IV Semana de Pascua
Viernes
Jesús es Camino para nuestra felicidad, santidad como realización personal
en la obediencia a Dios, que conduce al Cielo
“ᆱNo estéis angustiados. Confiad en Dios, confiad también en mí. En
la casa de mi Padre hay sitio para todos; si no fuera así, os lo habría
dicho; voy a prepararos un sitio. Cuando me vaya y os haya
preparado el sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que, donde yo
estoy, estéis también vosotros; ya sabéis el camino para ir adonde
yo voy». Tomás le dijo: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo
vamos a saber el camino?ᄏ. Jesús le dijo: “Yo soy el camino, la
verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí” ” (Juan 14,1-6).
1. En el Evangelio Jesús habla de irse y de volver, de la Parusía y el
encuentro con cada alma tras la muerte: Cristo nos prepara la morada
celestial con su obra redentora, cuando hayamos concluido nuestro tiempo
aquí en la tierra: “ No estéis angustiados. Confiad en Dios, confiad
también en mí ”. Jesús nos pide confianza, un acto de Fe en su persona.
Sigue diciendo: “ En la casa de mi Padre hay sitio para todos; si
no fuera así, os lo habría dicho; voy a prepararos un sitio ”. Jesús
"vuelve a casa": " Voy al Padre ". La pascua es “pasar” a la casa del Padre,
pasar de la muerte a la vida, este ciclo vital se repite en todo: nacer, morir,
resucitar... como las plantas: nacer y arraigar, trasplantarse y desarraigo, y
volver a arraigar, nacer de nuevo... el cirio pascual nos lo recuerda: el
padecimiento, la muerte, es la puerta de la vida, y esta es nuestra
esperanza que nos une en el momento de dolor ante alguien querido que
está muriendo, esperando el final. Al contemplar la vida llena de quien ha
estado tantos años a nuestro lado, el corazón se nos va a Jesús, que con su
pasión y resurrección vino a traernos la buena nueva de que Dios es Padre
y nos manda su Espíritu para ir hacia Él: “ los que se dejan llevar por el
Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios ” (Rom 8,14). Sí, somos hijos de
Dios, y si somos hijos, también somos herederos... puesto que sufrimos con
Él para llegar a ser glorificados con Él. Los sufrimientos del mundo presente
no son nada comparados con la felicidad de la gloria... todos estamos
esperando esta manifestación de los hijos de Dios, tenemos ya los frutos de
esta cosecha en la esperanza: cuando sembramos bondad ya la recogemos,
en nuestro corazón, pero es sólo una prenda de lo mucho que será el cielo.
Sigue Jesús: “ Cuando me vaya y os haya preparado el sitio,
volveré y os llevaré conmigo, para que donde yo estoy, estéis
también vosotros …” También puede traducirse por “os tomaré conmigo”:
¡Que ternura!, nos toma junto a Él.
Y a dónde yo voy, ya sabéis el camino ».” Es también como
decir: “Para ir donde Yo voy, vosotros conocéis el camino”. S. Juan
Crisóstomo señala: “era necesario decirles ‘yo soy el camino’ para
demostrarles que en realidad sabían lo que les parecía ignorar, porque le
conocían a Él”. ¡Cristo, el que abre los caminos! ¡El que va delante! El que
ha roto el círculo infernal de la finitud humana, de la mortalidad y del
pecado, el que ha abierto "la salida". Sin Cristo la humanidad está
encerrada en sus límites; pero he aquí que se abre una esperanza. No
seremos siempre egoístas, injustos, duros, impuros, débiles... la humanidad
no será siempre opresora, racista, violenta, agresiva, no estará dividida...
Hay un camino que conduce a alguna parte, allá donde el amor existe (Noel
Quesson).
Tomás le dijo: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo
vamos a saber el camino? ᄏ. Jesús le dijo: “ Yo soy el camino, la verdad
y la vida. Nadie va al Padre sino por mí (Jn 14,1-6). “Ego sum via,
veritas et vita, Yo soy el camino, la verdad y la vida. Con estas inequívocas
palabras, nos ha mostrado el Señor cuál es la vereda auténtica que lleva a
la felicidad eterna. Ego sum via : Él es la única senda que enlaza el Cielo con
la tierra. Lo declara a todos los hombres, pero especialmente nos lo
recuerda a quienes, como tú y como yo, le hemos dicho que estamos
decididos a tomarnos en serio nuestra vocación de cristianos, de modo que
Dios se halle siempre presente en nuestros pensamientos, en nuestros
labios y en todas las acciones nuestras, también en aquellas más ordinarias
y corrientes.
