Domingo III de Pascua del ciclo C.
Todo empieza de nuevo.
Ejercicio de lectio divina de JN. 21, 1-19.
1. Oración inicial.
Al empezar a vivir la tercera semana del tiempo de Pascua, recordaremos la
importancia que tiene para los cristianos católicos, el hecho de permanecer unidos
como miembros de la Iglesia, la cual es gobernada por Pedro y sus sucesores los
Papas, en nombre y representación de Cristo.
Una de las cosas que recordamos al conmemorar la Resurrección de Jesús,
consiste en que nuestra fe es débil, y por ello hemos de esforzarnos para
fortalecerla, iniciando nuestra instrucción espiritual nuevamente, como si
desconociéramos al Dios Uno y Trino. Muchas veces podemos tener pereza a la
hora de leer la Biblia, argumentando que conocemos bien la misma. Debemos
evitar que tal pereza nos invada el corazón, porque, en cada ocasión que
meditemos los textos bíblicos, aprenderemos cosas nuevas, y recordaremos
sucesos olvidados, por lo cual se fortalecerá nuestra fe sin que nos percatemos de
ello, y viviremos más cerca del Dios Uno y Trino, y de su Iglesia.
A los cristianos nos es difícil profesar nuestra fe sin vivir en comunidad, y
estamos expuestos a utilizar todos los medios existentes para evangelizar,
olvidando que solo Dios es quien hará que nuestra siembra sea fecunda, y que solo
a Él, le corresponde, recoger el fruto de nuestro trabajo.
Oremos para que todos los cristianos tengamos deseos y oportunidades de vivir
en comunidad, y para que, el Dios Uno y Trino, sea el centro de nuestras
comunidades, para que no cedamos a la tentación de pertenecer a una iglesia
carente de Dios, ni de utilizar el Evangelio, para enriquecernos económicamente.
Jesús puede perfeccionar a los miembros de la Iglesia sin nuestra ayuda, pero
quiere contar con nosotros, para santificar a quienes forman parte de dicha
institución, y aumentar el número de hijos de la misma. Jesús cuenta con nosotros
para evangelizar a la humanidad y solventar las carencias de la misma en
conformidad con nuestras posibilidades, porque confía en que le vamos a ayudar, a
pesar de que es consciente de nuestras debilidades y pecados, y de que conoce
nuestro desánimo, y nuestra falta de fe.
En el texto evangélico que vamos a considerar en este rato de meditación y
oración, cuando Jesús se les apareció a sus discípulos, en un principio, ninguno de
ellos lo conoció. Quienes nos consideramos cristianos, debemos conocer a Jesús,
con tal de imitar su conducta de entrega a Dios, y a sus prójimos los hombres.
La Eucaristía es el centro de las actividades de nuestras comunidades. Las
celebraciones eucarísticas deben instarnos a adorar a Dios, y a servir a nuestros
prójimos los hombres, desinteresadamente.
Al comulgar a Nuestro Salvador, y al estar en contacto con la Palabra de Dios, las
celebraciones eucarísticas, han de iluminar nuestras dificultades, para que podamos
resolverlas, o sobrellevarlas durante mucho tiempo.
Oremos siendo conscientes de la misión que debemos desempeñar en la Iglesia,
independientemente de que seamos religiosos, o laicos. Lo importante para
nosotros no debe ser sentirnos poderosos, sino sentirnos capacitados para adorar a
Dios, y servirlo en sus hijos los hombres.
Oremos:
Porque sólo Tú, Espíritu Santo
Eres soplo en el espinoso camino de la fe,
avívanos y condúcenos para que, lejos de desertar,
seamos altavoces permanentes del amor de Dios.
Porque sólo Tú, eres la Verdad.
Atráenos a la claridad de la Palabra de Jesús
y así, con ella y por ella,
regresemos de la oscuridad del error.
Porque sólo Tú, eres Fuego.
Consume la leña de nuestro orgullo y cerrazón,
para que, abriéndonos con lo que somos y tenemos,
brindemos al Señor nuestros dones y nuestro ser.
Porque sólo Tú, eres Impulso Creador.
Muda nuestras acciones humanas en divinas,
nuestras ideas en frutos de santidad,
y, la siembra de nuestras manos y de todo esfuerzo,
en proyecto de un mundo nuevo con Dios.
Porque sólo Tú, eres Aliento Divino.
Enciende nuestros senderos inciertos.
Acompáñanos en las soledades y encrucijadas.
Levántanos de las caídas y tropiezos.
Sálvanos del maligno que amenaza lo divino.
Aconséjanos en las decisiones e incertidumbres.
Porque sólo Tú eres Fuerza.
Infúndenos valor para evangelizar sin timidez alguna.
Impúlsanos coraje para defender nuestra fe.
Provócanos serenidad para no responder con violencia.
Inyéctanos conocimiento para comunicar a Dios.
Engéndranos coherencia para vivir según lo que creemos.
Infúndenos testimonio para que otros vean lo que sentimos.
Fecúndanos paciencia para no sucumbir ante las pruebas.
Porque sólo Tú, eres Voz de Dios.
Que seas, hoy y siempre, en el presente
y futuro, mano tendida y abierta en esta,
nuestra hora evangelizadora.
Amén.
P. Javier Leoz
(
http://www.celebrandolavida.org
).
2. Leemos atentamente JN. 21, 1-19, intentando abarcar el mensaje que San
Juan nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado
Lectura del santo evangelio según san Juan 21, 1—19
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de
Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de
Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
—«Me voy a pescar.»
Ellos contestan:
—«Vamos también nosotros contigo.»
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya
amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían
que era Jesús.
Jesús les dice:
—«Muchachos, ¿tenéis pescado?»
Ellos contestaron:
—«No.»
Él les dice:
—«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.»
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel
discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
—«Es el Señor.»
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se
echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de
tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les
dice:
—«Traed de los peces que acabáis de coger.»
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces
grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
—«Vamos, almorzad.»
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque
sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después
de resucitar de entre los muertos.
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
—«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Él le contestó:
—«Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice:
—«Apacienta mis corderos.»
Por segunda vez le pregunta:
—«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le contesta:
—«Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Él le dice:
—«Pastorea mis ovejas.»
