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DOMINGO 4º DE PASCUA CICLO C
Hechos 13, 14.43-52
Apocalipsis 7, 9.14-17
Juan 10, 27-30
PASTOR QUE CONOCE A SUS OVEJAS
El domingo pasado recordamos la triple pregunta que Jesús le hizo a Pedro, la triple confesión de
amor con la que Pedro responde a Jesús, las palabras del Pastor Bueno por las que, dichas tres
veces, encomienda y hace partícipe a Pedro de la misión de apacentar el rebaño de Él, de Jesús.
Hoy, 4º domingo de Pascua, proclamamos una parte de las palabras del Pastor Bueno que nos
tramite el evangelista san Juan. A través de ellas, el Pastor Bueno nos revela algo más de su
identidad, su condición divina, y la relación única que tiene con su rebaño.
Mucho hemos oído por el Papa Francisco en estas últimas semanas sobre la figura del sacerdote
como pastor. Lo que el Papa habló a los sacerdotes se difundió e hizo popular en distintas lenguas
e interesó también a los que no son ministros sagrados. El sacerdote debe ser pastor que esté
metido, mezclado con las necesidades e indigencias, no sólo religiosas, de sus ovejas. Ha de ser
“un pastor con olor a oveja” 1 . Todo el mundo lo comprendió sin dificultad y esta idea vino a cuajar,
y cayó bien, en la imagen de la Iglesia de puertas abiertas, una Iglesia que sale al encuentro de la
gente, una Iglesia más misionera.
Si Pedro es pastor lo es del rebaño de Jesús, y es Jesús el Pastor que hace pastor a Pedro y a todos
los sacerdotes de su rebaño que es la Iglesia. Y es Jesús, el Cristo muerto y resucitado, el Pastor
Bueno, el primer “pastor con olor a oveja”. Él es el Hijo de Dios que se hace hombre, débil,
sufriente, se hace hombre para acercarse a la humanidad, al encarnarse asume el olor a
humanidad, se hace oveja, cordero y así víctima inmolada por la salvación de los hombres. En el
Verbo encarnado Dios mostró querer estar cercano todo hombre y asumió sobre sus espaladas
todos los pecados como víctima sustituta que expió por todos. Muriendo y resucitando, el Pastor
Bueno salva de la muerte y da vida eterna a sus ovejas.
En el breve texto que proclamamos hoy, que es el final del discurso de Jesús del capítulo 10 de san
Juan, aparecen tres protagonistas: el Padre, el Pastor Bueno y las ovejas.
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Papa Francisco, homilía de la misa crismal, 2013.
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Veamos qué es lo que nos dice del Padre : Él es Dios, es Él quien le ha encomendado a Su Hijo el
pastoreo de las ovejas, se las ha dado, sin que dejen de ser también sus ovejas, pertenecer al
Padre, y nadie las podrá arrebatar de sus manos; que él, el Padre también es Pastor (por ello la
metáfora del Pastor, aplicada a Dios, apacentando a Israel, ya estaba en el Antiguo Testamento).
Veamos qué nos dice del Pastor Bueno , de Sí mismo: que conoce a las ovejas, que les da vida
eterna, que es el conductor a quien las ovejas deben seguir, que el Padre y Él son una misma
realidad, que es igual al Padre.
Veamos qué es lo que nos dice de las ovejas : escuchan la voz del Pastor, lo siguen, jamás morirán
ni serán arrebatas de las manos del Pastor Bueno, de las manos del Padre.
El Padre Dios y Su Hijo se conocen y aman y son uno. De la relación filial del Hijo con el Padre
participan las ovejas. Por eso dice el Pastor Bueno que Él las conoce. Las conoce y las ama, y el
conocimiento y el amor, la relación debe ser recíproca, como es entre el Padre y el Hijo. Las
conoce y las ama. Por eso dice que les da la vida eterna.
¿Por qué el pastor conoce a sus ovejas? El Papa Emérito Benedicto XVI 2 nos enseñaba a propósito
de este texto, que el pastor conoce a sus ovejas porque les pertenecen , de tal modo que conocer y
pertenecer están entrelazados. Pero las ovejas no pertenecen al pastor como pertenecen al
propietario las cosas que él posee, sino como “se pertenecen” dos personas libres que, sin dejar
de ser libres, que se aman y se aman para siempre. También en este sentido el Hijo “pertenece” al
Padre, y el Padre al Hijo, sin negar su igualdad. Así, en las relaciones entre el Padre y el Hijo, en la
Trinidad Santísima, aprende el hombre cómo ha de relacionarse Dios.
