IV Domingo de Pascua, Ciclo C
PARA ENCONTRARSE CON JESÚS RESUCITADO
En la última homilía les comentaba que : “La historia de los orígenes cristianos
muestra que hasta los mismos apóstoles beneficiados en un primer momento con
las apariciones milagrosas, en el curso de su propia historia personal, prosiguieron
su mayor encuentro con Jesús Resucitado en relaciones más profundas de persona
a persona, en mayor e íntimo conocimiento de su pensamiento de Maestro, a través
de la normalidad de los habituales hechos que en sus vidas iban surgiendo. Eso sí,
movidos por un hondo deseo de encontrarse con El… con actitudes de vida que han
quedado para la humanidad de todas la épocas como paradigmas para encontrarse
personalmente con el que murió y resucitó, Jesús, el Señor. A tal punto que ha
quedado el axioma: quien busca a Jesús Resucitado lo encuentra”
La actitud que se destaca y sorprende por su sencillez, es el obrar en el nombre de
Jesús . Con la sola invocación de su nombre, Pedro devuelve un caminar sano y
normal a un paralítico. Pablo asegura la salvación a quien tenga en sus labios el
nombre de Jesús como expresión de su Fe en el Resucitado en su corazón- y en
numerosas citas más en todas la Sagradas Escrituras. Es que para la Iglesia
naciente, pronunciar el nombre de Jesús significaba un anhelo profundo de
encontrarse con el Señor resucitado. Hoy se lo invoca; pero, en la generalidad
de las veces, es una fórmula meramente ritual. Es una costumbre piadosa en lo
mejor de los casos No se lo pronuncia para encontrarlo en un tú a tú en búsqueda
sincera
Otra actitud generadora de lo que hoy llamamos Iglesia es la que distinguía
notoriamente a los primeros seguidores de Jesús. Se reunían , con suma
frecuencia, para comentarse lo que unos y otros, varones y mujeres, sabían de
Jesús. Comentaban hechos y dichos de Jesús en su vida terrenal, que los habían
presenciado o que otros testigos, dignos de toda fe, se los habían contado. Se
reunían para escucharse mutuamente sus propias experiencias o comentarlas a
otros interesados en conocer quién era ese Jesús a quien habían conocido . Se
reunían no por simple curiosidad sino porque además de conocer e intercambiar
sus experiencias en el trato con Jesús, le habían escuchado a Jesús una promesa
que la hizo con mucha firmeza: Cuantas veces se reunieran en su nombre para
orar…, es decir querer comunicarse con El …, prometía que El estaría
presente en medio de ellos 1 Las reuniones de la Iglesia naciente tenían
como el primer objetivo encontrar a Jesús que había muerto pero que había
resucitado y los acompañaba más íntimamente desde su nuevo estado de vida de
Resucitado. Los acompañaba con una presencia más personal, más poderosa, más
eficiente más gozosa, más libre y a cada instante y fuera el lugar que fuere. En
cada instante que lo buscaran lo encontraban… porque vive ahora fuera del tiempo
y del espacio. Ahora en esta nueva dimensión de glorioso resucitado los envuelve
en la plenitud de su claridad y fuerza de vida del mismísimo Dios. No hay que
solicitar turno y estar en sala de espera…Se necesitan ganas de encontrarlo y darle
1 Mateo 18,20 “ PORQUE DONDE HAY DOS O TRES REUNIDOS EN MI NOMBRE, YO ESTOY
PRESENTE EN MEDIO DE ELLOS
nuestro tiempo…nuestra atención, nuestra Fe decimos, hoy, desde que el mismo
Jesús Resucitado le regaño al apóstol Tomas que no creyera en su Resurrección
por el testimonio de sus compañeros. Resumiendo…, para encontrar a Jesús hay
que invocar su nombre con “ganas ” de encontrarlo, cuanto más “ ganas ” mejor. Hay
que darle tiempo personal en reuniones en las que se comenten dichos y hechos
suyos. Hay que hacer silencio interior…, momentos de oración, pensando en El y en
sus enseñanzas. El encuentro es de persona a persona. El que no crea que se
anime a ser la prueba un tiempo y si es perseverante tendrá la dicha de un
encuentro indescriptible y personalísimo. Los que creemos aprovechemos esta vida
para estar con Jesús que sabemos nos busca para encontrarse con nosotros .
Miguel Esteban Hesayne - Obispo
mehm@fibertel.c