Por tercera vez le pregunta:
—«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería
y le contestó:
—«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice:
—«Apacienta mis ovejas.
Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde
querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y
te llevará adonde no quieras.»
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
—«Sígueme"".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de JN. 21, 1-19.
3-1. Jesús se apareció por tercera vez a sus discípulos.
"Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de
Tiberíades. Se manifestó de esta manera" (JN. 21, 1).
Las palabras "después de esto" con que comienza el texto de San Juan que
estamos considerando, hacen referencia al texto de JN. 20, 19-31, que meditamos
el Domingo II de Pascua. Jesús se les apareció a sus discípulos en Galilea en vez de
manifestárseles en Jerusalén, porque, durante los años que se prolongó el
Ministerio público de Nuestro Redentor, Galilea fue un excelente territorio de
siembra para el Mesías y quienes llegaron a ser sus Apóstoles, mientras que
Jerusalén fue la ciudad donde murió Jesús, y sus seguidores se sintieron
desamparados. El hecho de que Jesús se les manifestara a sus amigos en Galilea,
significó que nuevamente iniciaban su misión después de haber creído
erróneamente que la misma concluyó, cuando Jesús se dejó arrestar por sus
enemigos, en el huerto de los Olivos.
¿Por qué se les manifestó Jesús a sus amigos en la orilla del lago? En la
simbología bíblica, el mar es símbolo del mundo, y de las fuerzas del mal, y, la
playa, representa el lugar, en que ha de iniciarse la misión. Jesús se les manifestó a
sus amigos desde la orilla del lago, el lugar en que habían de concluir su
disposición, a evangelizar a la humanidad.
3-2. Los siete discípulos a quienes se les apareció Jesús.
"Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de
Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos" (JN. 21, 2).
3-2-1. Pedro.
Es interesante observar que los discípulos de Jesús que vieron al Señor, estaban
encabezados por Pedro. En el cuarto Evangelio, Pedro representaba a quienes
estaban acostumbrados a que ciertas cosas nunca cambiaran en el mundo. A modo
de ejemplo, Pedro no quiso que Jesús le lavara los pies antes de ser traicionado por
Judas (JN. 13, 4-9), porque no concebía la idea de que un maestro sirviera a sus
discípulos, dado que lo normal era lo contrario. El hecho de que Pedro encabezara
la citada lista de discípulos a quienes se les manifestó Jesús, obedece a que, el
citado seguidor de Jesús, era el primero de entre sus compañeros, y por ello le
correspondía gobernar la Iglesia, por consiguiente, recordemos las palabras con
que Jesús, le otorgó a Pedro, el citado poder.
"Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia,
y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino
de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates
en la tierra quedará desatado en los cielos" (MT. 16, 18-19).
Jesús le dijo a Pedro que él sería la piedra sobre la cuál sería edificada la Iglesia.
Ello no significa que Pedro podría gobernar la comunidad cristiana como quisiera,
pues debía hacerlo, tal como lo hubiera hecho Jesús, si no le hubiera concedido el
poder de representarlo en la tierra.
Las puertas del Hades no prevalecerán contra la Iglesia. La Iglesia permanecerá
para siempre porque es la institución de Jesús, y por ello las fuerzas infernales no
podrán extinguirla.
Pedro tiene las llaves del Reino de Dios, y por ello tiene la potestad necesaria
para decidir quiénes forman parte de la Iglesia, y quiénes deben ser excluidos de la
misma.
El poder de atar y desatar, significa que Pedro tiene la potestad de gobernar la
Iglesia, permitiendo que se haga la voluntad de Dios, e impidiendo que se tengan
por lícitas prácticas pecaminosas.
3-2-2. Tomás.
Tomás fue un entusiasta seguidor de Jesús, que quiso morir junto al Señor,
cuando, después de saber que Lázaro falleció, Jesús fue a Betania, para resucitar al
hermano de Marta y María (JN. 11, 16). A pesar de ello, Tomás tenía dificultades
para creer, lo que no podía captar, por medio de sus sentidos, y del raciocinio. Esta
es la causa por la que, cuando Jesús cenó con sus discípulos antes de ser
traicionado por Judas, sucedió el siguiente hecho.
"Y adonde yo voy sabéis el camino." Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde
vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la
Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí"" (JN. 14, 4-6).
Gracias a la duda de Tomás, sabemos que Jesús es el Camino que nos conduce a
la presencia de Nuestro Padre común, la Verdad que nos hace libres (JN. 8, 32), y
la Vida eterna que añoramos (JN. 11, 25).
Según vimos en el Evangelio del Domingo II de Pascua (JN. 20, 19-31), Tomás
dijo que no podía creer que Jesús había resucitado, hasta que no viera y tocara las
llagas de sus manos con sus dedos, y no metiera sus manos en la herida de su
costado (JN. 20, 25). Posteriormente, Jesús accedió a resolver la duda de fe de
Tomás, y, aunque le dijo que tocara sus llagas y la herida de su costado, San Juan
no nos dice que tocó al Señor resolviendo su duda de fe empíricamente, sino que
exclamó "¡Señor mío y Dios mío!" (CF. JN. 20, 28), dándonos a entender que
prefirió que su fe lo vivificara, en vez de dejarse guiar por el empirismo que
necesitó, hasta que comprendió que a Jesús no se le reconoce por medio de la
ciencia, sino mediante el estudio de su Palabra contenida en la Biblia y la aplicación
de la misma a nuestra vida, la práctica de la oración y de la caridad, y la profesión
pública de nuestra fe.
el hecho de que Tomás aparezca después de Pedro en el Evangelio del Domingo
III de Pascua, es indicativo de que dicho discípulo del Señor, -de quien deberíamos
aprender a ser mellizos de Jesús-, no se separó de la comunidad que le enseñó a
aceptar a Jesús Resucitado, lo cual se demuestra, porque aceptó que Pedro,
gobernara la Iglesia, reconociendo en ello, la voluntad de Jesús.
3-2-3. Natanael.
En el cuarto Evangelio, Natanael representa a los israelitas que no dejaron que su
fe se corrompiera al ser conducidos por los dirigentes de las diferentes facciones en
que se dividió el Judaísmo. La conversión del citado discípulo de Jesús, puede leerse
en JN. 1, 45-51. Natanael no creía que el Mesías podía proceder de Nazaret (JN. 1,
46), pero Jesús sabía que era "un israelita de verdad, en quien no hay engaño" (CF.
