IV DOMINGO PASCUA C
Pastor que se hace pasto
Israel fue un pueblo de pastores. Al pastoreo se habían dedicado sus personajes
más importantes: Abrahán, Jacob, Moisés, David. En las largas horas de silencio,
mientras pasta el rebaño, hay tiempo para hacerse preguntas, para echar al vuelo
la imaginación, para escuchar los latidos del corazón y adivinar los vacíos del alma.
Y como el hombre siempre imagina a Dios a partir de la imagen que tiene de sí
mismo y del mundo, imaginaron a Dios como un pastor solícito. Y, así, compusieron
oraciones y cantos, como el salmo 22, de admirable hondura y exquisita belleza. De
este salmo dijo el filósofo Bergson que, de los centenares de libros leídos, ninguno
le había aportado tanta luz y consuelo como esos versos. Preciosa imagen que pinta
a Dios como el pastor que va delante, con el signo de identidad de su cayado
recortándose en el horizonte, referencia segura para no perderse en los valles de
oscuridad ni en los días de tormenta; como el pastor que conducen al rebaño hasta
donde se encuentran las verdes praderas y las fuentes de agua fresca.
Jesús se apropió de esta imagen para definir su identidad y su misión: “Yo soy el
buen Pastor. Mis ovejas escuchan mi voz. Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les
doy la vida eterna: ellas no perecerán, nadie las arrebatará de mi mano”. Jesús es
el Pastor que en la Pascua se hace cordero de sacrificio. “¡ Pastor y cordero/, sin
choza y lana !”, dijo bellamente Lope de Vega. Pastor que en la Eucaristía se hace
pasto.
La imagen del rebaño puede resultar hoy peyorativa. A nadie le gusta que le tachen
de gregario. Lo somos cuando nos perdernos en el anonimato, nos dejarnos diluir
en una masa indiferenciada, caemos en el conformismo o caminamos con la cabeza
baja como ovejas modorras. Pero los tres verbos utilizados por Jesús tienen un
significado bien diverso. Son verbos activos que no invitan precisamente a la
pasividad. Define las actitudes del verdadero discípulo; las actitudes a profundizar
por todos los cristianos en este tiempo pascual:
“¡ Escuchar !”. Una actitud esencial en las relaciones interpersonales. Saber escuchar
es signo de amor auténtico. La escucha está en el inicio de la fe. San Juan presenta
Jesús como la Palabra de Dios al mundo
“¡ Seguir! ”. Expresa la actitud libre por la que una persona se adhiere a otra. El
“sígueme” es una de las palabras más familiares de Jesús.
“¡Conocer!”. En la Biblia esta palabra no tiene ante todo una significación
intelectual. En sentido bíblico, “conocer” implica compartir la intimidad, vivir la
comunión de corazones, de almas y de cuerpos, que tiene su máxima expresión en
el amor conyugal.
¿Será por eso que en este cuarto domingo de Pascua, llamado “del Buen Pastor”,
celebra la Iglesia cada año la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones de
especial consagración?
Toda la vida de Jesús fue una oferta de amistad y de vida. Tras su muerte y
resurrección nos dio su mismo Espíritu, y nos encargó la apasionante tarea de
prolongar su misión. A unos, como laicos en medio del mundo, para hacer un mundo
según el plan de Dios. A otros, como presbíteros, para prolongar el pastoreo de Jesús
sobre el rebaño, A otros, para seguirle en pobreza, castidad y obediencia, como aquel
grupo de mujeres y hombres que imitando la forma de vida apostólica le seguían por
los caminos después de haber dejado todo por Él y por el Reino.
En el corazón que arde se adivina la génesis y la historia de toda vocación cristiana.
Las vocaciones sacerdotales y religiosas, dice el Mensaje del Papa para esta
Jornada, nacen de la experiencia del encuentro personal con Cristo, del diálogo
sincero y confiado con Él. Este itinerario tiene lugar dentro de las comunidades
cristianas que viven un intenso clima de fe, una pasión misionera que induce al don
total de sí mismo por el Reino ”.
Termina el Santo Padre su Mensaje con una llamada a los jóvenes: “ Queridos
jóvenes, no tengáis miedo de seguirlo y de recorrer con intrepidez los exigentes
senderos de la caridad y del compromiso generoso. Así seréis felices de servir,
seréis testigos de aquel gozo que el mundo no puede dar, seréis llamas vivas de un
amor infinito y eterno, aprenderéis a dar razón de vuestra esperanza” (1 Pe. 3,15).
Orad hoy y cada día para que quienes un día dimos nuestro al Señor,
permanezcamos en la fidelidad. Y orad para que la llamada del Señor siga siendo
secundada por los más generosos.
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos