Comentario al evangelio del Martes 16 de Abril del 2013
Queridos amigos:
Hoy desplazamos la atención del movimiento de la gente al movimiento del
que Abaja del cielo". Nos da a conocer a Dios y nos da a conocer a Jesús, pues el propio
Jesús afirma a renglón seguido: "yo soy el pan de la vida".
Nos da a conocer a Dios. Es Él quien ha puesto en nosotros el "deseo", el Aprincipio
esperanza", el "sueño de Paraíso" (un paraíso que está por delante: de él habla
Apoc 22,1-5; y un paraíso que coincide simbólicamente con los cielos nuevos y la
tierra nueva en que habita la justicia). Ese deseo no puede ser colmado por las cosas. Lo
apuntábamos ayer. Tampoco puede ser cumplido por el amor de pareja, por grande que
sea. Lo dice el evangelio y lo dice la experiencia. Hay testimonios bien
significativos al respecto. Podéis hallar uno, breve y denso, en una obra que, al margen ya
de ese punto, merece ser leída. Se titula "Una pena en observación" y es de
C.S. Lewis. Quizá hayáis visto la película "Tierras de penumbra", basada en ese relato
lleno de penetrantes análisis y conducido con una lucidez y sinceridad que
sobrecogen.
Se realizan aquí las palabras que el profeta pone en labios de Yahvéh: "Yo hiero y yo
curo". El deseo es esa herida humanamente irrestañable que Dios ha abierto
en nosotros y que sólo Él puede cerrar. Los que nos consideramos creyentes mediocres y
como de segunda mano lo vislumbramos a veces; los místicos, ellas y ellos, lo
viven, narran y piensan de modo envidiable.
Dios no juega con nuestro deseo. En Él se da un movimiento descendente de respuesta. Es
la revelación que se nos hace en el pasaje de hoy: hay un pan que baja del cielo y da
vida al mundo. Ese pan es Jesús en persona. No un sucedáneo de Dios, no un espejismo de
Dios, no un dios de saldos, no una migaja que cae de la mesa de Dios: Dios en persona. Y
no cae: baja. Tampoco lo arrebatamos nosotros tras una escalada titánica,
como Prometeo arrebató el fuego de los dioses: baja. Pertenece al mundo de lo
trascendente. Está a una distancia literalmente infinita y sólo él puede salvarla.
Y la ha salvado, se ha puesto a nuestro alcance, ha bajado hasta nosotros, como bajará del
cielo, enviada por Dios, la ciudad santa, Jerusalén (Ap 21,10). Baja, como si sufriera
de bio-filia - al decir de algún teólogo - : quiere dar vida (zoé) al mundo.
Es un pan que colma el deseo y al propio tiempo lo dilata. Podemos muy bien decir que es
pan para hoy y hambre para mañana. Nos introduce en una vida de comunión que vence el
hastío y nos levanta del desfallecimiento, como a Elías lo levantó la hogaza de
pan, y la jarra de agua y, sobre todo, la palabra. Pero va a depender de nosotros mantener
vivo el deseo del encuentro y la comunión. Porque podemos dejarnos llevar de cierta
desgana, y acaso padecer de anorexia ante el pan vivo y vivificante, y podemos seguir
mendigando, como la gente de Tabga, migajas que no podrán matar el hambre ni apagar el
deseo.
Vuestro amigo.
Pablo Largo, cmf
Pablo Largo, cmf