JN. 1, 47), y dado que el Señor le dijo que lo vio debajo de la higuera (JN: 1, 48),
lo cual significa que lo reconocía como israelita versado en el conocimiento de las
Sagradas Escrituras, y Natanael sabía que el Hijo de Dios y María no supo ese dato
de una forma natural porque ambos no se conocían, reconoció a Jesús como Rabí
(Maestro de espiritualidad), Hijo de Dios, y Rey de Israel (CF. JN. 1, 49). En el
Evangelio que estamos considerando, Natanael representa a los israelitas que
siguieron a Jesús, el cual aparece entre sus compañeros, pues el grupo de los siete
discípulos de Jesús, representa las setenta potencias, en que, en el siglo I, creían
que se dividía el mundo.
3-2-4. Santiago y Juan, hijos de Zebedeo.
El cuarto Evangelista no menciona el nombre de su hermano mi el suyo en su
primera obra, aunque, posiblemente, el discípulo anónimo de quien habla, el cual
siguió a Jesús junto a Pedro cuando el Señor fue conducido al palacio de Caifás, y
consiguió que ambos entraran en el mismo (JN. 18, 15-16), acompañó a Pedro al
sepulcro del Mesías cuando María Magdalena les dijo que habían robado el cadáver
de Jesús (JN. 20, 3), y creyó que el Hijo de Dios y María resucitó según había sido
profetizado en las Sagradas Escrituras (JN. 20, 8-9), era él. Juan puede ser el
discípulo que se sentó junto al Señor durante la celebración de la última Cena, el
cuál era amado por el Mesías (JN. 13, 25), el cuál siguió a Jesús y a Pedro, cuando
el Señor quiso hablar con él a solas (JN. 21, 20-22), de quien los primeros
cristianos creyeron que jamás moriría (JN. 21, 23), sin entender que, al representar
a los fieles cristianos, Jesús no dijo de él que no moriría hasta que aconteciera su
segunda venida, sino, que todos los cristianos de todos los tiempos, deberíamos
imitar, su buen ejemplo de fe, pues no abandonó al Señor durante su Pasión, y por
ello Jesús le encomendó el cuidado de su Madre (JN. 19, 25-27), la cuál es
aceptada por los católicos, como Madre, y Corredentora.
3-2-5. Los dos discípulos anónimos.
Aunque San Juan no mencionó el nombre de su hermano ni el suyo en el cuarto
Evangelio, en el versículo que estamos considerando (JN. 21, 2), mencionó a los
hijos de Zebedeo, -su hermano y él-, antes de mencionar a otros dos discípulos
anónimos, los cuales representaban a los paganos, que, en el tiempo en que fue
redactado el cuarto Evangelio, estaban siendo incorporados, a la Iglesia de Cristo.
En esta ocasión, Juan no apareció como un discípulo anónimo, ni como uno cuyo
nombre es mencionado, para ser reconocido como líder de la Iglesia, pues quiso
aparecer como uno más, de los seguidores del Mesías.
3-3. ¿Puede llevar a cabo la Iglesia la misión que le fue encomendada por Jesús
prescindiendo del Señor?
"Simón Pedro les dice: "Voy a pescar." Le contestan ellos: "También nosotros
vamos contigo." Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron
nada" (JN. 21, 3).
El hecho de que Pedro dejara que sus compañeros fueran con él a pescar, indica
que, el citado discípulo del Mesías, era reconocido como el primero de los
seguidores del Hijo de Dios y María, a pesar de que los tales, no se sentían
capacitados, para llevar a cabo, la misión que Jesús les encomendó, de evangelizar
a la humanidad.
Los discípulos de Jesús subieron a la barca de Pedro. Esta es la razón por la que
hablamos de la nave de la Iglesia, y de la barca de Pedro. Ninguno de los discípulos
de Jesús se cayó al mar representativo del mundo y del mal. La Iglesia es una
barca firme, porque fue instituida por Jesús. Recordemos que el texto de JN. 20,
19-23, contiene el relato del Pentecostés de Juan, en que los discípulos del Mesías
recibieron el Espíritu Santo, el cual los capacitó, para que fundaran la Iglesia.
Si la Iglesia fue instituida por Jesús, y por ello es una comunidad estable, ¿cómo
se explica el hecho de que, si los discípulos recibieron el Espíritu Santo según
recordamos el Domingo II de Pascua, no creyeran en Jesús? El texto de JN. 20, 30-
31, es la conclusión del Evangelio de San Juan. El capítulo 21 de dicha obra, es un
añadido que le hizo posteriormente el autor del Apocalipsis, o uno de sus
seguidores, el cual quiso afianzar la fe de sus hermanos, tanto en la Iglesia, como
en el hecho de que, el Papa, debe gobernar la institución de Cristo, y por ello le
debemos obediencia.
Los discípulos subieron a la barca, y no pescaron nada. La Iglesia es estable
porque fue fundada por Jesús, pero, si los creyentes pretendemos vivir nuestra fe
prescindiendo del Señor, -sin creer en Él-, fracasaremos rotundamente. Los
discípulos de Jesús no querían que se disolviera la comunidad del Señor, pero, para
conseguir lo que deseaban, necesitaban tener una gran fe en el Mesías, e inspirar
su vida, en la conducta que observó, su Maestro.
Pongámonos en el lugar de los cristianos de la década de los noventa del siglo
primero, el tiempo en que fue escrito el cuarto Evangelio. Cuando fue fundada la
Iglesia de Jerusalén, dado que los discípulos del Señor recibieron el Espíritu Santo
de una forma prodigiosa (HCH. 2, 1-4), se extendió la creencia de que faltaba muy
poco tiempo para que Jesús concluyera la plena instauración de su Reino en el
mundo. Conforme pasaban los años, los creyentes eran perseguidos por los judíos y
romanos sin consideración, y la Parusía de Jesús no acontecía. Esta es la razón por
la que la fe de muchos creyentes que vivieron en las décadas siguientes a la
fundación de la Iglesia, se extinguía, y, el autor del cuarto Evangelio, ante la
aparición de muchas religiones que exponían la doctrina de Jesús a su manera para
captar gente, afirmó que la salvación no nos viene por ser seguidores de ninguna
religión, sino por creer en la Persona de Cristo, y, para creer en Cristo, según JN.
