Fiesta de San Marcos Evangelista (25 de Abril)
El Señor transmite a Marcos transmitir el Evangelio, y también nos lo pide a
cada uno
«En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: —«Id al
mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que
crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será
condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán
demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán
serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará
daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la
derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas
partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales
que los acompañaban» (Marcos 16, 15-20).
1. El mensaje de Jesús es claro: —“Id al mundo entero y
proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice
se salvará; el que se resista a creer será condenado”. «Nuestro Señor
funda si Iglesia sobre la debilidad –pero también sobre la fidelidad- de unos
hombres, los Apóstoles, a los que promete la asistencia del Espíritu Santo
(…) La predicación del Evangelio no surge en Palestina por la iniciativa
personal de unos cuantos fervorosos. ¿Qué podrían hacer los Apóstoles? No
contaban con nada; no eran ricos, ni cultos, ni héroes a lo humano. Jesús
echa sobre los hombros de este puñado de discípulos una tarea inmensa»
(San Josemaría, “ Lealtad a la Iglesia ”).
Aquella empresa, que parecía condenada al fracaso, dio fruto… y no
ha terminado todavía: «id y predicad el Evangelio… Yo estaré con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo» -Esto ha dicho Jesús y
te lo ha dicho a ti» (ibid, Camino 904). Nos confía también a todos los
cristianos la misión de extender su doctrina y la de corredimir con Él: «La
vocación cristiana es, por su misma naturaleza, vocación también al
apostolado» (Vaticano II, A. A. 2). Y esto es para todos nosotros un gran
honor y una grave responsabilidad. Y «si los otros se tornan insípidos,
vosotros les podéis volver su sabor; pero si esto os pasara a vosotros, con
vuestra pérdida arrastraríais también a los demás. Por eso mayor fervor y
celo necesitáis cuantos mayores cargos os ocupan» (San Juan Crisóstomo).
«El verdadero cristiano busca ocasiones para anunciar a Cristo con la
palabra ya a los no creyentes, para llevarlos a la fe; ya a los fieles, para
instruirlos, confirmarlos y estimularlos a mayor fervor de vida: “Porque la
caridad de Cristo nos urge» (2 Cor 5,14). En el corazón de todos deben
resonar aquellas palabras del Apóstol “Ay de mí si no evangelizara” (1
Cor 9,16)» (Vaticano II, A. A. 3).
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán
demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán
serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará
daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.”
Fueron las últimas palabras del Señor, y la predicación fue acompañada con
signos milagrosos: “ Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas
partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales
que los acompañaban» . Del mismo Cristo hemos recibido esta
misión: «El derecho del seglar al apostolado deriva de su misma unión con
Cristo Cabeza. Insertos por el bautismo en el Cuerpo místico de Cristo,
robustecidos por la confirmación en la fortaleza del Espíritu Santo, es el
mismo Señor el que los destina al apostolado» (A. A. 6). Esa fuerza divina
hizo que la confesión del Evangelio fuera más importante que la misma
vida, por la esperanza viva en la vida eterna: "Yo creo en el testimonio de
un hombre que se deja degollar por la verdad de lo que atestigua" (B.
Pascal). Los primeros cristianos supieron dar la vida. Y el siglo XX ha sido
el de más mártires… podemos imaginarnos aquellos primeros momentos de
la cristiandad.
2. San Pedro recuerda: “ Os saluda la que está en Babilonia,
elegida como vosotros, así como mi hijo Marcos ”. Aunque Marcos no
es uno de "los 12", sí es de los primeros: su madre, María, ayudó
materialmente al Señor y a los Apóstoles. Vivía esta buena mujer —acaso
viuda, pues su marido no se nombra nunca— donde celebró Jesús la última
Cena, y se reunieron los discípulos después de la muerte del Señor y de su
ascensión, y tuvo lugar la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles.
Acaso era suyo también el huerto de Getsemaní —"Molino de aceite"—, en
el monte de los Olivos, donde el Señor acostumbraba a pasar las noches en
oración cuando moraba en Jerusalén. Su hijo, según la costumbre helenista,
llevaba dos nombres: judío el uno y romano el otro. Se llamaba Juan
Marcos, y era muy niño cuando Jesús predicaba. La noche del prendimiento
quizá dormía tranquilamente en la casita de campo de Getsemaní. Le
despertó el ruido de las armas y el tropel de las gentes que llevaban preso a
Jesús, y, envuelto en una sábana, salió a curiosear. Los soldados le echaron
mano. Pero él logró desenredarse de la sábana y huyó desnudo.
