¿IGLESIA ACCIDENTADA O ENFERMA?
Padre Javier Leoz
Lo señala la primera lectura de este domingo; Pablo y Bernabé animaban a
aquellas primitivas comunidades cristianas y, entre otras cosas, les
recordaban que creer en Jesús no siempre iba a ser algo dulce al paladar.
Tal vez, Pablo, intuía que en el horizonte de la naciente Iglesia la fortaleza
de los cristianos y su valentía a la hora de profesar la fe iban a ser
determinante para que el mensaje del cristianismo siguiese adelante.
1.- Hoy, esta lección, sigue estando de total actualidad en el marco en el que nos
encontramos. La Iglesia, una y otra vez, está siendo sometida a un constante
examen ¿Es fiel al Señor? ¿Es reflejo del Evangelio? Si San Pablo apareciese entre
nosotros nos recordaría de nuevo aquello que, en la primera lectura, acabamos de
escuchar: “hay que pasar mucho”. “El que algo quiere algo le cuesta” (dice un viejo
refrán). La vida cristiana, tesoro escondido y perla preciosa para millones de
personas, ha de tener una consecuencia: el testimonio vivo y convencido de lo que
somos. El amor, como distintivo o la confianza en Dios, como seguridad, han de ser
–entre otros muchos- los apoyos o muletas para perseverar y morir como lo que
somos: cristianos. El Papa Francisco, recientemente afirmaba: “Prefiero una Iglesia
accidentada (en referencia a su encuentro con el mundo) a una Iglesia enferma
(aquella que se cierra en sí misma)”.
2 .- ¿Hay que pasar mucho? Tampoco es cuestión de exagerar. Nos cuesta ser
signo de contradicción. Si comparásemos un poco la situación un tanto light en la
que vivimos muchos católicos con aquella otra, radical y nítida, de los primeros
cristianos, comprenderíamos que no es tanto lo que estamos sufriendo por nuestra
fe (por lo menos en la mayoría de los países). La Iglesia, desde el mismo momento
de su nacimiento, ha estado y lo sigue estando, sujeta a una constante purificación
(y eso es bueno). Siglos después, con tantos acontecimientos y contradicciones,
con luchas y pesares, con persecuciones o aplausos, seguimos apostando por Aquel
en el que están puestas nuestras esperanzas y por el que, muchos de nosotros,
ponemos la cara: Cristo.
¿Hay que pasar mucho? ¡Lo suficiente y justo! Defendiendo, sin temor ni
temblor, nuestros ideales cristianos. Ofreciendo buenas obras y desparramando lo
mejor de nosotros mismos, aún a riesgo de ser tildados de débiles o necios.
¿Hay que pasar mucho? ¡Claro que sí! No renunciando a lo que es esencial en
nuestra fe y en nuestra identidad como cristianos. No somos ninguna “ONG”.
Nuestro resorte y sustento está en Cristo que, entre otras muchas más cosas, es
fuente de la bondad y del bien que realizamos en pro de los demás.
¿Hay que aguantar? ¡Claro está! La fe no se impone pero, tampoco, se renuncia a
ella a la primera de cambio. No ha sido nunca fácil creer y, en los tiempos que
vivimos donde todo se relativiza y hasta se trata a Dios de “tú”, se hace necesario
un volver a las fuentes de la fe. A interrogarnos sobre si, nuestra vida cristiana, es
algo real o solamente un maniquí que no sirve para nada, ni dice nada a nadie
porque no existe como tal.
Que el Señor, en este tiempo de la Santa Pascua, nos ayude a descubrir la razón y
el motor de nuestra fe: su Resurrección. Cerrarnos en nuestros prejuicios, en si los
tiempos pasados fueron mejores o peores…sólo nos llevará a una parálisis en
nuestra acción evangelizadora.
3.- POR TI, SEÑOR
Daremos razón de tu nombre,
aunque, el hablar de Ti,
nos cause desasosiego o incomprensión
Ofreceremos, nuestras manos abiertas,
aún a riesgo de ser tratados como ilusos
de que, lo que damos o hacemos,
no sirve de nada ante un mundo
en el que sólo se valora lo que se paga
POR TI, SEÑOR
Miraremos al cielo buscando un rasgo de tu presencia
Miraremos hacia el duro asfalto
para llevar tu Buena Noticia
la alegría de tu ser resucitado
tu Palabra, como aliento y vida
tu rostro que tonifique nuestra triste existencia.
POR TI, SEÑOR
Amaremos, aun no siendo amados
Y, en medida rebosante y sin cuenta,
colmaremos y calmaremos
los corazones que necesitan paz
las almas que se han tornado en tibias
los pies que se resisten a caminar
los ojos que se han quedado en el vacío
POR TI, SEÑOR
Mantendremos, eternamente nuevo,
el mandamiento que Tú nos dejaste:
amar, sin mirar a quién
amar, sin contar las horas
amar, con corazón y desde el corazón
amar, buscando el bien del contrario
amar, buscándote en el hermano
POR TI, SEÑOR