Domingo V de Pascua del ciclo C.
El amor y la cruz son las dos grandes señales de los cristianos.
Ejercicio de lectio divina de JN. 13, 31-33a. 34-35.
1. Oración inicial.
Cuando Judas salió del Cenáculo para vender a Jesús, San Juan inició el relato de
la Pasión de Nuestro Salvador. Jesús fue glorificado porque llevó a cabo la misión
que le fue encomendada por Nuestro Padre común de redimirnos, y, Nuestro Santo
Padre, fue glorificado en Jesús, porque el Mesías nos redimió.
Orar es afrontar nuestras dificultades con valentía cuando las vivamos, y
convertir las mismas en causas para glorificar a Dios, con la ayuda del Espíritu
Santo.
Jesús fue glorificado cuando, después de resucitar de entre los muertos, ascendió
al cielo. Quizás en la actualidad no sabemos por qué tenemos los problemas que
nos caracterizan, pero llegará el día en que Dios responderá todas las preguntas
que nos planteamos, y, cuando ello suceda, sentiremos que mereció la pena servir
a Nuestro Padre común, lo cual será una gran recompensa para nosotros.
Jesús, en el texto evangélico que vamos a considerar, nos da un Mandamiento
nuevo, cuya novedad no se encierra en sí mismo, sino en el hecho de que quizás no
lo aplicamos a nuestra vida, y en que no debemos amarnos unos a otros a nuestra
manera, sino a la manera del Señor.
Jesús dice que sus seguidores deben ser conocidos por su forma de amarse. ¿Por
qué se nos conoce a los cristianos? ¿Se nos conoce porque somos bondadosos, o
porque ambicionamos el poder?
Oremos pensando que no nos es fácil amar a nuestros prójimos los hombres,
entre quienes destacan quienes nos han ocasionado molestias, y nos han impedido
conseguir lo que más hemos deseado en ciertas ocasiones.
Oremos:
ORACIÓN PARA PEDIR LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
¡Oh Espíritu Santo!, humildemente te suplico que enriquezcas mi alma con la
abundancia de tus dones.
Haz que yo sepa, con el Don de la Sabiduría, apreciar en tal grado las cosas
divinas, que con gozo y facilidad sepa frecuentemente prescindir de las terrenas.
Que acierte con el Don de Entendimiento, a ver con fe viva la trascendencia y
belleza de la verdad cristiana.
Que, con el Don de Consejo, ponga los medios más conducentes para santificarme,
perseverar y salvarme.
Que el Don de Fortaleza me haga vencer todos los obstáculos en la confesión de la
fe y en el camino de salvación.
Que sepa con el Don de Ciencia, discernir claramente entre el bien y el mal, entre
lo falso y lo verdadero, descubriendo los engaños del demonio, del mundo
y del pecado.
Que, con el Don de Piedad, os ame como a Padre, os sirva con fervorosa devoción y
sea misericordioso con el prójimo.
Finalmente, que con el Don de Temor de Dios, tenga el mayor respeto y veneración
a los mandamientos divinos, cuidando con creciente delicadez de no quebrantarlos
lo más mínimo.
Llenadme sobre todo, de vuestro santo amor. Que ese amor sea el móvil de toda mi
vida espiritual. Que lleno de unción, sepa enseñar y hacer entender, al
menos con mi ejemplo, la sublimidad de vuestra doctrina, la bondad de vuestros
preceptos, la dulzura de vuestra caridad. Amén.
(Desconozco el autor).
2. Leemos atentamente JN. 13, 31-33a. 34-35, intentando abarcar el mensaje
que San Juan nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros
Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 31 33a. 34 35
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
—«Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es
glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado,
amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois
discípulos míos será que os amáis unos a otros"".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de JN. 13, 31-33a. 34-35.
3-1. Contexto en que se sitúa el Evangelio que estamos considerando.