20, 24-29, debemos permanecer unidos a la Iglesia, aceptando el hecho de que
Pedro gobierne la misma, adaptándose a las circunstancias de todos los tiempos,
pues tiene el deber de cuidar de nuestra purificación y de nuestra santificación (JN.
21, 15-17).
Al igual que les sucedió a los cristianos del siglo I, nosotros no queremos que la
Iglesia desaparezca, y, por ello, además de pedirle a Dios que mantenga activa la
institución de Jesús, debemos actuar en el mundo como buenos seguidores del
Señor. Dios quiere que su Iglesia permanezca para siempre, y desea inmiscuirnos
en la realización de su obra. Si los intereses que nos mueven a quienes realizamos
las actividades que creemos que son propias de los cristianos son contrarios al
cumplimiento de la voluntad de Jesús, cuando más nos confiemos, fracasaremos
estrepitosamente.
Un detalle que no debemos olvidar al meditar JN. 21, 3, es que, los discípulos de
Jesús, pescaban durante la noche. Ello es normal que lo hagan los conocedores de
la pesca, dado que durante la noche los peces están más cerca de la superficie que
durante el día, pero, en este caso, la noche representa la ausencia de Jesús.
3-4. El amanecer de un nuevo día.
"Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que
era Jesús" (JN. 21, 4).
el hecho de que amaneció, significa que Jesús es la luz del mundo (JN. 8, 12. 9,
5). Jesús es la luz del nuevo día que nos ayuda a no sucumbir a las tinieblas de las
diversas formas de sufrimiento que padece la humanidad.
Jesús desea que seamos sal de la tierra y luz del mundo (MT. 5, 13-16. Aunque
ello parece imposible para nosotros, lo conseguiremos, si permanecemos unidos a
Nuestro Salvador.
Cuando amaneció, Jesús estaba en la orilla. Jesús espera que salgamos del mar
en que se desenvuelve nuestra vida, para que colaboremos en la realización de su
misión universal. Convirtamos nuestro entorno en territorio de misión. La vocación
de los cristianos consiste en ser misioneros, y el mundo necesita testigos de Jesús
que lo evangelicen (HCH. 1, 8).
Jesús estaba en la orilla, pero sus discípulos no lo conocieron. ¿Cómo es esto
posible? Recordemos que Jesús Resucitado no está sometido a nuestras
limitaciones de tiempo y espacio, así pues, se le apareció a María Magdalena como
un humilde hortelano (JN. 20, 15), y se les manifestó a sus discípulos con las llagas
de sus manos y la herida de su costado (JN. 20, 27), para que Tomás pudiera
creer, que resucitó de entre los muertos.
¿Reconocemos a Jesús en la Eucaristía, en nuestros prójimos, -especialmente en
los que sufren-, y en nuestra vida?
¿Reconocemos a Jesús en la Iglesia, y a dicha institución, como la fundación de
Jesucristo?
3-5. La pregunta del desconocido.
"Díceles Jesús: "Muchachos, ¿no tenéis nada que comer?" Le contestaron: "No""
(JN. 21, 5).
Después de haber pasado una noche intentando pescar infructuosamente, los
discípulos de Jesús vieron a alguien despreocupado en la playa, que les preguntó si
tenían algo de comer. La respuesta de ellos fue seca, lo cual nos hace pensar, que,
su estado de humor, comprensiblemente, no era bueno. El proyecto de Jesús
parecía haber fracasado, y ellos se vieron obligados a volver a pescar, con tal de
poder sobrevivir. En la vida avanzar es fácil, pero retroceder es doloroso.
Obviamente, el hecho de que había amanecido, no significa que había terminado la
noche, sino que Jesús se les manifestó a sus amigos.
¿Detectamos las señales que Jesús lleva a cabo en el mundo y en nuestra vida, o
no sabemos que el Señor cuida de que seamos purificados y santificados?
3-6. La instrucción de Jesús.
"Él les dijo: "Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis." La echaron,
pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces" (JN. 21, 6).
Jesús quiso que sus amigos echaran la red a la derecha, porque, en la Biblia, ese
es el lugar de honor (SAL. 110, 1).
Los amigos de Jesús no podían arrastrar la red, porque estaba llena de peces.
Quizás esta es la misma pesca milagrosa de la que se nos informa en LC. 5, 1-11,
con la diferencia de que San Lucas la utilizó para instar a sus lectores a predicar el
Evangelio en comunión con Pedro, y San Juan se valió de ella con el mismo fin,
pero partiendo de la experiencia pascual, de quienes experimentaron el amor y el
poder de Jesús Resucitado, en sus vidas.
De la misma manera que los discípulos llenaron su red al seguir literalmente la
instrucción de Jesús, si cumpliéramos la voluntad de Dios, tanto el mundo, como
nuestra vida, serían muy diferentes.
Echemos la red al mar del mundo para llenarla de peces. No hagamos de la
religión un anzuelo para que piquen aquellos de quienes se puede abusar porque
son muy inocentes o lo han perdido todo. Llenemos nuestras iglesias de gente que
desee ser feliz, con la que podamos trabajar mano a mano, para ayudar a Jesús, a
concluir la instauración de su Reino, entre nosotros.
3-7. el discípulo a quien Jesús amaba, reconoció al Señor.
"el discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: "Es el Señor"" (JN. 21,
7A).
Dado que Pedro tenía el poder que le otorgó Jesús para gobernar la Iglesia,
debería haber reconocido al Señor, antes de que lo hiciera el discípulo anónimo,
que, en el cuarto Evangelio, representa el modelo conductual, de la comunidad
cristiana de base. A pesar de ello, Jesús fue reconocido por el discípulo anónimo, lo
cual nos aporta, las siguientes enseñanzas:
1. El poder, las riquezas y el prestigio, pueden estorbar nuestro crecimiento
espiritual, si no los utilizamos, para cumplir la voluntad, de Dios.
2. La jerarquía eclesiástica, no debe prescindir de los laicos, para llevar a cabo la
misión, que ha recibido de Jesús.
