III Domingo de Pascua Ciclo C
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas:
a.- Hch. 5,27-32.40-41: Testigo de esto somos nosotros y el Espíritu Santo.
Los apóstoles son arrestados por orden del Sumo Sacerdote, y reunido el Sanedrín,
son acusados de dos cosas: desobediencia a lo que se les había mandado, y
difamación, por hacerles responsables de la muerte de Jesús. Habían desobedecido
las órdenes dadas (cfr. Hch. 4, 18-19); habían despreciado la autoridad, y por ello
debían recibir un castigo. Pedro se defiende diciendo que la obediencia a Dios, es
mayor que la debida a los hombres. Ellos obedecen, desde el momento que
predican lo que Dios hizo en Jesús, en bien de los hombres. Pedro asume la
acusación de difamación, por imputarles la responsabilidad en la muerte de Jesús,
los acusadores ni siquiera pronuncian el Nombre de Jesús, prefieren hablar de ese
Nombre, de ese hombre (v.28). Deben reconocer que toda la ciudad habla de ese
Nombre, como consecuencia de la predicación de los apóstoles. Es el
reconocimiento y glorificación de Jesús, lo que significaba, la condena de quienes le
habían dado muerte. La respuesta a la segunda acusación, Pedro responde con el
kerigma cristiano: la muerte y resurrección de Jesús. Expone dejando en claro, lo
que ellos hicieron, y lo que hizo Dios: ellos permitieron a los romanos crucificarle.
La misma Ley permitía que el criminal fuese colgado (cfr. Dt.21,22). El rechazo que
padeció Jesús de parte de ello, además de culpable, fue un error, que Dios se
encargó de manifestar, resucitándole de entre los muertos. Es el Dios de los
padres, quien resucitó a Jesús, si creen en ÉL, deberían lo mismo aceptar la
predicación de los apóstoles. Es por medio de la Resurrección, que Dios ha
constituido en príncipe y salvador a ese Hombre; príncipe en el sentido de jefe del
nuevo pueblo, como lo fue Moisés en la antigüedad. Salvador es su título, que por
medio de su muerte y exaltación concede a su pueblo el arrepentimiento y el
perdón de los pecados. Con ello, se alude al “Padre perd￳nales porque no saben lo
que hacen” (Lc. 24,34). Arrepentimiento, que más allá de ser un acto humano, es
pura gracia de Dios, y conversión constituyen el núcleo del evangelio de Lucas.
Termina Pedro, sus palabras hablando en nombre de todos los apóstoles, como
testigos oculares de evangelio que predica, junto al Espíritu Santo, que han recibido
los que le obedecen, testimonio que cuanto afirma, es verdadero por la fe que
profesan abiertamente.
b.- Ap. 5, 11-14: Digno es el Cordero degollado de recibir el poder y la
alabanza.
El texto que meditamos, tiene una pregunta que se hace el ángel. “¿Quién es digno
de abrir el rollo y de soltar sus sellos?” (v.2). El libro sellado con siete sellos está
en la mano derecha de Dios, y sólo Jesús resucitado es digno de abrir el libro y sus
sellos. El texto tiene un carácter dramático. El libro sellado simboliza la historia
humana; no es que esté escrito todo lo que va a suceder, sino que ahí se concentra
el misterio y sentido de toda la historia humana. Nadie es digno de abrirlo y de
leerlo, Juan llora por ello (cfr. Ap.5,4). Ese llanto del apóstol simboliza, la angustia
de la comunidad, que no comprende la historia, la persecución y la opresión. En
ese momento viene Jesús resucitado, como si estuviera resucitando en ese
momento: “Pero uno de los Ancianos me dice: «No llores; mira, ha triunfado el
León de la tribu de Judá, el Retoño de David; él podrá abrir el libro y sus siete
sellos.» (Ap.5,5). Aparece con las marcas de su martirio, como Cordero degollado
(cfr. Ap. 5,6) con la plenitud de su poder, de su Espíritu, y la Sabiduría de Dios.
