II Semana de Pascua
Lunes
Jesús nos invita a nacer de nuevo, a una vida de la gracia, de hijos de Dios.
Había entre los fariseos un hombre importante, llamado
Nicodemo. Una noche fue a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos
que Dios te ha enviado para enseñarnos, porque nadie puede hacer
los milagros que Tú haces si no está Dios con él». Jesús le
respondió: «Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver
el reino de Dios». Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede uno nacer
de nuevo siendo viejo? ¿Es que puede volver al seno de su madre y
nacer de nuevo?». Jesús respondió: «Te aseguro que el que no nace
del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que
nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu. No
te extrañe que te diga: Es necesario nacer de nuevo. El viento sopla
donde quiere; oyes su voz, pero no sabes de dónde viene y a dónde
va; así es todo el que nace del Espíritu» ” (Juan 3,1-8).
1. A partir de hoy, durante todo el Tiempo Pascual, leeremos el
evangelio de Juan. Empezando durante cuatro días por el capítulo tercero,
el diálogo entre Jesús y Nicodemo, fariseo y doctor de la ley. Los diálogos
que recoge Juan dan viveza a la escena. El de hoy no tiene desperdicio: se
trata del nacimiento a ser hijos de Dios, al misterio del Reino: “ fue a ver a
Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para
enseñarnos, porque nadie puede hacer los milagros que Tú haces si
no está Dios con él». Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no
nace de nuevo no puede ver el reino de Dios»”. Jesús no impone:
propone, conduce, se pone a la altura de Nicodemo y le ayuda paso a paso,
a profundizar más en la fe, en el bautismo, que es un nacimiento en el
Espíritu, y nos viene muy bien recordar las promesas bautismales que
renovamos en la Vigilia Pascual para comprometernos en la dignidad que
hemos adquirido y vivir esa nueva vida
Es el gozo en el Espíritu, que nos recuerda el Ofertorio de hoy:
« Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo, y pues
en la resurrección de tu Hijo nos diste motivo de tanta alegría,
concédenos participar de este gozo eterno ». Comenta San Juan
Crisóstomo: «En adelante nuestra naturaleza es concebida en el cielo con
Espíritu Santo y agua. Ha sido elegida el agua y cumple funciones de
generación para el fiel... Desde que el Señor entró en las aguas del Jordán,
el agua no produce ya el bullir de animales vivientes, sino de almas dotadas
de razón, en las que habita el Espíritu Santo». Y San Agustín: «No conoce
Nicodemo otro nacimiento que el de Adán y Eva, e ignora el que se origina
de Cristo y de la Iglesia. Sólo entiende de la paternidad que engendra para
la muerte, no de paternidad que engendra para la vida. Existen dos
nacimientos; mas él sólo de uno tiene noticia. Uno es de la tierra y otro es
del cielo; uno de la carne y otro del Espíritu; uno de la mortalidad, otro de
la eternidad... Los dos son únicos. Ni uno ni otro se pueden repetir».
“Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede uno nacer de nuevo
siendo viejo? ¿Es que puede volver al seno de su madre y nacer de
nuevo?». Jesús respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua
y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la
carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañe
que te diga: Es necesario nacer de nuevo. El viento sopla donde
quiere; oyes su voz, pero no sabes de dónde viene y a dónde va; así
es todo el que nace del Espíritu» ” Ser bautizado, es renacer. Jesús, hijo
de Dios se ha hecho hombre para que nosotros, hombres, nos hagamos
hijos de Dios. Esto es todo lo que hoy pedimos, de la mano de María
Santísima: Señor, haz que yo oiga cada día ese "viento" del "Espíritu" del
que habla el Evangelio de hoy, ayúdame a hacerme pequeño para ver, pues
"lo esencial es invisible para los ojos" (Saint-Exupery).
2. Los Hechos (4,23-31) nos cuentan este tiempo de Pascua la acción
de la primitiva Iglesia, y la acción del Espíritu Santo que la guía continuando
la misión de Jesús. Hoy nos cuenta que Pedro y Juan, después que fueran
apresados y liberados, volvieron junto a sus hermanos. Sí. Después del
milagro de la curación del tullido, Pedro y Juan pasaron una noche en la
cárcel. ¡El primer Papa en la cárcel! por haber curado a un enfermo y haber
anunciado la resurrección de Jesús. Hace poco, Benedicto XVI viajó a Gran
Bretaña, y también algunos querrían denunciarlo y meterlo en la cárcel…
Podemos rezar ahora por la libertad de la Iglesia: Te ruego Señor, por todos
los que están «encarcelados» por haber dado testimonio de su fe... por
todos los que tienen dificultad en ser testigos, porque el ambiente en que
viven es opresivo y constituye a su alrededor algo así como una cárcel que
les impide vivir y anunciar a Jesucristo.
