III Semana de Pascua
Viernes
La vida de Jesús se nos transmite por la fe y la Eucaristía, y nos da una
experiencia de Vida que podemos comunicar a otros.
«Discutían, pues, los judíos entre ellos diciendo: ¿Cómo puede éste
darnos a comer su carne? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os
digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su
sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe
mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera
bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mi y
yo en él. Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre,
así, aquél que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado
del Cielo, no como el que comieron los padres y murieron: quien
come este pan vivirá eternamente. Estas cosas dijo en la sinagoga,
enseñando en Cafarnaún. Entonces, oyéndole muchos de sus
discípulos, dijeron: Dura es esta enseñanza, ¿quién puede
escucharla?» (Juan 6, 52-60).
1. El Evangelio (Jn 6,52-59) llega al centro del discurso eucarístico,
que ilumina el misterio, cuando llegue la Última Cena, cuando los cristianos
celebren la Misa; ya les había explicado muchas cosas: “ Los judíos
discutían entre ellos: «¿Cómo puede éste darnos a comer su
carne? ». Jesús les dijo: « Os aseguro que si no coméis la carne del hijo
del hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros”.
Juan Pablo II escribió: «la Eucaristía es un don demasiado grande para
admitir ambigüedades y reducciones». El Señor insiste: “El que come mi
carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el
último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre
verdadera bebida”. Jesús, ayúdame a entenderte cuando no nos dices
que el que come tu carne “tendrá” la vida eterna en el cielo, sino “tiene ya”
la vida eterna. Ayúdame a entenderte para ver que la Eucaristía es tomar la
fuerza de Dios, comer la carne del Hijo del hombre y beber su sangre; si no
se comulga no se puede tener vida; y esta vida es la vida eterna y es la
condición para la resurrección.
“El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él.
Como el Padre que me ha enviado vive y yo vivo por el Padre, así el
que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo;
no como el que comieron los padres, y murieron. El que come este
pan vivirá eternamente »”. Jesús dirá más tarde: « Vivamente he
deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer », y es que
llevaba mucho tiempo con ese deseo. De amor serán también la “ternura”
que tengamos hacia la Eucaristía: genuflexiones pausadas y bien hechas,
incremento del número de comuniones espirituales... Y, a partir de la
Eucaristía, los hombres nos aparecerán sagrados, tal como son. Y les
serviremos con una renovada ternura (Juan Pablo II).
2. La conversión de Pablo se cuenta 4 veces en el Nuevo Testamento,
impresiona que el perseguidor pase a ser el apóstol más audaz: “ Saulo,
respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor,
se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas
de Damasco, con el fin de que si encontraba algunos que siguieran
este camino, hombres o mujeres, pudiera llevarlos presos a
Jerusalén. Yendo de camino y cerca ya de Damasco, de repente le
rodeó la claridad de una luz venida del cielo ” (Hechos 9,1-20). La
capital de Siria estaba a 230-250 km de distancia. Hay una persecución,
como hoy, quizá por ideas equivocadas, por miserias y resentimientos… En
nuestro camino, podemos ir contra Jesús, sin verle: “son también nuestras
miserias las que ahora nos impiden contemplar al Señor, y nos presentan
opaca y contrahecha su figura. Cuando tenemos turbia la vista, cuando los
ojos se nublan, necesitamos ir a la luz. Y Cristo ha dicho: ego sum lux
mundi! (Jn 8,12), yo soy la luz del mundo . Y añade: el que me sigue no
camina a oscuras, sino que tendrá la luz de la vida” (S. Josemaría Escrivá).
¡Señor, transfórmanos! ¡Señor, mira los países perseguidos! ¡Señor,
cambia nuestros corazones! Señor, ayúdanos a ver cómo tu designio puede
ir progresando misteriosamente en todas las situaciones aparentemente
opuestas al evangelio.