Desaparece la angustia y vuelve la alegría, y alabanza de los santos, que irrumpe
en un cántico nuevo. Estos cánticos expresan la alegría y esperanza de los pobres;
además, ellos explican e interpretan a los oyentes, lo que está pasando o se está
revelando en ese momento. Estos cánticos tienen una gran densidad política,
representan una conciencia alternativa. Concretamente este cántico (cfr. Ap.5,9-
15), que la liturgia nos ofrece, es un himno a Jesús resucitado que puede
interpretar la historia, primero porque fue degollado, es decir por el testimonio de
su muerte. Juan usa un término económico, comprar para Dios, y luego político, el
reino. Jesús compró para Dios con su sangre, hombres y mujeres de toda raza,
pueblo y nación. Con todos ellos hizo un Reino, los constituyó en sacerdotes y
reinan sobre la tierra. Estas visiones de Juan son reales, vistas por él y los sonidos,
son escuchados por él: las huestes celestiales elevan sus voces en alabanza de
Dios. "Digno es el Cordero degollado” (v.12). En seguida, el Cordero es destacado
con el artículo definido, al decir, "el Cordero, el que fue inmolado", alude a los
sufrimientos, también de los cristianos que son perseguidos a causa de su fe (cfr.
1Jn.3, 12ss; Ap. 6,4; 13,3). Los ángeles, agregan otras cuatro cualidades en la
aclamación al Cordero a las ya mencionadas (cfr.Ap.4,11) que corresponden al
carácter de Dios, a ÉL se atribuyen de parte de los redimidos las otras tres que son
el poder, tanto físico como moral, es el Hijo eterno de Dios (cfr.1Cor.1,24);
riquezas que comparte con los suyos (cfr. Ef.3,8; 2 Cor.8,9); sabiduría que cuanta
con el nivel espiritual del hombre, lo que la política habitualmente ignora (cfr.
Ef.1,8; 3,10; Is.11,2); "fortaleza" hecha realidad en su resurrección (Ef. 6:10, 2
Tes. 1,9); "honra" merecida por el Padre y el Hijo, (Jn. 5,22-23). De la manera que
Cristo fue humillado durante su encarnación, será enaltecido durante su gloria, (cfr.
Flp. 2,5-11; Hb. 2,9); gloria que le corresponde como manifestación del Padre,
revelada durante su ministerio y que será vista en su segunda venida (cfr. Hb.1,3;
Mt.17,5; 24,30); "alabanza" lo único propio que podemos ofrecer a Aquel que lo
posee todo.
c.- Jn. 21,1-19: ¡Es el Señor! Simón, ¿me amas?
En el evangelio el protagonismo lo tiene en forma indiscutible Simón Pedro, luego
de Jesús Resucitado. Encontramos esta aparición del Resucitado a los discípulos
(vv.1-14), y luego un diálogo de Jesús con Pedro (vv.15-19). En cada una de estas
escenas, encontramos dos temas: la pesca y la comida. Mientras que en el diálogo
con Pedro, recibe el encargo de la misión pastoral, y el anuncio de su futuro
martirio en Roma. Esta es la tercera aparición de Jesús Resucitado: esta vez en las
orillas del lago de Galilea. Es reconocido por Juan, quien se lo comunica a Pedro
(v.7). Luego de no haber pescado nada durante la noche, echan las redes a la
derecha de la barca, por mandato de Jesús (v.6), y obtuvieron una gran pesca,
símbolo de la futura misión universal de la Iglesia. Ellos habían sido constituidos,
pescadores de hombres, presentado como nuevo Elías (cfr. Mc.1,17; Mt.4,19;
Lc.5,10; 7,15; 1Re.17,23;19,19-21). A la pesca siguió una cena en clave
eucarística: “Venid y comed” (v. 12), preparada por el propio Jesús, con peces y
pan. El gesto de tomar el pan en sus manos, lo mismo hizo con el pecado, y
repartirlo, recuerda la multiplicación de los panes y los peces, lo que había hecho
en la última Cena, y en la casa de Emaús (cfr. Jn. 6,1-15; 2Re. 4,42-44; Nm.
11,13.22; Dt.8,3). Qué bien queda descrito, cómo Jesús, prepara un banquete para
el cristiano. “Después de haber comido, dice Jesús a Sim￳n Pedro: “Sim￳n hijo de
Juan, ¿me amas?” (Jn.21,15ss). Este es el segundo momento, la triple confesión
de amor y de fidelidad, que hace Pedro, luego que Jesús, le pregunta si lo ama.
Esta es la gran rehabilitación de Pedro, después que lo negara en la Pasión (cfr. Jn.
