Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo C, Tiempo de Pascua,
Domingo de la Semana No. 3
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo * Te
ensalzaré, Señor, porque me has librado. * Digno es el Cordero degollado de recibir
el poder y la riqueza * Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el
pescado
Textos para este día:
Hechos de los apóstoles 5, 27b-32. 40b-41:
En aquellos días, el sumo sacerdote interrogó a los apóstoles y les dijo: "¿No os
habíamos prohibido formalmente enseñar en nombre de ése? En cambio, habéis
llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la
sangre de ese hombre."
Pedro y los apóstoles replicaron: "Hay que obedecer a Dios antes que a los
hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis,
colgándolo de un madero. la diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador,
para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto
somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen."
Prohibieron a los apóstoles hablar en nombre de Jesús y los soltaron. Los apóstoles
salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre de
Jesús.
Salmo 29:
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se
rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la
fosa. R.
Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura
un instante, su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la
mañana, el júbilo. R.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en
danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. R.
Apocalipsis 5, 11-14:
Yo, Juan, en la visión escuché la voz de muchos ángeles: eran millares y millones
alrededor del trono y de los vivientes y de los ancianos, y decían con voz potente:
"Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la
fuerza, el honor, la gloria y la alabanza."
Y oí a todas las criaturas que hay en el cielo, en la tierra, bajo la tierra, en el mar -
todo lo que hay en ellos-, que decían: "Al que se sienta en el trono y al Cordero la
alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos."
Y los cuatro vivientes respondían: "Amén."
Y los ancianos se postraron rindiendo homenaje.
Juan 21, 1-19:
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de
Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de
Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar."
Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo."
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya
amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían
que era Jesús.
Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis pescado?"
Ellos contestaron: "No."
Él les dice: "Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis."
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel
discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor."
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se
echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de
tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les
dice: "Traed de los peces que acabáis de coger."
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces
grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice: "Vamos, almorzad."
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien
que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar
de entre los muertos. Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: "Simón, hijo
de Juan, ¿me amas más que éstos?" Él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te
quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis corderos." Por segunda vez le pregunta:
"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le contesta: "Sí, Señor, tú sabes que te
quiero." Él le dice: "Pastorea mis ovejas." Por tercera vez le pregunta: "Simón, hijo
de Juan, ¿me quieres?" Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si
lo quería y le contestó: "Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero." Jesús le
dice: "Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías
e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te
ceñirá y te llevará adonde no quieras." Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba
a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: "Sígueme."
Homilía
Temas de las lecturas: Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo * Te
ensalzaré, Señor, porque me has librado. * Digno es el Cordero degollado de recibir
el poder y la riqueza * Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el
pescado
1. Aprender a Alabar
1.1 Este tiempo de Pascua es como una prolongada contemplación de la gloria de
Cristo y de su victoria. El Señor vive, se ha levantado de entre los muertos, y como
él mismo dijo, una vez levantado, ha atraído a todos y a todo hacia sí. Cristo se
levanta y con él el pueblo que confía en su Nombre; Cristo se levanta y su victoria
da unidad a la creación ya renovada, para presentarla como ofrenda solemne en el
altar del cielo.
1.2 Pascua es el tiempo más propicio para reunir nuestras voces con los coros de
los ángeles en el cielo. A todo lo largo de la Pascua descubrimos de manera nueva
que no hay sino una Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, o mejor: el Cristo total,
como gustaba de decir san Agustín de Hipona. Tales la grandiosa visión de la que
escuchábamos en el texto de la segunda lectura: << Y todas las criaturas del cielo
y de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, oí que también decían: Al que está
sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de
los siglos.>>
1.3 Y así como durante la Cuaresma nos ejercitábamos en el ayuno y el
arrepentimiento de nuestras culpas, ahora, llegada la Pascua, se nos invita a
ejercitarnos en la alabanza y en la acción de gracias, porque una cosa es cierta:
tanto necesita nuestro corazón aprender a alegrarse en el bien como necesita
aprender a rechazar el mal.
2. Amor del Bueno
2.1 Los apóstoles ciertamente habían aprendido muy bien estas lecciones, pues,
después de ser injusta y cruelmente azotados <> como oímos en la primera lectura
de hoy. Fortalecidos por el don del Espíritu Santo, fueron capaces no sólo de dar
testimonio sino de sufrir, e incluso gozarse en el sufrimiento, como un modo
máximo de dar testimonio de Aquel que les concedía tal fortaleza y tal alegría.
2.2 Todo, pues, depende de la calidad de amor que nos mueve, como lo muestra el
evangelio de hoy. Tres veces negó Pedro a Jesús, cuando llegaba la hora suprema
de la dolorosa Pasión; tres veces preguntó Jesús a Pedro si le amaba, cuando la
tormenta había ya pasado. Aquel testimonio de amor tenía una razón de ser muy
clara: sanar las heridas que habían causado el miedo, la vanidad y el orgullo.
2.3 Y de aquí podemos tomar una segunda lección muy importante sobre el sentido
del tiempo pascual: buscar amor que sea digno de ese nombre. De hecho, el
tiempo pascual es como un inmenso arco tendido entre la Resurrección del Señor y
Pentecostés. Estos límites cronológicos tienen una razón de ser: tanto la
resurrección como la efusión maravillosa del Espíritu Santo son las más grandes
expresiones del amor que vence sobre el pecado y la muerte.
Fr. Nelson Medina, O.P.