“Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen”.
Jn 10, 27-30
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
JESÚS SE HACE POR NOSOTROS UN PASTOR QUE NOS LLAMA
Jesús se define como “buen pastor” que conoce y llama a sus ovejas, y como
“puerta del redil”, que es la puerta de la esperanza, porque es capaz de dar al
hombre el bien absoluto: la salvación. En esto vuelve a revelar de nuevo todo su
amor, respondiendo así, personalmente, a nuestra necesidad fundamental de oír
una voz que sea verdadera y tranquilizadora, y de caminar en comunión con
todos nuestros hermanos por un camino seguro.
Ahora bien, si Jesús se hace por nosotros un pastor que llama, nosotros
debemos tener la humilde docilidad de disponer nuestros oídos para oír su voz.
Si se hace puerta, debemos disponernos a entrar por él sin miedo y sin
vacilación. Es posible volver al pastor y guardián de nuestras almas y, al recibir
de él la vida, darla con él por las otras ovejas, hasta que “formemos todos un
solo reba￱o y un solo pastor” (Jn 10,16). Es posible, sí, pero s￳lo si confiamos
totalmente en Dios, pues la voluntad por sí sola es incapaz de vencer las insidias
del mundo y de superar las barreras del egoísmo.
Sólo el Espíritu de Jesús puede hacer percibir la cuerda locura de las
bienaventuranzas evangélicas, continuamente objeto de burlas por la cultura
dominante. Sólo él puede abrir de par en par ante nosotros los horizontes
insólitos del amor verdadero, el que sabe perder la propia vida a causa de Jesús,
para recuperarla en plenitud. Es puro don suyo que, entre los eslóganes de lo
efímero, podamos reconocer su voz como la única que sabe dar palabras de vida
eterna.
ORACION
Se￱or Jesús, “pastor bello” venido a guiarnos a los pastos de la vida, haz que se
nos conceda entrever, aunque sólo sea un instante, el fulgor de tu belleza, para
que arrebatados por ella te sigamos con ardor, sin que nunca más nada ni nadie
nos lisonjee o nos seduzca. Nuestro corazón, en efecto, está cansado y
decepcionado por las inmundicias producidas por nuestros egoísmos y busca un
sendero de esperanza.
Danos ojos para reconocerte en la inocencia de los pequeños, para admirarte en
la generosidad de los jóvenes, para estar junto a ti en la soledad de los
ancianos. Que todo hermano nuestro sea pura transparencia de tu rostro, hasta
que, después de haberte amado y servido en cada uno de ellos, gustemos la
alegría de contemplarte eternamente en la luz sin ocaso de los pastos eternos.