V Domingo de Pascua, Ciclo C
El amor, marca del discípulo
La Palabra: “Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él”;
“amaos unos a otros como yo os he amado” (evangelio).
1. Jesús ya está en vísperas de su muerte y ha experimentado la traición entre sus
mismos seguidores. Curiosamente dice que en ese fracaso él encuentra la gloria y
Dios es glorificado ¿Cómo puede ser esto si la gloria de Dios es que todos los seres
humanos vivan? Sencillamente porque Jesús de Nazaret, alcanzado y transformado
por esa voluntad del Padre, es por fin la humanidad que no se cierra en sí misma,
sino que se entrega totalmente, incluso hasta sufrir él la muerte para que todos
tengan vida. En esa entrega manifiesta la gloria de Dios y también la verdadera
gloria o realización de la humanidad.
2. Esto se aclara con lo que Jesús dice a continuación: “amaos unos a otros como
yo os he amado”. En otros lugares dice: “como el Padre me ama, os amo yo”. Dios
es amor, no sabe más que amar; y ese amor se ha manifestado en la conducta de
Jesús. El verdadero amor conlleva salir de la propia tierra, renunciar a toda
concentración egoísta diciendo a la persona amada: “quiero que vivas siempre,
seas libre y feliz”. Realizar la existencia amando de esta forma es tratar de ser
perfectos “como el Padre celestial”.
3. Pero el amor aquí no se entiende como un mandamiento más, impuesto por la
ley. Es un encargo de Jesús que tiene su garantía en la experiencia personal de que
Dios es amor, en la intimidad con Jesucristo que miró a todos desde el corazón de
Dios. Jesús quiere que miremos y nos relacionemos con los demás con el mismo
amor con que él nos miraba y se sentía unido a nosotros cuando, por mantenerse
fiel al proyecto de Dios que quiere la vida y la dignidad para todos, estaba
dispuesto a entregar la propia vida. En este amor incondicional sin discriminaciones
encontramos la identidad del cristiano..
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net