18, 25-27). A cada pregunta respondi￳: “Sí, Se￱or, tú sabes que te quiero” (vv. 15-
17). Pedro, pasó el examen de amor, para ser vicario de Cristo en el pueblo, que le
fue confiado. La idea de Jesús, es preguntarle a Pedro, si lo ama con el mismo amor
que Él predicó durante su vida pública, y sobre todo, en la noche de la Última Cena,
si lo ama más que el resto de los discípulos. Pedro, lo quiere, lo siente, sabe que es
su Amigo. A la tercera pregunta, Jesús quiere profundizar esa amistad, recordarle
sus negaciones, Pedro no duda, y le confiesa su amor desde el conocimiento que
Jesús tiene de él. Como a un amigo, Jesús le confía el cuidado de su rebaño, y de
sus ovejas, es decir, la totalidad del rebaño. Deberá darles alimento y guiarlos, es
decir, dar la vida por el rebaño y ser luz para el camino. Y como su Amigo dará
gloria a Dios, como ÉL, muriendo en la Cruz. Jesús anuncia a Pedro, no sólo que lo
“atarán” y lo harán prisionero sino que, “extenderá las manos”, lo que podría
evocar la crucifixión que sufrirá Pedro al final de sus días (v. 18). La triple confesión
de amor ha superado la triple negación. Ahora Pedro está en condiciones
espirituales para poder seguir a Jesús, de ahí la llamada a seguirle que le hace, con
la misma fuerza, con que lo llamó la primera vez (cfr. Jn. 1, 42). A Pedro se le
confía la Iglesia que deberá guiar movido por el Espíritu Santo, porque Jesús lo
amaba, y encontró en él una respuesta de amor. Le anuncia su futuro testimonio de
amor en el martirio, con lo que Pedro sellará su vida dedicada a la predicación y
servicio al prójimo. Si Jesús nos hiciera esa pregunta: ¿cuál sería nuestra
respuesta? Para que se acreciente nuestro amor al Señor, debemos cultivar una
exquisita amistad con Él, por medio de la escucha de su palabra, la recepción de la
Eucaristía, poner por obra su evangelio de gracia y salvación. La Iglesia, necesita el
testimonio de amor y fidelidad a Jesucristo en cada uno de sus hijos, para sentirnos
verdaderos discípulos, amigos de Cristo, dispuestos como ÉL a dar la vida por el
prójimo. La comunidad eclesial deberá apostar por toda causa justa, servicio a la
verdad, a la libertad, al progreso humano y social, sufriendo y padeciendo por el
evangelio, como todos los apóstoles y mártires que conocemos, que beben el
mismo cáliz de Jesús. Este es el testimonio que la Iglesia y la sociedad necesitan
con urgencia. Hay que escuchar a Jesús dirigiéndose a Pedro: Sígueme (v.19).
Santa Teresa de Jesús, nos invita a cuidar la fe que tenemos en Cristo Jesús. “No
son estas almas de las que harán lo que San Pedro, de echarse en la mar (Jn.21,7),
ni lo que otros muchos santos. En su sosiego allegarán almas al Señor, mas no
poniéndose en peligros; ni la fe obra mucho para sus determinaciones. Una cosa
he notado: que pocos vemos en el mundo, fuera de religión, fiar de Dios su
mantenimiento; solas dos personas conozco yo. Que en la religión ya saben no les
ha de faltar; aunque quien entra de veras por solo Dios, creo no se le acordará de
esto. ¡Mas cuántos habrá, hijas, que no dejaran lo que tenían si no fuera con la
seguridad! Porque en otras partes que os he dado aviso he hablado mucho en estas
ánimas pusilánimes y dicho el daño que les hace y el gran bien tener grandes
deseos, ya que no puedan las obras, no digo más de éstas, aunque nunca me
cansaría. Pues las llega el Señor a tan gran estado, sírvanle con ello, y no se
arrincone; que aunque sean religiosos, si no pueden aprovechar a los prójimos, en
especial mujeres, con determinación grande y vivos deseos de las almas, tendrá
fuerza su oración, y aun por ventura querrá el Señor que en vida o en muerte
aprovechen… Así que, hijas mías, el Se￱or si os ha traído a este estado, poco os
falta para la amistad y la paz que pide la Esposa; no dejéis de pedirla con lágrimas
muy continuas y deseos. Haced lo que pudiereis de vuestra parte para que os la dé;
porque sabed que no es ésta la paz y amistad que pide la Esposa; aunque hace
harta merced el Señor a quien llega a este estado, porque será con haberse
ocupado en mucha oración y penitencia y humildad y otras muchas virtudes. Sea
siempre alabado el Se￱or que todo lo da, amén.” (Conceptos del Amor de Dios
2,29-30).