QUINTO DOMINGO DE LA PASCUA C
(Hechos 14:21-27; Apocalipsis 21:1-5; Juan 13:31-33.34-35)
Algunos lo han notado. Pues, está mencionado en la misa domingo tras
domingo. En la mayoría de los casos este año leemos del Evangelio según San
Lucas. Al año próximo proclamaremos el Evangelio según San Mateo, y al año
2015 el Evangelio según San Marcos. Entonces volveremos al Evangelio según
San Lucas en 2016. ¿Y cuándo leeremos el Evangelio según San Juan? La
Iglesia reserva este evangelio – su preferido --para tiempos particulares como la
Pascua. De hecho, la lectura evangélica hoy como la del domingo pasado y la
del domingo próximo provienen del Evangelio de Juan.
Si has pensado en el Evangelio según San Juan como distinto, no estarías solo en
tu parecer. Hay muchas características que distinguen este evangelio. Por
ejemplo, sólo en Juan reflexionará Jesús sobre su glorificación como lo hace en la
lectura hoy. Él pasará de la muerte en la cruz a la resurrección del sepulcro y,
últimamente, a la derecha del Padre en el cielo. Esta trayectoria resultará no
sólo en su gloria sino también – y esto es otra distinción -- en nuestra. Desde su
puesto elevado él nos envía al Espíritu Santo para preservarnos del odio que
contamina el mundo.
El Espíritu nos dispone a guardar el mandamiento del amor de que Jesús habla
en la lectura. Para el Evangelio según San Juan, el amor existe más en el nivel
de hechos que en lo de sentimientos. Eso es, el amor exige que vayamos más
allá que buenos pensamientos hacia el otro al servicio para su bienestar como
muestra Jesús cuando lava a los discípulos sus pies. Es transportar al vecino al
trabajo cuando se quiebre su carro o visitarlo cuando se interne. Un hombre de
la parroquia ha escuchado la llamada de llevar la Santa Comunión a un anciano
en el asilo. Respondió sin demora porque eso es lo que el amor le requiere.
Recientemente se le diagnosticó a un hombre con melanoma, el cáncer agresivo
de piel. Los doctores querían quitárselo inmediatamente. Con igual prisa los
fieles de su parroquia organizaron una oración y ayuno en solidaridad con su
querido hermano en Cristo. Este tipo de acción – positivo, fraterno, auto-
sacrificial – muestra la novedad del “nuevo mandamiento” de Jesús. Es cierto
que Moisés en la Antigua Alianza dio a los israelitas el mandamiento de “Amarás
a tu pr￳jimo como a ti mismo” (Levítico 19,18). Pero los grandes mandamientos
de esa alianza eran por la mayor parte prohibiciones, “No tomarás el nombre del
Se￱or, tu Dios, en vano”; “No matarás”; etcétera. Cristo, en cambio, presenta a
sus discípulos la Nueva Alianza escrita en el corazón. Esta alianza resalta los
millones de modos que podemos actuar con amor. Por eso, se llama la nueva ley
alternativamente la ley de libertad.
En la lectura Jesús llama a sus compa￱eros, “mis hijitos”. El uso del diminutivo
expresa más que su afecto para ellos. Señala que Jesús, como un padre
emprendiendo un viaje, tiene algo a decir a sus discípulos antes de que les deje.
Como todos los padres, Jesús quiere que sus discípulos se mantengan en el amor
durante su ausencia. Este amor no sólo les garantiza la paz entre sí sino
también atraerá a otros a su compañía. Sigue hoy en día. Una investigación
reciente ha descubierto que la posibilidad de participar en comunidad y la
amabilidad de la comunidad son los motivos más dados para integrarse y
mantenerse en una parroquia. Es cierto: cuanto más amamos a uno y otro, más
compañeros tendremos.
¿Qué hace girar el mundo? Los científicos contestarán la gravedad; y los
realistas, el dinero. Pero nosotros dirán que nuestro mundo gira por el amor de
Jesús. Su amor nos impulsa a cuidar a uno y otro. Su amor nos mantiene en la
paz con todos. Y su amor nos lleva a la gloria.
Padre Carmelo Mele, O.P.