3-8. Pedro reconoció a Jesús, y actuó como un buen cristiano, disponiéndose a
servir al Señor, en sus prójimos los hombres.
"Cuando Simón Pedro oyó "es el Señor", se puso el vestido -pues estaba
desnudo- y se lanzó al mar" (JN. 21, 7B).
Pedro no estaba totalmente desnudo. El citado discípulo del Señor tenía la túnica
quitada, y, cuando se la puso, recordó el gesto que hizo Jesús, cuando les lavó los
pies a sus compañeros y a él, quitándose la túnica, y ciñéndose una toalla a la
cintura, con la que les secaba los pies (JN. 15, 4).
¿Por qué se lanzó Pedro al mar, si el mar representa el mundo y el poder del
mal? Cualquiera que desconozca la complicada simbología utilizada por San Juan en
su Evangelio, comprende fácilmente, que Pedro se tiró al mar, para llegar cuanto
antes, donde estaba Jesús. Tal pensamiento es correcto, pero existe otra razón, por
la que Pedro saltó de la barca. el citado discípulo del Señor, no había superado el
hecho de haber negado al Mesías, no una, sino, tres veces. A él no le importaba la
intención con la que negó a Jesús, -pues no lo hizo por odio, sino por miedo a ser
encarcelado y ejecutado-, pues pensaba mucho, que había sido un cobarde.
3-9. Los demás discípulos fueron al encuentro de Jesús.
"Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues
no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos" (JN. 21, 8).
Dado que los demás discípulos de Jesús no negaron al Señor como lo hizo Pedro,
en vez de saltar de la barca, fueron a encontrarse con el Mesías, arrastrando la red
llena de peces. Ello me sugiere que debemos orar y esforzarnos para que, cuando
acontezca la segunda venida de Jesús, no deseemos que la tierra nos trague,
pensando que el Hijo de María quizás no nos perdonará nuestros pecados.
3-10. Las ofrendas eucarísticas.
"Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y
pan. Díceles Jesús: "Traed algunos de los peces que acabáis de pescar" (JN. 21, 9-
10).
En las celebraciones eucarísticas, recordamos cómo se sacrificó Jesús, para
demostrarnos que, Nuestro Padre celestial, nos ama. En dichas celebraciones,
también le ofrecemos al Padre nuestras alegrías y tristezas, para pedirle que nos
haga buenos cristianos, y que nuestros esfuerzos sean considerados, para salvar a
quienes deseen vivir en la presencia del Dios Uno y Trino, en su Reino de paz y
amor.
Cuando los discípulos de Jesús llegaron a la playa, vieron que el Señor preparó
unas brasas, un pez, y pan. Jesús les pidió a sus amigos que llevaran algunos de
los peces que habían pescado, para que comieran todos juntos. Jesús se nos da
como alimento, y nos pide unos cuantos peces, -es decir, algo de tiempo, dinero y
amor-, para ayudarlo a concluir, la plena instauración, de su Reino de amor y paz,
entre nosotros. Jesús se nos entrega completamente, y, a pesar de que nos pide
poco, aún le damos menos de lo que necesita de nosotros.
3-11. Pedro sacó la red a tierra.
"Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento
cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red" (JN. 21, 11).
Dado que Pedro tenía una deuda pendiente con Jesús, se ofreció a sacar la red a
tierra, como diciéndole al Señor: Olvidemos mis negaciones, y empecemos nuestra
relación desde cero. No soy nada si no camino nuevamente contigo por las tierras
de Galilea. Pedro le llevó todos los peces a Jesús, indicándole que cogiera los que
quisiera, porque todos eran suyos. Este hecho es significativo porque, los 153 peces
que pescaron Pedro y sus amigos, representan al común de los cristianos, religiosos
y laicos. Tal como Pedro le presentó los peces a Jesús, el Papa debe presentarle a
Dios a toda la Iglesia, actualmente en oración, y, al final de los tiempos, de forma
presencial.
A pesar de que la red estaba llena de peces grandes, no se rompió. quizás
muchas veces pensamos que los religiosos y laicos somos trabajadores de la viña
del Señor muy deficientes. Es verdad que somos pecadores y a veces nos falta la
fe, pero no debemos olvidar que en ciertas circunstancias carecemos de medios
humanos para cumplir la voluntad de Dios.
3-12. Conozcamos profundamente al Señor, para celebrar la Eucaristía, sin dudas
de fe, referentes a Nuestro Salvador.
"Jesús les dice: "Venid y comed." Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle: "¿Quién eres tú?", sabiendo que era el Señor" (JN. 21, 12).
Recibir a Jesús en la Eucaristía, significa que lo aceptamos para que nos alivie los
sufrimientos que nos caracterizan, y que nos comprometemos a imitar su conducta,
a fin de ayudar a quienes necesitan nuestras dádivas espirituales y materiales.
Puede sucedernos que tengamos muchas dificultades, y que no nos sea fácil vivir
siendo seguidores de Jesús, porque no siempre es fácil hacer el bien, especialmente
si, quienes debemos beneficiar, se han portado mal con nuestros familiares y
amigos queridos, o con nosotros. Necesitamos tener un profundo conocimiento de
Jesús y mucha fe, para celebrar la Eucaristía, haciendo de Jesús consuelo de
nuestras aflicciones, y comprometiéndonos, a imitar, la conducta, de Nuestro
Redentor.
3-13. El alimento eucarístico.
"Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez" (JN. 21,
13).
Los primeros cristianos, en vez de celebrar la Eucaristía con pan y vino, la
celebraban, con pan, y, un pez. San Juan no nos dice que Jesús comió con sus
amigos, porque el Señor no estaba sujeto a las necesidades características
nuestras. Jesús preparó la mesa para sus amigos, y los alimentó, no con pan y
peces ordinarios, sino, consigo mismo. Después de comulgar, los amigos de Jesús
estaban preparados, para llevar a cabo la misión, que el Mesías les encomendó.
¿A qué nos encontramos dispuestos cuando recibimos a Jesús en la Eucaristía?
3-14. Según San Juan, Jesús Resucitado, se les apareció tres veces, a sus
discípulos.
"Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de
resucitar de entre los muertos" (JN. 21, 14).
