Domingo 4 de Pascua C
“Conozco a mis ovejas y ellas me siguen” (Cfr. Jn. 10,27)
Este domingo dedicado al Buen Pastor expresa el amor universal de Cristo por todos, así como
el pastor ama a sus ovejas. El pastor las guarda celosamente y es para ellas fuente de vida y
de salvación: “yo les doy la vida eterna y no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de
mis manos” (Jn.10, 28). Privilegio enorme que exige a los hombres oír su voz y seguirlo. Oye la
voz de Jesús quien acepta el Evangelio y descubre su verdadero significado. Oye la voz de
Jesús quien escucha la voz de la Iglesia –del Papa, de los Obispos, de sus superiores- y
obedece. Oye la voz de Jesús quien atiende la voz de su conciencia y de las inspiraciones
internas. Es decir que cuando el hombre escucha todas estas voces y las traduce con
sinceridad y fidelidad en su vida, sigue verdaderamente al Señor.
El pertenecer al rebaño del Señor no es un privilegio de pocos, sino un don que se ofrece a
todos los que quieran aceptarlo. El Buen Pastor -Cristo- que ha dado su vida por todos, no
excluye a nadie. Es el hombre quien se excluye a sí mismo cuando no acepta el mensaje de la
salvación. Quien no escucha la voz de Jesús se juzga indigno de tal mensaje y por lo tanto de
la vida eterna que trae el Señor. En estos casos los creyentes deben tender las manos a sus
hermanos incrédulos, reacios o fugitivos de Dios, e invitarlos a entrar en el redil del Buen
Pastor porque el redil del Señor es un espacio abierto a todos los que quieran entrar en éste.
Su puerta es ancha e invitadora, como lo es Cristo, quien ha querido llamarse “la puerta de las
ovejas” (Jn.10, 7). Quien acepta pasar por esta puerta será siempre bien recibido y encontrará
la salvación. Esta es también la actitud de la Iglesia que expresa su carácter universal: sus
puertas están abiertas a todos los hombres de buena voluntad y esta es la base de su
fecundidad. Si bien este llamado de Jesús a escuchar su voz y seguirlo es para todos, de un
modo especial resuenan estas palabras del Buen Pastor en este domingo en que la Iglesia
reza por las vocaciones sacerdotales y religiosas. Ojalá el Señor nos bendiga con nuevas y
generosas vocaciones. Oremos para que de nuestras familias sigan saliendo jóvenes que
estén dispuestos a seguir a Jesús con una respuesta de entrega total de sus vidas por el
Evangelio.
La segunda lectura nos muestra la universalidad y la fecundidad de la Iglesia: “una
muchedumbre grande que nadie podía contar, de toda nación, tribu o pueblo y lengua” (Ap.7,
9) rinde culto día y noche a Dios en el cielo. En esta visión de San Juan aparece Jesús bajo la
figura del “Cordero-Pastor” que con su sangre ha lavado y emblanquecido las vestiduras de sus
elegidos. Entonces “los que vinieron de la gran tribulación” es decir, de los trabajos por
conservar y defender la fe en medio de los sufrimientos de la vida terrena, ya no sufrirán más,
porque el Cordero los apacentará y los guiará a las fuentes de las aguas de vida. Esta es la
vida eterna que el Pastor promete a sus ovejas. Allá no habrá llanto, lágrimas, penas, ni dolor.
Solamente habrá visión, amor y deleite de Dios.
En este día la Iglesia ora por las vocaciones sacerdotales y religiosas “porque la mies es
grande y los trabajadores son pocos”. Es necesario que las familias cristianas se hagan eco de
este llamado, rezando por las vocaciones y hablándoles a sus hijos de este tema. Las
vocaciones surgen siempre del seno de una familia, del aliento y el amor de sus padres por el
ministerio sacerdotal o la vida religiosa. Cristo está constantemente llamando porque necesita
pastores para su Iglesia. Es necesario oír su voz, abrir el corazón y lanzarse a esta aventura
evangélica. Oramos por las vocaciones sacerdotales y religiosas en toda la diócesis y en el
mundo.
Que la Virgen, Madre del Buen Pastor, nos acompañe siempre a lo largo de esta vida y nos
ayude a conseguir la vida eterna.
+ Monseñor Marcelo Raúl Martorell
Obispo de Puerto Iguazú