Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo de Pascua,
Semana No. 2, Sábado
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Eligieron a siete hombres llenos de espíritu * Que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. * Vieron a
Jesús caminando sobre el lago
Textos para este día:
Hechos 6,1-7:
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se
quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el suministro diario no
atendían a sus viudas. Los Doce convocaron al grupo de los discípulos y les dijeron:
"No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la
administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de
buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea:
nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra." La propuesta
les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu
Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de
Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos
orando.
La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho el número de
discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
Salmo 32:
Aclamad, justos, al Señor, / que merece la alabanza de los buenos. / Dad gracias al
Señor con la citara, / tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R.
Que la palabra del Señor es sincera, / y todas sus acciones son leales; / él ama la
justicia y el derecho, / y su misericordia llena la tierra. R.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, / en los que esperan en su
misericordia, / para librar sus vidas de la muerte / y reanimarlos en tiempo de
hambre. R.
Juan 6,16-21:
Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al lago, embarcaron y empezaron a
atravesar hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había
alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado
unos cinco o seis kilómetros, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca,
caminando sobre el lago, y se asustaron. Pero él les dijo: "Soy yo, no temáis."
Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde
iban.
Homilía
Temas de las lecturas: Eligieron a siete hombres llenos de espíritu * Que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. * Vieron a
Jesús caminando sobre el lago
1. La Realidad de la Iglesia
1.1 Si otros pasajes nos han presentado una imagen como embellecida de la
primera comunidad cristiana, este pasaje de la primera lectura de hoy nos ayudará
a cambiar, o mejor, completar esa perspectiva. Ya asoman las tensiones entre
cristianos y también la preocupación por los bienes materiales; es decir, los
antiguos temas del poder y del dinero.
1.2 ¿Significa esto que la redención es inútil o que la pecaminosidad es invencible?
Más bien esto nos enseña que es un error considerarnos "ya" salvados. Es verdad
que algo maravilloso y único ha llegado a nosostros con la gracia de creer pero de
algún modo esa es una especie de semilla que necesita ser alimentada, guardada
de mala hierba y cuidada hasta su plena madurez.
1.3 De ese conflicto nació un servicio concreto, un ministerio específico, que al paso
del tiempo habría de constituir el diaconado en la Iglesia. Sabemos que fue un
proceso y que estos primeros siete hombres no eran exactamente lo que pueden
ser los que hoy se ordenan diáconos; sin embargo, es evidente también que hay
una realidad de servicio institucional y que hay una intervención específica de los
apóstoles para pedir una gracia particular y permanente a favor de los que eran
"ordenados."
1.4 Textos posteriores van a mostrar que estos primeros diáconos realizaron
muchas más cosas además de aquel servicio elemental aunque muy simbólico de
"atender las mesas." Serán ministros de la palabra y enviados del Espíritu Santo y
de la Iglesia para atraer a nuevos fieles y para formar poco a poco nuevas
comunidades de creyentes. Así nos enseñaba Dios la riqueza del ministerio
ordenado en clave de servicio, de autoridad y de envío, en orden a comunicar a
todos los bienes del cielo.
2. "No Tengan Miedo... Soy Yo", Una Meditación de Juan Pablo II
2.1 Cristo dirigió muchas veces esta invitación a los hombres con que se
encontraba. Esto dijo el Ángel a María: "No tengas miedo" (cfr. Lucas 1,30). Y esto
mismo a José: "No tengas miedo" (cfr. Mateo 1,20). Cristo lo dijo a los Apóstoles, y
a Pedro, en varias ocasiones, y especialmente después de su Resurrección, e
insistía: "¡No tengáis miedo!"; se daba cuenta de que tenían miedo porque no
estaban seguros de si Aquel que veían era el mismo Cristo que ellos habían
conocido. Tuvieron miedo cuando fue apresado, y tuvieron aún más miedo cuando,
Resucitado, se les apareció. Esas palabras pronunciadas por Cristo las repite la
Iglesia. Y con la Iglesia las repite también el Papa. Lo ha hecho desde la primera
homilía en la plaza de San Pedro: "¡No tengáis miedo!" No son palabras dichas
porque sí, están profundamente enraizadas en el Evangelio; son, sencillamente, las
palabras del mismo Cristo.
2.2 ¿De qué no debemos tener miedo? No debemos temer a la verdad de nosotros
mismos. Pedro tuvo conciencia de ella, un día, con especial viveza, y dijo a Jesús:
"¡Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador!" (Lucas 5,8). Pienso que no
fue sólo Pedro quien tuvo conciencia de esta verdad. Todo hombre la advierte. La
advierte todo Sucesor de Pedro. La advierte de modo particularmente claro el que,
ahora, le está respondiendo. Todos nosotros le estamos agradecidos a Pedro por lo
que dijo aquel día: "¡Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador!" Cristo le
respondió: "No temas; desde ahora serás pescador de hombres" (Lucas 5,10). ¡No
tengas miedo de los hombres! El hombre es siempre igual; los sistemas que crea
son siempre imperfectos, y tanto más imperfectos cuanto más seguro está de sí
mismo. ¿Y esto de dónde proviene? Esto viene del corazón del hombre, nuestro
corazón está inquieto; Cristo mismo conoce mejor que nadie su angustia, porque
"Él sabe lo que hay dentro de cada hombre" (cfr. Juan 2,25).
Fr. Nelson Medina, O.P.