Tal como vimos el Domingo II de Pascua, Jesús se les apareció a sus discípulos al
atardecer del primer día de la semana (JN. 20, 19-23), los hizo receptores de los
dones del Espíritu Santo, y los comisionó para que predicaran el Evangelio. Ocho
días después, Jesús se les volvió a aparecer a sus seguidores (JN. 20, 26-29), para
confirmar a Tomás en la fe, y demostrarles a sus discípulos, que debemos trabajar
para salvarnos en racimo, ya que nos es difícil salvarnos individualmente. La
tercera aparición del Señor a sus discípulos, se contiene en el capítulo 21 del cuarto
Evangelio.
3-15. Jesús interrogó a Pedro.
"Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: "Simón de Juan, ¿me
amas más que éstos?" Le dice él: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Le dice
Jesús: "Apacienta mis corderos"" (JN. 21, 15).
Jesús no le preguntó a Pedro si lo amaba como cualquiera de sus seguidores, sino
si lo amaba más que sus compañeros. Ello obedece al hecho de que la autoridad
cristiana no debe ser ejercida buscando la obtención de beneficios personales, sino
intentando lograr que, los subordinados, crezcan espiritualmente.
Jesús le preguntó a Pedro si hizo de Él el amor de su vida, pero el citado discípulo
le respondió que lo amaba como un gran amigo, pues, después de haberlo negado
tres veces, no se atrevía a manifestarle que lo amaba más que a sí mismo, por
temor a que sus palabras carecieran de credulidad, para su Maestro. Pedro no se
atrevía a pedirle a Jesús que lo perdonara por haberlo negado, porque no sentía
que merecía ser tenido como amigo del Mesías, a pesar de que, lo que más
deseaba, era estar junto a su Rabí.
Jesús le dijo a Pedro que apacentara sus corderos, los cuales son la
representación del clero. Pedro debía gobernar la Iglesia según el querer de Jesús,
sin prescindir de los religiosos, ni de los creyentes de base. Pedro no debía
gobernar la Iglesia tal como los poderosos gobiernan muchos países sin tener en
cuenta a sus subordinados, pues no debía trabajar para enriquecerse a sí mismo,
sino para enriquecer a la Iglesia espiritualmente.
3-15. Jesús interrogó a Pedro por segunda vez.
"Vuelve a decirle por segunda vez: "Simón de Juan, ¿me amas?" Le dice él: "Sí,
Señor, tú sabes que te quiero." Le dice Jesús: "Apacienta mis ovejas"" (JN. 21, 16).
Al llamar Jesús a Pedro "hijo de Juan", quiso que, el citado discípulo, le dijera que
era el amor de su vida. Cuando Pedro negó a Jesús actuó impulsado por su humano
instinto de conservación, pero, desde aquel día en adelante, debía actuar,
impulsado por el Espíritu Santo, para poder llevar a cabo, la misión que el Mesías le
encomendó.
Las ovejas que Pedro debía apacentar, representaban a los cristianos laicos.
Pedro debía gobernar la Iglesia en comunión con los religiosos, para evangelizar a
la humanidad. Los religiosos, al trabajar en comunión con el Papa, deben hacer
todo lo que esté a su alcance, para que, los cristianos laicos, nos relacionemos con
el Dios Uno y Trino, y tengamos una fe inconmovible en Él.
3-16. Jesús interrogó a Pedro por tercera vez.
"Le dice por tercera vez: "Simón de Juan, ¿me quieres?" Se entristeció Pedro de
que le preguntase por tercera vez: "¿Me quieres?" y le dijo: "Señor, tú lo sabes
todo; tú sabes que te quiero." Le dice Jesús: "Apacienta mis ovejas" (JN. 21, 17).
Pedro se entristeció cuando Jesús lo interrogó por tercera vez, porque ello le
confirmó su indignidad de ser seguidor de Jesús, lo cual hacía que su vida careciera
de sentido. Lo que Jesús pretendió al interrogar a su amigo con tanta insistencia,
fue que Pedro se atreviera a decirle lo que pensaba. Pedro le dijo a Jesús que Él lo
sabe todo, y que, a pesar de haberlo negado, era el amor de su vida, y que quería
demostrarle, que jamás lo volvería a negar, porque, fallarle al Señor, consistía, en
traicionarse a sí mismo. Es impresionante constatar cómo la fe de Pedro en Jesús
se fortaleció, a partir del hecho de haber negado al Señor, y de haber sentido,
posteriormente, que, su vida lejos de Jesús, era inútil. ¡Qué admirable ejemplo de
fe ha llegado a ser Pedro para los que no vivimos inspirados en nuestra fe ni nos
atrevemos a predicar el Evangelio abiertamente!
Pedro recibió por segunda vez el encargo de apacentar las ovejas del Buen
Pastor. Esta es la causa por la que muchos católicos tenemos la costumbre de orar
por el Papa y los religiosos, ya que tienen una gran responsabilidad sobre sí.
3-17. ¿De qué manera se demostró Pedro a sí mismo que su fe en Jesús era
firme?
""En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas
adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te
ceñirá y te llevará adonde tú no quieras." Con esto indicaba la clase de muerte con
que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: "Sígueme"" (JN. 21, 18-19).
Jesús le anunció a Pedro la muerte con que se iba a demostrar la fortaleza de la
fe que lo caracterizaba, y con la que iba a glorificar a Dios. Pedro no quiso sufrir por
sufrir, pero necesitó dejarse asesinar, para saldar la deuda que tenía con el Señor.
Quizás nos gusta probar el amor y la fe de los demás, pero no tenemos la
costumbre de probarnos a nosotros mismos, lo cual convirtió a Pedro, en un gran
ejemplo de fe a imitar, para los seguidores de Jesús, de todos los tiempos.
El Evangelio de hoy termina con unas palabras que Jesús le dijo a Pedro, las
cuales nos son aplicables. "Sígueme." ¿Seguiremos a Jesús con todas las
consecuencias que ello implica?
3-18. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-19. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto
evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el
fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en JN. 21, 1-19 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿A qué hechos hace referencia el texto de JN. 21, 1?
¿Por qué se les apareció Jesús a sus discípulos en Galilea en el texto que estamos
considerando?
¿Por qué no se les manifestó Jesús a sus amigos en Jerusalén?