Así dice hoy la lectura: “ Puestos en libertad, fueron a reunirse
con los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos
sacerdotes y los ancianos. Después de escucharlos, hicieron todos
juntos, en voz alta, esta oración a Dios: «Soberano Señor, tú eres el
Dios que has hecho el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos;
el que por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste: ¿Por qué
se amotinan las naciones y los pueblos hacen proyectos vanos? Se
levantan los reyes de la tierra y los príncipes conspiran a una contra
el Señor y su Mesías (del Salmo 2) . Así ha sido. En esta ciudad,
Herodes y Poncio Pilato se confabularon con los paganos y gentes
de Israel contra tu santo siervo Jesús, tu Mesías, para hacer lo que
tu poder y tu sabiduría habían determinado que se hiciera ”. Rezaron
con confianza de hijos de Dios. Con paz. Ante la “agitación de las
naciones?", lo primero, orar. Se sitúan delante de Dios. La vida con todas
sus penas (encarcelamiento de dos Apóstoles) ha de confrontarse con la
Palabra: eso es orar... ver nuestras cosas con ojos de Dios: “¿Por qué esas
naciones en tumulto, y esos vanos proyectos de los pueblos?” Se pueden
levantar los poderes de la tierra contra el Señor, pero Dios, desde el cielo
nos dice que tengamos confianza, pues sigue ese salmo diciendo: "Os
anuncio el decreto del Señor: Tú eres mi Hijo... te doy en herencia las
naciones!" ¡Qué valentía y audacia debieron sacar de tales plegarias! Los
vemos que se atreven a enfrentarse al Poder político y religioso de su
época. Pedro, el que temblaba de miedo ante unas criadas del sumo
sacerdote, ahora se halla lleno de audacia y valentía. Ser apóstol no
depende de nuestras fuerzas, sino de dejar actuar a Dios; pues las
cualidades que tenemos también son don de Dios, y Le pedimos ahora:
Señor, que sea yo con mi vida testimonio de tu amor para todos los que me
rodean. Así sigue la lectura: “ Ahora, Señor, mira sus amenazas y
concede a tus siervos predicar tu palabra, y extiende tu mano para
curar y obrar señales y prodigios en el nombre de tu santo siervo
Jesús ». Acabada su oración, “tembló el lugar en que estaban reunidos,
y quedaron todos llenos del Espíritu Santo, y anunciaban con
absoluta libertad la palabra de Dios ”. Quedan “llenos del Espíritu
Santo”… esto se repite continuamente la primitiva Iglesia. Es el tiempo del
Espíritu Santo, que “es fruto de la Cruz” (san Josemaría), de la
resurrección. ¡Envíanos, Señor, el soplo de tu Espíritu sobre nuestro tiempo!
¡Señor, llénanos de tu Espíritu, danos la gracia de serte fieles! Como
acabamos de leer, viene el Espíritu después de rezar. También te pedimos,
Señor, la constancia en la oración. Y como consecuencia, “predicaron la
Palabra de Dios”, el apostolado. Es la compenetración entre «oración» y
«acción». Pasan sin interrumpir de la oración a la proclamación del
Evangelio (Noel Quesson).
Esta primera oración comunitaria de la Iglesia, que en medio de la
persecución está muy unida, nos hace pensar que las dificultades en
nuestras vidas hacen que nos unamos más, en la familia y en la Iglesia. Nos
unimos en la oración, pero a veces parece que algo no sale bien, y entonces
tenemos idea de que tenemos la culpa nosotros. Muchas veces no es así,
sino que llega la cruz. Pero si ese pensamiento nos da paz, y nos anima a
mejorar, puede servirnos lo que San Agustín nos dice: «Cuando nuestra
oración no es escuchada es porque pedimos mal, porque somos malos y no
estamos bien dispuestos para la petición. Mal , con poca fe y sin
perseverancia, o con poca humildad. Mal , porque pedimos cosas malas, o
van a resultar, por alguna razón, no convenientes para nosotros».
3. Hemos visto también el temblor del lugar de la reunión, que se
interpreta en la Escritura como asentimiento de Dios: Dios escuchó la
oración de aquella comunidad. Los llenó de su Espíritu, en una renovada
Pentecostés. La persecución, es decir cualquier pena, no ha de hundirnos
sino unirnos con Dios y los demás. Los salmos nos ayudan a entender, no
con la cabeza, sino con el corazón, esos planes ocultos de Dios. Los salmos
se hacen vida en nuestras vidas. El salmo 2 ya citado en la primera lectura,
por ejemplo, nos habla de que Dios ha constituido a su Hijo en Señor y
Mesías de todo lo creado, y por eso nadie podrá oponerse al Plan de
salvación divino. Y esa filiación del Hijo, ese anuncio de salvación, pasa por
nosotros que somos hijos, a quien Dios dice “ tú eres mi hijo, yo te he
engendrado hoy ”. Esto nos llena de esperanza.
Llucià Pou Sabaté