuentro de todas las
necesidades de los hombres. Jesús se inclinó sobre todas las miserias humanas,
tanto materiales como espirituales.
2.4 Su mensaje de misericordia sigue llegándonos a través del gesto de sus manos
tendidas hacia el hombre que sufre. Así lo vio y lo anunció a los hombres de todos
los continentes sor Faustina, que, escondida en su convento de Lagiewniki, en
Cracovia, hizo de su existencia un canto a la misericordia: "Misericordias Domini in
aeternum cantabo".
3. Dos amores inseparables
3.1 El amor a Dios y el amor a los hermanos son efectivamente inseparables, como
nos lo ha recordado la primera carta del apóstol san Juan: "En esto conocemos que
amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos" (1
Jn 5, 2). El Apóstol nos recuerda aquí la verdad del amor, indicándonos que su
medida y su criterio radican en la observancia de los mandamientos.
3.2 En efecto, no es fácil amar con un amor profundo, constituido por una entrega
auténtica de sí. Este amor se aprende sólo en la escuela de Dios, al calor de su
caridad. Fijando nuestra mirada en él, sintonizándonos con su corazón de Padre,
llegamos a ser capaces de mirar a nuestros hermanos con ojos nuevos, con una
actitud de gratuidad y comunión, de generosidad y perdón. ¡Todo esto es
misericordia!.
3.3 En la medida en que la humanidad aprenda el secreto de esta mirada
misericordiosa, será posible realizar el cuadro ideal propuesto por la primera
lectura: "En el grupo de los creyentes, todos pensaban y sentían lo mismo: lo
poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía" (Hch 4,
32). Aquí la misericordia del corazón se convirtió también en estilo de relaciones,
en proyecto de comunidad y en comunión de bienes. Aquí florecieron las "obras de
misericordia", espirituales y corporales. Aquí la misericordia se transformó en
hacerse concretamente "prójimo" de los hermanos más indigentes.
3.4 Sor Faustina Kowalska dejó escrito en su Diario: "Experimento un dolor
tremendo cuando observo los sufrimientos del prójimo. Todos los dolores del
prójimo repercuten en mi corazón; llevo en mi corazón sus angustias, de modo que
me destruyen también físicamente. Desearía que todos los dolores recayeran sobre
mí, para aliviar al prójimo" (p. 365). ¡Hasta ese punto de comunión lleva el amor
cuando se mide según el amor a Dios!.
3.5 En este amor debe inspirarse la humanidad hoy para afrontar la crisis de
sentido, los desafíos de las necesidades más diversas y, sobre todo, la exigencia de
salvaguardar la dignidad de toda persona humana. Así, el mensaje de la
misericordia divina es, implícitamente, también un mensaje sobre el valor de todo
hombre. Toda persona es valiosa a los ojos de Dios, Cristo dio su vida por cada
uno, y a todos el Padre concede su Espíritu y ofrece el acceso a su intimidad.
3.6 Este mensaje consolador se dirige sobre todo a quienes, afligidos por una
prueba particularmente dura o abrumados por el peso de los pecados cometidos,
han perdido la confianza en la vida y han sentido la tentación de caer en la
desesperación. A ellos se presenta el rostro dulce de Cristo y hasta ellos llegan los
haces de luz que parten de su corazón e iluminan, calientan, señalan el camino e
infunden esperanza. ¡A cuántas almas ha consolado ya la invocación "Jesús, en ti
confío", que la Providencia sugirió a través de sor Faustina! Este sencillo acto de
abandono a Jesús disipa las nubes más densas e introduce un rayo de luz en la vida
de cada uno.
3.7 "Misericordias Domini in aeternum cantabo" (Sal 89, 2). A la voz de María
santísima, la "Madre de la misericordia", a la voz de esta nueva santa, que en la
Jerusalén celestial canta la misericordia junto con todos los amigos de Dios,
unamos también nosotros, Iglesia peregrina, nuestra voz.
3.8 Y tú, Faustina, don de Dios a nuestro tiempo, don de la tierra de Polonia a toda
la Iglesia, concédenos percibir la profundidad de la misericordia divina, ayúdanos a
experimentarla en nuestra vida y a testimoniarla a nuestros hermanos. Que tu
mensaje de luz y esperanza se difunda por todo el mundo, mueva a los pecadores a
la conversión, elimine las rivalidades y los odios, y abra a los hombres y las
naciones a la práctica de la fraternidad. Hoy, nosotros, fijando, juntamente contigo,
nuestra mirada en el rostro de Cristo resucitado, hacemos nuestra tu oración de
abandono confiado y decimos con firme esperanza: "Cristo, Jesús, en ti confío".
Fr. Nelson Medina, O.P.