¿Por qué se les manifestó Jesús a sus discípulos en la playa, y no lo hizo en
medio del mar?
¿Qué representan el mar y la playa en la simbología joánica?
3-2.
3-2-1.
¿Por qué se les apareció Jesús a siete discípulos, en vez de manifestárseles a los
Once?
¿Por qué estaban encabezados dichos discípulos por Pedro?
¿A quiénes representaba Pedro en el cuarto Evangelio?
¿Significa el hecho de que Pedro es la piedra sobre la que fue fundada la Iglesia
que el citado Apóstol del Señor debía gobernar la institución de Jesucristo sin contar
con el Mesías?
¿Qué modelo de conducta debía imitar Pedro para gobernar la Iglesia?
¿Qué significa el hecho de que las puertas del Hades no prevalecerán contra la
Iglesia?
¿Qué significan las llaves que Jesús le entregó a Pedro?
¿Qué significa el poder de atar y desatar que Jesús le dio a Pedro?
3-2-2.
¿En qué sentido era admirable e incompleta la fe de Tomás al mismo tiempo?
¿Qué podemos aprender partiendo de la duda de Tomás que aparece en JN. 14,
4-6, la cual también puede caracterizarnos?
¿Resolvió Jesús la duda que Tomás tenía con respecto a su Resurrección
empíricamente?
¿Qué debemos hacer para resolver nuestras dudas de fe, y vivir como buenos
cristianos?
¿Qué significa el hecho de que Tomás aparezca después de Pedro en la lista de
los discípulos que vieron a Jesús Resucitado?
3-2-3.
¿A quiénes representa Natanael en el cuarto Evangelio?
¿Qué significa el hecho de que Jesús vio a Natanael debajo de la higuera?
¿Por qué creyó Natanael en Jesús, y lo reconoció como Maestro, Hijo de Dios, y
Rey de Israel?
3-2-4.
¿Quién puede ser el discípulo anónimo que aparece en el cuarto Evangelio, y a
quiénes representa?
¿Por qué nos dice San Juan que el citado discípulo anónimo de quien habla en su
Evangelio era amado por el Señor?
¿Por qué le encomendó Jesús al discípulo anónimo el cuidado de María, y qué
significado tiene tal hecho para los católicos?
3-2-5.
¿Por qué San Juan hizo que la figura del discípulo anónimo no destacara en la
lista de los siete discípulos excepcionalmente?
¿A quiénes representaban los dos discípulos anónimos mencionados en JN. 21, 2?
3-3.
¿Puede llevar a cabo la Iglesia la misión que le fue encomendada por Jesús
prescindiendo del Señor?
¿Qué nos indica el hecho de que Pedro permitiera que sus compañeros fueran a
pescar con él?
¿Por qué no les era suficiente a los discípulos el hecho de saber que Pedro
conducía la nave de la Iglesia para sentirse capacitados para llevar a cabo la misión
que les fue encomendada por Jesús?
¿Qué significan las expresiones "la nave de la Iglesia" y "la barca de Pedro"?
¿Por qué los discípulos pudieron subir a la barca sin caerse al mar?
Si la Iglesia fue instituida por Jesús, y por ello es una comunidad estable, ¿cómo
se explica el hecho de que, si los discípulos recibieron el Espíritu Santo según
recordamos el Domingo II de Pascua, no creyeran en Jesús?
¿Por qué se le añadió el capítulo 21 al cuarto Evangelio, tiempo después de que
San Juan concluyera la redacción de su primera obra?
¿Qué significa el hecho de que los discípulos no consiguieron pescar, a pesar de
que trabajaron unidos, y siendo gobernados por Pedro?
¿Qué nos sucederá si pretendemos vivir nuestra fe particular prescindiendo del
Dios Uno y Trino?
¿Qué necesitaban los discípulos -y nos es necesario a nosotros- para que la
Iglesia no se extinga?
¿Por qué perdieron la fe muchos creyentes en Jesús durante las primeras décadas
de existencia de la Iglesia?
¿Por qué afirmó San Juan que la salvación no procede de ninguna religión, sino
de Cristo?
Si la salvación no procede de la Iglesia, ¿por qué insistió San Juan en JN. 20, 24-
29 en el hecho de que permanezcamos unidos a nuestras comunidades de fe?
¿Qué significa el hecho de que los discípulos de Jesús intentaron pescar en vano
durante la noche?
¿Qué significa la noche en el cuarto Evangelio?
3-4.
¿Qué significa el hecho de que los discípulos vieron a Jesús cuando amaneció?
¿Qué significa el día en el cuarto Evangelio?
¿En qué sentido es Jesús la luz del mundo?
¿Por qué desea Jesús que seamos sal de la tierra y luz del mundo según MT. 5,
13-16, y qué significa tal hecho?
¿Cómo podremos llegar a ser sal de la tierra y luz del mundo?
¿Dónde podremos encontrarnos con Jesús para convertir nuestro entorno en
territorio de misión?
¿En qué consisten las diversas vocaciones de los cristianos?
¿Cómo podremos llegar a ser testigos de Jesús según HCH. 1, 8?
¿Cómo explicas el hecho de que Jesús no fue conocido por sus discípulos?
¿Reconocemos a Jesús en la Eucaristía, en nuestros prójimos, -especialmente en
los que sufren-, y en nuestra vida?
¿Reconocemos a Jesús en la Iglesia, y a dicha institución, como la fundación de
Jesucristo?
3-5.
¿Cuáles son las razones por las que los pescadores respondieron la pregunta que
Jesús les hizo secamente, por causa de su agobio y tristeza?
¿Detectamos las señales que Jesús lleva a cabo en el mundo y en nuestra vida, o
no sabemos que el Señor cuida de que seamos purificados y santificados?
3-6.
¿Por qué les dijo Jesús a sus amigos que echaran la red a la derecha?
¿Con qué propósitos fueron escritas las pescas milagrosas de LC. 5, 1-11 y JN.
21?
¿Sentimos que la instrucción de Jesús nos es útil para ser mejores cristianos?
3-7.
¿Por qué debería haber reconocido Pedro a Jesús antes de que lo hiciera Juan?
¿Por qué reconoció Juan a Jesús y le comunicó tal hecho a Pedro?
