¡Felices los que creen sin haber visto!
Jn 20, 19-31
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
“ESTABA MUERTO, PERO AHORA VIVO PARA SIEMPRE.”
Jesús vino a compartir en todo nuestra condición humana, y ahora
también nosotros tenemos en él la certeza de que la muerte no es la
última palabra pronunciada sobre nuestro destino. Esta certeza
cambia de manera radical la orientación de nuestro corazón. En él,
vivo, también nosotros vivimos una vida nueva. Así pues, es
importante que todos nuestros pensamientos, todas nuestras
acciones, todos nuestros encuentros, estén imbuidos de la alegría y
de la novedad de la vida resucitada que Jesús ha venido a traernos.
La comunidad cristiana es el lugar en el que podemos llevar a cabo
y alimentar de manera estable la experiencia de la vida nueva,
repleta por fin de sentido y liberada de la angustia y del miedo.
Sin embargo, con excesiva frecuencia nos mostramos tardos e
incrédulos, y nos reconocemos fácilmente en la figura de Tomás, el
apóstol que quería tocar para creer. Como él, también nosotros
perseguimos, con frecuencia, certezas que sean conformes a
nuestras mezquinas medidas. Y el Señor nos deja hacer. Nos da las
pruebas que queremos y espera a que, ante la evidencia, lleguemos
a proclamar, con un ímpetu de fe y de amor, que él es nuestro
Señor, nuestro Dios.
ORACION
Ven, quédate con nosotros, Señor, y aunque encuentres cerrada la
puerta de nuestro corazón por temor o por cobardía, entra
igualmente. Tu saludo de paz es bálsamo que hace desaparecer
nuestros miedos; es don que abre el camino a nuevos horizontes.
Dilata los angostos espacios de nuestro corazón. Refuerza nuestra
frágil esperanza y danos unos ojos penetrantes para vislumbrar en
tus heridas de amor los signos de tu gloriosa resurrección. Con
frecuencia también nosotros nos mostramos incrédulos, necesitados
de tocar y de ver para poder creer y ser capaces de confiar. Haz
que, iluminados por el Espíritu Santo, podamos ser contados entre
los bienaventurados que, aunque no han visto, han creído.