El Pastor Bueno conoce a sus ovejas y establece con cada una de ellas un relación personal única,
llama a cada cual por su nombre. Así lo hizo cuando le dijo a Simón Pedro, Simón hijo de Juan, me
amas (Juan 21,10), lo llamó por su nombre. El Pastor Bueno nos conoce, me conoce. Me conoce y
me ama. Me espera, me perdona, me salva. A mí, de una manera particular. Murió y resucitó por
todos; murió y resucitó por mí.
El Pastor conoce a sus ovejas , como el pastor, el chacarero o el peón rural, conoce a sus animales
desde que fueron paridas, desde el comienzo. Conoce a la que oveja que es fuerte y la que es
débil, enfermiza, frágil, y por ello necesita más cuidado. Conoce a la que bala y a la que es muda.
Conoce los balidos de las ovejas mejor que las ovejas la voz del pastor. Conoce la oveja gorda y
también la que hay que ayudar a alimentar. Conoce a la que renguea y la que tienen paso firme. El
pastor conoce las ovejas noqueadas por el lobo y las que hocican por las dificultades, tanto como
conoce las que perseveran en el bien. Sale a buscar la perdida pero mantienen a resguardo a
Cf. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, Buenos Aires, Planeta, 2007, págs. 329-332.
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todas. Me conoce a mí , a cada uno, estoy ante sus ojos sin máscara ni disimulo. No nos conoce
para consentirlas, es pastor y no “peinador” de ovejas, al decir del Papa Francisco 3 .
El Pastor Bueno da la vida eterna a sus ovejas . No las engorda para comérselas. Sino para darles
vida, y vida eterna. Las vivifica, nos vivifica, nos rescata de la muerte, nos hace partícipes de Su
Resurrección, nos nutre, nos alimenta. Él es nuestro pasto y alimento. ¡Consoladoras y
confortadoras palabras éstas de que las ovejas no morirán, de que no permitirá que las ovejas
jamás sean arrebatas de sus manos! Estemos tranquilos, tengamos esperanza, confianza.
Repitámonos una y otra vez estas palabras ante la tentación. Cuando tengamos miedo de caer,
cuando desesperemos del perdón de Dios : jamás seré arrebatado de sus manos.
Al Pastor Bueno debemos escucharle y seguirle. Escuchar su palabra.
Seguirle. Precisamente, en el Sagrada Escritura, la palabra pastor significa “el que conduce”, el
jefe, el que guía, el que gobierna. No nos olvidemos que, al fin de cuentas, se trata de una
metáfora, una comparación. Ante Dios Creador todos tenemos la dignidad de personas creadas a
su imagen y semejanza, dotadas de libertad. No le seguimos como los animales al cuidador de
animales. Pero tampoco seguimos al Buen Pastor como el pueblo a sus gobernantes en la sociedad
política, ni mucho menos como la masa sigue a un demagogo. En un tiempo de crisis de liderazgos,
resulta necesario adaptar esta imagen, descubrir el sentido original de la idea del “Pastor”.
El seguimiento del Pastor Bueno nos pone en actitud de misión , de salir en búsqueda de la oveja
perdida, de dejarnos conmover por rebaños sin pastores, de mirar a la humanidad entera con ojos
de pastor que sale a su encuentro para evitar que sean saqueados por ladrones o mercenarios que
no entran por la Puerta del corral sino que saltan (la Puerta es Jesús).
Es la actitud que mostraron Pablo y Bernabé cuando predicaban sea a judíos sea a paganos y no
tenían miedo de anunciar a Cristo Resucitado, a pesar de la contrariedad o las dificultades. Aunque
pasaren por alguna “gran tribulación”, como dice el Apocalipsis. Confiados en el triunfo del Pastor
que en la visión de este texto (el Apocalipsis) se ha convertido en el Cordero, inmolado sí, pero el
Cordero ahora glorificado, sentado en su trono y alabado por una multitud de justos, de pie ellos,
vestidos de blanco, lavados y purificados por la sangre de esa víctima, y con palmas victoriosas en
sus manos. Su sufrimiento ya ha acabado y Dios está enjugando sus lágrimas .
Seguir al Pastor , así invitó Jesús también a Pedro después haberle encomendado Su rebaño. Le
dijo “sígueme”. Seguirle por la Puerta de la Pascua , la muerte y la resurrección, como sucedería
con Pedro, cuya crucifixión predijo Jesús.
Cf. Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti, “El Jesuita” conversaciones con el Card. Jorge Bergoglio, Buenos
Aires, Vergara, 2010.
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Pbro. Hernán Quijano Guesalaga
Parroquia Sagrado Corazón de Jesús y Capilla San Sebastián,
Paraná (Argentina), 20 y 21 de abril de 2013