¿Qué enseñanzas extraemos del hecho de que el discípulo anónimo reconociera a
Jesús antes de que lo hiciera Pedro?
3-8.
¿Qué significa el hecho de que Pedro se puso la túnica antes de saltar de la barca
al mar para ir al encuentro de Jesús?
¿Por qué se lanzó Pedro al mar, si el mar representa el mundo y el poder del
mal?
¿Por qué negó Pedro a Jesús?
3-9.
¿Por qué fue Pedro el único discípulo de Jesús que saltó al mar para ir al
encuentro del Señor?
3-10.
¿Qué recordamos en las celebraciones eucarísticas, y qué le ofrecemos a Dios
durante las mismas?
¿Por qué le ofrendamos a dios nuestra vida en las celebraciones eucarísticas?
¿Qué nos concede Jesús en las celebraciones eucarísticas, y qué nos pide durante
las mismas?
¿Somos conscientes de que lo que Jesús nos pide no es para Él, sino para que
podamos crecer espiritualmente?
3-11.
¿Por qué corrió Pedro a sacar la red a tierra?
¿A quiénes representan los 153 peces pescados por los discípulos?
¿Qué significa el hecho de que la red no se rompió, a pesar de que contenía
muchos peces grandes?
3-12.
¿Qué significa el hecho de que recibimos a Jesús en la Eucaristía, y a qué nos
compromete ello?
¿Por qué necesitamos conocer, creer y amar sinceramente a Jesús, para ser
dignos de celebrar la Eucaristía, y ser buenos cristianos?
3-13.
¿Comió Jesús con sus discípulos?
¿Qué alimento les dio Jesús a sus seguidores?
¿A qué nos encontramos dispuestos cuando recibimos a Jesús en la Eucaristía?
3-14.
¿Con qué propósitos se les manifestó Jesús a sus discípulos en JN. 20, 19-23, y
en JN. 20, 26-29?
3-15.
¿Con qué propósito interrogó Jesús a Pedro tres veces?
¿Por qué quiso Jesús que Pedro le dijera que hizo de Él el amor de su vida?
¿Cómo debe ser ejercida la autoridad cristiana, y en qué se diferencia la misma
del poder añorado por mucha gente?
¿Por qué no se atrevió Pedro a decirle a Jesús que lo amaba más que a nadie?
¿Por qué no se sentía Pedro con fuerza para pedirle a Jesús que lo perdonara por
haberlo negado?
¿Quiénes están representados por los corderos de Jesús?
3-15.
¿Cómo actuó Pedro durante los años que se prolongó el Ministerio público de
Jesús, y cómo actuó, a partir del día en que se sintió perdonado por el Señor, y
reincorporado a la comunidad creyente?
¿A quiénes representan las ovejas de Jesús?
¿Por qué deben los religiosos trabajar en comunión con el Papa?
3-16.
¿Por qué se entristeció Pedro cuando Jesús lo interrogó la tercera vez?
¿Qué pretendió Jesús al interrogar a Pedro tres veces?
¿Por qué oramos los católicos por el Papa y los religiosos?
3-17.
¿De qué manera se demostró Pedro a sí mismo que su fe en Jesús era firme?
¿Con qué palabras de Jesús concluyó San Juan el Evangelio de hoy?
¿Seguiremos a Jesús con todas las consecuencias que ello implica?
5. Lectura relacionada.
Lee LC. 5, 1-11.
6. Contemplación.
Contemplemos a los amigos de Jesús resignados pensando que no sabían cómo
llevar a cabo la misión del Señor, porque creían que la misma había fracasado. A
nosotros nos puede suceder lo mismo que les ocurrió a los amigos de Jesús.
Cuando pensamos en nuestra carencia de fe, y que en nuestro entorno hay poca
gente que viva inspirada en el cumplimiento de la voluntad de Dios, podemos
dejarnos arrastrar fácilmente por el desánimo.
Contemplemos a Pedro pescando en vano con sus amigos. Quizás podemos caer
en la tentación de vivir nuestra propia fe, sin contar con el cumplimiento de la
voluntad de Dios. Con el paso del tiempo, tal pretensión nuestra, fracasará
estrepitosamente.
Cuando Pedro supo que Jesús lo esperaba en la playa, se tiró de la barca, para
encontrarse con su Maestro. Quizás después de vivir unos intensos ejercicios
espirituales, hemos deseado fervientemente observar la conducta de Jesús, y, poco
tiempo después, hemos sido víctimas, de un gran desánimo.
Seamos imitadores del discípulo anónimo que, aunque no se tiró al mar para ir al
encuentro de Jesús, su fe no flaqueó, porque se reunió con el Señor, junto a sus
compañeros de ministerio, y al común de los laicos. Trabajemos en la viña del
Señor a un ritmo que no nos ocasione la pérdida de la fe, por falta de instrucción
religiosa, ni de vivencias comunitarias, ni por agotamiento.
La Eucaristía es el centro de la vida de los católicos. Dejémonos servir por Jesús,
y sirvamos al Señor, en nuestros prójimos los hombres.
La Iglesia es una comunidad compuesta por el sucesor de San Pedro, y los
corderos y ovejas del Señor. Sirvamos al Dios Uno y Trino desde la posición que
ocupamos, haciendo de Jesús el amor de nuestra vida, y de nuestros prójimos los
hombres, la familia por cuya purificación y santificación, debemos llevar a cabo,
nuestros mejores esfuerzos.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en JN. 21, 1-19.
Comprometámonos a rezar el Padre nuestro meditando lentamente la oración que
nos enseñó Jesús, pidiéndole al Dios Uno y Trino, que pronto llegue el día en que,
todos los cristianos de las diversas denominaciones existentes, constituyamos una
sola familia.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Padre nuestro que estás en el cielo, que deseas que la humanidad sea una
comunidad de hermanos: ayúdanos a no cansarnos a la hora de llevar a cabo
nuestros mejores esfuerzos, para que cada día seamos más, los que te amemos
sinceramente, y demostremos este hecho, sirviendo a la humanidad,
desinteresadamente.
9. Oración final.
Lee los Salmos 132-134, pensando en cómo servirás al Señor, y sintiéndote
dichoso, de tu sentido de permanencia a la Iglesia fundada por Jesús.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
joseportilloperez@gmail.com