III Semana de Pascua
Lunes
Con la aceptación de Jesús realizamos la obra de Dios, por la fe
“Al día siguiente, la multitud que estaba al otro lado del mar
vio que no había allí más que una sola barca, y que Jesús no había
subido a la barca con sus discípulos, sino que éstos se habían
marchado solos. Llegaron otras barcas de Tiberíades, junto al lugar
donde habían comido el pan después de haber dado gracias el
Señor: Cuando vio la multitud que Jesús no estaba allí ni tampoco
sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún buscando
a Jesús. Y al encontrarle al otro lado del mar, le preguntaron:
Maestro, ¿cuándo llegaste aquí? Jesús les respondió: En verdad, en
verdad os digo que vosotros me buscáis no por haber visto los
milagros, sino porque habéis comido de los panes y os habéis
saciado. Obrad no por el alimento que perece sino por el que
perdura hasta la vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre,
pues a éste lo confirmó con su sello Dios Padre. Ellos le
preguntaron: ¿Qué haremos para realizar las obras de Dios? Jesús
les respondió: Esta es la obra de Dios, que creáis en quien Él ha
enviado” (Juan 6,22-29).
1. El Evangelio (Jn 6,22-29) nos muestra el ambiente después de la
tempestad calmada: al día siguiente la gente, que se había quedado a
la otra parte del lago, notó que allí había sólo una barca y que Jesús
no había subido a ella con sus discípulos, pues éstos se habían ido
solos. Entretanto, llegaron otras barcas de Tiberíades y atracaron
cerca de donde habían comido el pan después que el Señor dio
gracias. Cuando la gente vio que no estaban allí ni Jesús ni sus
discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de
Jesús ”. Como han hecho los santos, también nosotros decimos: “ buscaré
tu rostro, Señor ”. Vamos por la vida en busca de Jesús, sabiendo que Él
“nunca fall￳ a sus amigos” (Santa Teresa). Llega en el momento oportuno.
La plena confianza en Dios, da al cristiano una singular fortaleza y una
especial serenidad en todas las circunstancias. “Si no le dejas, Él no te
dejará”, decía san Josemaría Escrivá; e insistía en su oraci￳n: “Cuando
imaginamos que todos se hunde ante nuestros ojos, no se hunde nada,
porque Tú eres, Señor, mi fortaleza. Si Dios habita en nuestra alma, todo lo
demás, por importante que parezca, es accidental, transitorio. En cambio,
nosotros, en Dios, somos lo permanente”. Escuchamos el “ Soy yo, no
tengáis miedo ”, que leímos ayer cuando ya vuelve la calma.
Sigue el Evangelio de hoy: “ Lo encontraron al otro lado del lago,
y le dijeron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?». Jesús les
contestó: «Os aseguro que no me buscáis porque habéis visto
milagros, sino porque habéis comido pan hasta hartaros. Procuraos
no el alimento que pasa, sino el que dura para la vida eterna; el que
os da el hijo del hombre, a quien Dios Padre acreditó con su sello ».
Estos días vamos a leer el "Discurso sobre el Pan de Vida" que ahora Jesús
se dispone a contarnos. Después de la multiplicación de los panes y su
caminar sobre las aguas, veremos que "el pan de vida" es Jesús mismo,
“pan vivo”, y está en relaci￳n la eucaristía. Son dos líneas del discurso que
se entrelazarán, la fe en Jesús y su presencia eucarística...
Le preguntaron: «¿Qué tenemos que hacer para trabajar
como Dios quiere?». Jesús les respondió: «Lo que Dios quiere que
hagáis es que creáis en el que él ha enviado» ”. A veces queremos
hacer muchas cosas (trabajar), pero el fundamento de todo es saber por
qué vivimos, pues el pan se acaba, hay otro Pan que no se acaba, la fe y el
amor. Así pedimos en la Postcomunión: « Dios todopoderoso y eterno,
que en la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida
eterna; haz que los sacramentos pascuales den en nosotros fruto
abundante y que el alimento de salvación que acabamos de recibir
fortalezca nuestras vidas ».
Comenta San Agustín: «Jesús, a continuación del misterio o
sacramento milagroso, hace uso de la palabra, con la intención de
alimentar, si es posible, a los mismos que ya alimentó; de saciar con su
palabra las inteligencias de aquellos cuyo vientre había saciado con pan
abundante, pero es con la condición de que lo entiendan y, si no lo
entienden, que se recoja para que no perezcan ni las sobras siquiera... “ Me
buscabais por la carne, no por el Espíritu ”. ¡Cuántos hay que no buscan
a Jesús sino para que les haga beneficios temporales! Tiene uno un negocio
y acude a la mediación de los clérigos; es perseguido otro por alguien más
poderoso que él y se refugia en la iglesia. No faltan quienes piden que se les
recomiende a una persona ante la que tienen poco crédito.