Después de Pentecostés quizá siguió siendo la casa de María el centro
de reunión más frecuentado por los apóstoles y acaso la morada habitual de
San Pedro. Allí se hizo la elección de San Matías, allí se celebraba la
"fracción del pan", allí hacían entrega de sus haberes los nuevos
convertidos para que los apóstoles al principio, y más tarde los diáconos, los
distribuyesen entre los pobres. Uno de los primeros bautizados por San
Pedro fue Juan Marcos, el hijo de María, la dueña de la casa. El niño Juan
Marcos del año 30 era ya un hombre cuando el año 44 decidió marcharse
con su primo José a la ciudad del Orontes. Se apellidaba Bernabé —"Bar
Nabu'ah"—, el hijo de la consolación o de la profecía, el hombre de la
palabra dulce e insinuante. En los comienzos de la fe en Antioquía fue
enviado allí para predicar, y allá reclamó la ayuda de su antiguo
condiscípulo, ya convertido, Saulo. Por los años 42 al 44, ante las profecías
insistentes que preanunciaban una grande hambre en Palestina, los fieles
antioquenos habían hecho una colecta para los de Jerusalén, y Bernabé y
Saulo habían venido a traerla. Se hospedarían, como era natural, en casa
de María. Cuando, cumplida su misión, volvieron a Antioquía se fue con
ellos Juan Marcos.
Un día el Espíritu Santo pidió que Saulo y Bernabé emprendieran un
viaje de misión. Juan Marcos no acierta a separarse de su primo, y marcha
con Bernabé. Hace el primer viaje de S. Pablo, junto con él… aunque por
algunas diferencias o debilidad, se vuelve a Jerusalén. Pablo, algo enfadado
por esto, no lo llevó al 2º viaje, aunque insiste Bernabé, no acepta y fue
motivo de división entre ellos, y se fueron cada uno por su lado. Más tarde
(Tim 4,11), hacia el año 66, Pablo pide a Timoteo que venga con Marcos,
pues dice que es muy útil para el Evangelio . Le llama mi colaborador ,
mi consuelo ; será también el primer colaborador de S. Pedro : hemos visto
que le llama mi hijo ; tras la muerte de Pedro marcha a Alejandría, cuya
Iglesia le reconoce como evangelizador y primer Obispo. De Alejandría sus
reliquias fueron trasladadas a Venecia, de la cual es patrono.
Marcos se convierte en un gran apóstol. Aprende a servir con
sus fallos, errores, debilidades, poniéndolas incluso al servicio del
apostolado. Sus descripciones son muy vivas de la vida en los pueblos, del
lago, del bullicio de la gente, las reacciones humanas y espontáneas de los
discípulos... Aprendemos de todo esto a no juzgar a nadie, y no podemos
clasificar mal a una persona por su debilidad pues la gracia divina la puede
transformar en fortaleza, las personas aprenden a lo largo de la vida…
Es consuelo y confianza para nuestra propia vida la gracia de Dios
también puede transformarnos, y junto a la fuerza interior tenemos luz para
preguntar, y la ayuda de la Iglesia nos ayuda a aprender también, es el
consejo, que es eficaz si somos dóciles… todo eso nos hace también
humildes y dar frutos de perseverancia.
Así, el primer colaborador de S. Pedro, su amanuense y
secretario (de ahí que lo hayan nombrado Patrón de notarios y escribanos),
es intérprete (del arameo al griego y al latín) y portavoz de S. Pedro en el
primer Evangelio: “nos transmitió por escrito lo que S. Pedro había
predicado”, dice S. Ireneo. Y S. Jerónimo añade de ese evangelio que "el
mismo Pedro, habiéndolo escuchado, lo aprobó con su autoridad para que
fuese leído en la Iglesia". Es por tanto el primer Evangelio, el más primitivo.
Podemos aprender de él, el cariño y unidad a Pedro, la fidelidad y
docilidad a la inspiración del Espíritu Santo , más allá de nuestros gustos y
enfados. También aprendemos a desaparecer , no pretender lucirse con
grandes ideas, novedosas, propias: no ser emisor , sí transmisor. Por
ejemplo, o firma ni se nombra en el Evangelio, no se pone en primer lugar…
3. El salmo nos habla de alegría: “ El amor de Yahveh por siempre
cantaré, de edad en edad anunciará mí boca tu lealtad ”. Damos
gracias a Dios por su bondad y su amor: “ Pues tú dijiste: «Cimentado
está el amor por siempre, asentada en los cielos mi lealtad ”. Y
correspondiendo a ese amor, los discípulos son fieles: “ Los cielos
celebran, Yahveh, tus maravillas, y tu lealtad en la asamblea de los
santos .”
Llucià Pou Sabaté