Cayó en tierra y oyó una voz que le decía: « Saulo, Saulo, ¿por qué
me persigues? » Los hombres que iban con él se habían detenido mudos
de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie… Saulo está a punto de sufrir
una transformación, y tendrá que pasar por la soledad que pasó Jesús en la
Pasión. Todos buscan a Jesús, se preguntan: ¿Qué hago con la vida?; ¿de
dónde vengo…? ﾿A dónde voy? ¿Me salvaré? “Ecce homo”, hemos leído en
la Pasión: “ ¡he aquí al hombre! ” Jesús es el modelo de persona: Cristo
revela el hombre al hombre y le manifiesta la grandeza de su vocación
( Gaudium et spes) , en su caminar terreno decían de él: “ porque salía de
Él una fuerza que sanaba a todos ”; y resucitado también. La humanidad
de Cristo sigue viva, en la Iglesia, por eso entiende Pablo que perseguir a
los cristianos es perseguir a Jesús, que Jesús está presente en los
cristianos, en la Iglesia: estar en ella es estar con Jesús, en ella
encontramos a Jesús. Quienes desprecian la Iglesia como Saulo reciben
estas palabras: “ yo soy Jesús, a quien tú persigues ”. “No dice –S. Beda-
¿por qué persigues a mis miembros? Sino: ¿por qué me persigues? Porque
Él todavía padece afrentas en su Cuerpo, que es la iglesia”, perseguir a la
Iglesia es perseguir a Jesús. Tener atenciones con una persona, como darle
un vaso de agua, es ayudar a Jesús. Y así cuando llevamos a una persona a
una charla de formación, a visitar el Sagrario, a rezar el Rosario o asistir a
un retiro, cuando rezamos juntos: por la piedad, Dios dice de cada uno
(imagen de su Hijo): “ este es mi hijo amado, escuchadle ”. Saulo creía
perseguir a discípulos, hombres y mujeres. Encuentra a «Jesús». Es
sorprendido por Cristo viviente, resucitado, presente en sus discípulos. « Lo
que hiciereis al más pequeño de los míos, había dicho, me lo habréis
hecho a mí .» Pablo encuentra a Jesús, en esos hombres y esas mujeres a
quienes está persiguiendo: " ¿por qué «me» persigues? " Desde el primer
día de su encuentro con Jesús, se encuentra con el Cuerpo total de Jesús:
los cristianos son el Cuerpo de Cristo, como dirá más tarde a los Romanos
(12,5): « Vosotros sois el Cuerpo de Cristo... miembros de su
Cuerpo ...». Al comer el «Cuerpo de Cristo» en la eucaristía, los cristianos
pasan a ser «cuerpo de Cristo». Gran responsabilidad la nuestra: en
nosotros hacemos visible a Cristo, somos el cuerpo de Cristo... Ayúdame,
Señor, a sacar las consecuencias concretas de este descubrimiento.
Sigue Jesús diciendo a Pablo: -“ Levántate y entra en la ciudad;
allí te dirán lo que debes hacer ». Los que lo acompañaban se quedaron
atónitos, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. Saulo se levantó del suelo, y,
aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada; lo llevaron de la mano a
Damasco, donde estuvo tres días sin ver y sin comer ni beber”. Bernardino
Herrando dice: “La conversión es mucho más que un arrepentimiento o un
clara conciencia de un mal hecho. La conversión es emprender un nuevo
camino bajo la misericordia de Dios. Y sin dejar de ser uno mismo.
Convertirse no es haber sido impetuoso y ser ahora una malva. Es ser
ahora impetuoso bajo la misericordia de Dios. Por fortuna, San Pablo se
convirtió de verdad; es decir, siguió siendo él mismo. Cambió de camino,
pero no de alma”. A San Pablo un día Dios le tiró (los pintores lo ponen
cayendo del caballo) y le explicó que la violencia que tenía era agua
desbocada. Pero no hizo de él alguien sin carácter. Siguió como era, pero
había encontrado la Verdad. Se ató porque quiso al amor de Jesús.
“ᄀCadenas de Jesús! Cadenas, que voluntariamente se dejó Él poner,
atadme, hacedme sufrir con mi Señor, para que este cuerpo de muerte se
humille... Porque -no hay término medio- o le aniquilo o me envilece. Más
vale ser esclavo de mi Dios que esclavo de mi carne” (san Josemaría).
Muchas veces nos ayuda una persona en el momento oportuno, y
aquí Dios le manda un encargo a un hombre fiel: “ Había en Damasco un
discípulo llamado Ananías, a quien el Señor llamó en una visión:
«¡Ananías!». Y él respondió: «Aquí estoy, Señor». El Señor le dijo:
« Vete rápidamente a la casa de Judas, en la calle Recta, y pregunta
por un tal Saulo de Tarso, que está allí en oración y ha tenido una
visión: un hombre llamado Ananías entraba y le imponía las manos
para devolverle la vista ». Ananías respondió: « Señor, he oído a
muchos hablar de ese hombre y decir todo el mal que ha hecho a tus
fieles en Jerusalén. Y está aquí con plenos poderes de los sumos
sacerdotes para prender a todos los que te invocan ». El Señor le dijo:
« Anda, que éste es un instrumento que he elegido yo para llevar mi
nombre a los paganos, a los reyes y a los israelitas. Yo le mostraré
cuánto debe padecer por mí ». Ananías partió inmediatamente y entró en
la casa, le impuso las manos y le dijo: « Saulo, hermano mío, vengo de
parte de Jesús, el Señor, el que se te apareció en el camino por el
que venías, para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu
Santo ». En el acto se le cayeron de los ojos como escamas, y recobró la
vista; se levantó y fue bautizado. Comió y recobró fuerzas. Y se quedó unos
días con los discípulos que había en Damasco. Y en seguida se puso a
predicar en las sinagogas proclamando que Jesús es el Hijo de Dios”.
3. El Salmo (117,1-2) canta con alegría: ¡Aleluya! Alabad al
Señor, todos los pueblos, aclamadlo, todas las naciones, pues su
amor por nosotros es muy grande y su lealtad dura por siempre ”.
Alegría porque Dios quiere que todos los hombres se salven.
Llucià Pou Sabaté