EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 10,22-30.
Era invierno y en Jerusalén se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo.
Jesús se paseaba en el Templo, por el pórtico de Salomón,
cuando los judíos lo rodearon y le dijeron: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en
suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente.»
Jesús les respondió: «Ya se lo he dicho, pero ustedes no creen. Las obras que hago
en el nombre de mi Padre manifiestan quién soy yo,
pero ustedes no creen porque no son ovejas mías.
Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen,
y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi
mano.
Aquello que el Padre me ha dado lo superará todo, y nadie puede arrebatarlo de la
mano de mi Padre.
Yo y el Padre somos una sola cosa.»
Comentario del Evangelio por:
Símbolo “Quicumque”, atribuido a san Atanasio (entre 430 y 500)
“El padre y yo, nosotros somos UNO”
He aquí la fe católica: veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en la
unidad, sin confundir a las personas, sin dividir la sustancia: una es, en efecto, la
persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; pero el Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo tienen una misma divinidad, una gloria igual, una misma
majestuosidad eterna. Así como es el Padre, es el Hijo y el Espíritu Santo: increado
es el Padre, increado el Hijo e increado el Espíritu Santo... De este modo el Padre
es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios; y sin embargo ellos no son tres
dioses, sino un mismo Dios...
Esta es la fe sin desviaciones: nosotros creemos y confesamos que nuestro
Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre: Él es Dios, de la sustancia del
Padre, engendrado antes de los siglos; y Él es hombre, de la sustancia de su
madre, nacido en el tiempo: Dios perfecto, hombre perfecto, compuesto de un alma
razonable y un cuerpo humano, igual al Padre según la divinidad, inferior al Padre
según la humanidad. Aunque Él sea Dios y hombre, no existen dos Cristos sino un
solo Cristo: uno, no porque la divinidad haya pasado a la carne, sino porque la
humanidad fue asumida por Dios; una unión no por mezcla de sustancias, sino por
la unidad de la persona. Porque, al igual que el alma razonable y el cuerpo forman
un hombre, Dios y el hombre forman un Cristo. Él sufrió por nuestra salvación,
descendió a los infiernos, resucitó al tercer día de entre los muertos, subió a los
cielos, y está sentado a la derecha del Padre; desde allí vendrá a juzgar a vivos y
muertos.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”