”Jesús es el camino. Él ha dejado sobre este mundo las huellas
limpias de sus pasos, señales indelebles que ni el desgaste de los años ni la
perfidia del enemigo han logrado borrar. Iesus Christus heri, et hodie; ipse
et in sæcula . ¡Cuánto me gusta recordarlo!: Jesucristo, el mismo que fue
ayer para los Apóstoles y las gentes que le buscaban, vive hoy para
nosotros, y vivirá por los siglos. Somos los hombres los que a veces no
alcanzamos a descubrir su rostro, perennemente actual, porque miramos
con ojos cansados o turbios... pídele, como aquel ciego del Evangelio:
Domine, ut videam! , ¡Señor, que vea!, que se llene mi inteligencia de luz y
penetre la palabra de Cristo en mi mente; que arraigue en mi alma su Vida,
para que me transforme cara a la Gloria eterna” (San Josemaría Escrivá).
Damos gracias a Dios: « Con tu sangre, Señor, has comprado
para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; has
hecho de ellos una dinastía sacerdotal que sirva a Dios. Aleluya » (Ap
5,9-10), y pedimos en la Colecta: « Señor Dios, origen de nuestra
libertad y de nuestra salvación, escucha las súplicas de quienes te
invocamos; y puesto que nos has salvado por la sangre de tu Hijo,
haz que vivamos siempre de Ti y en Ti encontremos la felicidad
eterna ».
2. Llegado Pablo a Antioquía de Pisidia, dice en la sinagoga: “ Hermanos,
hijos de la estirpe de Abraham, y los que sois fieles a Dios: a
vosotros ha sido enviada esta palabra de salvación”. Es una especie
de Credo resumido, continuación del de ayer. Una serie de «hechos»
históricos. Un resumen de la historia de la salvación dirigido hacia Jesús el
Salvador.
-“Porque los habitantes de Jerusalén y sus jefes han cumplido,
sin saberlo, las palabras de los profetas que se leen cada sábado; y
sin haber encontrado ninguna causa de muerte, le condenaron y
pidieron a Pilato que lo matase”. Anuncia Pablo a Jesús, como hará en
otras ocasiones, en el misterio de la cruz, el amor “obediente hasta la
muerte”; provoca en nosotros compasi￳n, correspondencia… así como en un
árbol hubo el pecado que cortó la subida al cielo en un árbol de cruz Jesús
nos prepara a la subida al Cielo…
- “Y así que cumplieron lo que acerca de Él estaba escrito, lo
bajaron del leño y lo sepultaron. Pero Dios lo resucitó de entre los
muertos; Él se apareció durante muchos días a los que habían ido
con Él de Galilea a Jerusalén, y que ahora son sus testigos ante el
pueblo”. Proclama luego la fe en la resurrección, y sus apariciones.
- “Nosotros os anunciamos la buena nueva: la promesa hecha a
nuestros padres Dios la ha cumplido en nosotros, sus hijos,
resucitando a Jesús, según está escrito en el salmo segundo:
eres mi hijo, yo te he engendrado hoy (He 13,26-33). Recita el salmo
de la realeza de Cristo, que leemos también hoy, en el contexto de
resurrección según las promesas (Noel Quesson).
3. El Salmo 2 se refiere a la entronización de un rey de la dinastía
davídica (siglos X-VI a.C.). El “decreto del Se￱or” es el acta que legitima el
trono: “ tú eres mi hijo ”, y el día de la coronaci￳n es “hoy”, día de las
promesas, el día del bautismo del Señor, de la transfiguración, de la
resurrección, citada en la carta a los Hebreos para hablar de la dignidad de
Cristo, y un día abierto, podemos oírlo cuando por la piedad somos hijos de
Dios: “« Ya tengo yo a mi rey entronizado sobre Sión, mi monte
santo ». Proclamaré el decreto que el Señor ha pronunciado: «Tú
eres mi hijo, yo mismo te he engendrado hoy”. “La misericordia de
Dios Padre nos ha dado como Rey a su Hijo. Cuando amenaza, se
enternece; anuncia su ira y nos entrega su amor. Tú eres mi hijo: se dirige
a Cristo y se dirige a ti y a mí, si nos decidimos a ser alter Christus, ipse
Christus. / Las palabras no pueden seguir al corazón, que se emociona ante
la bondad de Dios. Nos dice: tú eres mi hijo. No un extraño, no un siervo
benévolamente tratado, no un amigo, que ya sería mucho. ¡Hijo! Nos
concede vía libre para que vivamos con Él la piedad del hijo y, me atrevería
a afirmar, también la desvergüenza del hijo de un Padre, que es incapaz de
negarle nada” (san Josemaría Escrivá).
-“Pídeme y te daré en herencia las naciones, en propiedad los
confines de la tierra. Los destrozarás con un cetro de hierro, los
triturarás como a vasos de alfarero ». Ahora, pues, oh reyes, sed
sensatos; dejaos corregir, oh jueces de la tierra. Servid al Señor con
reverencia, postraos temblorosos ante Él (2,6-11) .
Llucià Pou Sabaté