«En fin, unos por unos motivos y otros por otros, llenan todos los día
la iglesia. Aprendamos a buscar a Jesús por Jesús... “Me buscabais por algo
que no es lo que yo soy; buscadme a Mí por mí mismo”. Ya insinúa ser Él
este manjar, lo que se verá con más claridad en lo que sigue... quizá
estaban esperando comer otra vez pan y sentarse otra vez, y saciarse de
nuevo. Pero Él había hablado de un alimento que no perece, sino que
permanece hasta la vida eterna. Es el mismo lenguaje que había usado con
la mujer aquella samaritana... Entre diálogos la llevó hasta la bebida
espiritual. Lo mismo sucede aquí, lo mismo exactamente. Alimento es,
pues, éste que no perece, sino que “permanece hasta la vida eterna”. De
este alimento distinto que hay que buscar, el debate se eleva hasta la
preocupación por el obrar que agrada a Dios. A las obras múltiples que los
galileos se muestran dispuestos a cumplir, Jesús opone la única "obra de
Dios", la que Dios realiza en el creyente. Esta obra es creer en Jesús como
el Enviado de Dios. Santa Teresa de Jesús nos enseña a buscar al Señor y a
creer en Él: "Porque, a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en
este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal,
que, como sea oración, ha de ser consideración; porque la que no advierte
con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quien, no lo llamo
yo oración aunque mucho menee los labios".
Dicen que hace mucho tiempo, vivía en un pueblo una aldeana muy
hermosa. Todos querían esposarla pero ella sentía que nadie le aseguraba
verdadero amor. Así, se le acerc￳ el mercader más rico diciéndole: “Te
amaré a pesar de tu pobreza”. Pero como en sus palabras no encontr￳
verdadero amor prefirió no casarse. Después se le acercó un gran general y
le dijo: “Me casaré contigo a pesar de las distancias que nos separen”. Pero
tampoco aceptó la hermosa aldeana. Más tarde se le acercó el emperador a
decirle: “Te aceptaré en mi palacio a pesar de tu condici￳n de mortal”. Y
también rehusó la muchacha a casarse porque tampoco veía en él un amor
desinteresado. Hasta que un día se le acerc￳ un joven y le dijo: “Te amaré
a pesar... de mí mismo”. Y como en sus palabras encontr￳ un amor
verdadero y sincero, optó por casarse con él. Nosotros, ¿buscamos a Jesús
por tener “pan” que nos aproveche, cosas materiales, y pensamos
conseguirlas una f￳rmula mágica que nosotros llamamos “oraci￳n”, o bien lo
hacemos por amor, de forma desinteresada? Se￱or, quiero quererte “por
ti”, “a pesar de mí mismo”, hacer las cosas por Ti, por agradarte a Ti, con la
alegría de un buen hijo que intenta hacer las cosas lo mejor que puede,
poniendo los cinco sentidos en esa labor, por amor, por cumplir tu voluntad
como nos dices hoy: « Obrad no por el alimento que perece sino por el
que perdura hasta la vida eterna .» Ayúdame, Jesús, a obrar con rectitud
de intención; es decir, con la intención recta, con la intención correcta,
porque es la que perdura, porque es la Tuya. Ayúdame a buscar en todo
momento tu voluntad, y a ponerla en práctica con todo el entusiasmo
posible (P. Cardona).
2. Los Hechos (6,8-15) nos cuenta que Esteban, lleno de gracia y de
poder, “ realizaba grandes prodigios y milagros en el pueblo ”. Unos
cuantos de la sinagoga se pusieron a discutir con él; “ pero no podían
resistir la sabiduría y el espíritu con que hablaba. Entonces
sobornaron a unos hombres ” y le montaron un falso juicio en el tribunal
supremo, acusándolo así: « Este hombre no cesa de decir palabras
contra este lugar santo y contra la ley; le hemos oído decir que ese
Jesús, el Nazareno, destruirá este lugar y cambiará las costumbres
que nos transmitió Moisés ». “ Entonces todos los que estaban
sentados en el tribunal clavaron sus ojos en él y vieron su rostro
como el rostro de un ángel ”. Mirando ese ejemplo que tenemos en el
primer mártir, « rechazamos lo que es indigno del nombre cristiano y
cumplimos lo que en él se significa » (oración del día).
3. El Salmo (119,23-24.26.29) fomenta nuestra confianza, como la
tuvo San Esteban. Hemos resucitado con Cristo y donde Él está ahí también
iremos, en este camino de la verdad, procurando seguir los mandatos del
Señor: “Aunque los jefes se reúnan y deliberen contra mí, tu siervo
medita en tus decretos; tus decretos hacen mis delicias, ellos son
mis consejeros. Te he contado mis andanzas y tú me has escuchado:
enséñame tus decretos; señálame el camino de tus mandamientos y
yo meditaré en tus maravillas. Aleja de mí el camino de la mentira y
dame la gracia de tu ley; he elegido el camino de la verdad y he
preferido tus sentencias ”.
Llucià Pou Sabaté