El relato de la última Cena de Jesús con sus discípulos y la oración sacerdotal del
Señor, se encuentra en los capítulos 13-17 del cuarto Evangelio. El fragmento del
Evangelio de San Juan que consideramos en esta ocasión, se encuentra entre el
momento en que Judas salió del Cenáculo para vender a Jesús como si fuera su
esclavo sin que sus compañeros lo sospecharan, y el anuncio de la traición de
Pedro, por parte del Mesías.
San Juan inició el relato de la Pasión del Señor, en el momento en que Judas salió
del Cenáculo. Jesús, siendo consciente de que sería vendido por uno de sus
compañeros de ministerio, y que sería traicionado por otro, les manifestó a sus
amigos el deseo de que se amaran, no de cualquier manera, sino como los llegó a
amar Él, pues llegó a sacrificarse, con tal de demostrarles que, el Dios Uno y Trino,
los ama.
3-2. Jesús y Nuestro Santo Padre fueron glorificados.
"Cuando salió (Judas), dice Jesús: "Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y
Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios también le
glorificará en sí mismo y le glorificará pronto" (JN. 13, 31-32).
La gloria de Dios es lo que Dios es desde la eternidad. Jesús fue glorificado por
medio de la experiencia de su Pasión, muerte y Resurrección. Al morir para
demostrarnos cómo nos ama el Dios Uno y Trino, y al resucitar de entre los
muertos, el Señor fue constituido Rey como Hombre glorificado. Ello nos recuerda
que, si le permitimos al Espíritu Santo que nos purifique y santifique, llegaremos a
ser semejantes a Dios, -es decir, seremos glorificados-.
Nuestro Santo Padre fue glorificado en Jesús, porque el Mesías llevó a cabo la
misión de redimir a quienes deseen alcanzar la salvación. Tal como Nuestro Santo
Padre se gozó por causa de la obediencia y fidelidad de Jesús, también se sentirá
feliz, a causa de los creyentes que conviertan el cumplimiento de su voluntad, en el
centro de su vida.
Dado que Nuestro Padre celestial se gozó porque Jesús le ganó una gran multitud
de hijos por medio de su Pasión, muerte y Resurrección, glorificó al Hijo de María
cuando ascendió al cielo, después de que aconteciera su Resurrección. Ello nos
recuerda que no debemos dejarnos vencer por la tentación de sentirnos
desamparados por Dios, al pensar que nuestras dificultades nos pueden.
Recordemos que, si queremos compartir la dicha divina con Jesús, primero
debemos superar todas las pruebas mediante las que tengamos la oportunidad de
engrandecer nuestra fe.
3-3. ¿Está Jesús entre nosotros?
""Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros" (JN. 13, 33a).
Jesús les dijo a sus amigos que iba a estar poco tiempo con ellos. Cuando el
Señor resucitó de entre los muertos, se les apareció a sus amigos, pero no convivió
con ellos, tal como lo hizo, durante los años, que se prolongó su Ministerio público.
Dado que estamos celebrando la Pascua, es bueno para nosotros recordar, cómo
Jesús está espiritualmente, entre nosotros. Aunque no vemos a Jesús físicamente,
podemos escucharlo al leer sus palabras escritas en la Biblia, podemos
experimentar su acción redentora en las celebraciones de los Sacramentos, y
tenemos la oportunidad de servirlo en los carentes de dádivas espirituales y
materiales, cuyas necesidades prueban nuestra capacidad de ser caritativos, y, por
tanto, imitadores de la conducta que observó Nuestro Redentor, cuando vivió en
Palestina.
3-4. El Mandamiento nuevo que Jesús nos dio.
"Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como
yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros" (JN. 13, 34).
Jesús nos pide que nos amemos unos a otros, no como podemos hacerlo nosotros
al tener en cuenta que el amor es un sentimiento cuya intensidad es variable, sino
como nos llegó a amar Él, pues se dejó sacrificar, para demostrarnos cómo nos
ama, el Dios Uno y Trino.
El Mandamiento de amar al prójimo no es exclusivo de Jesús, pues está
registrado en LV. 19, 18. El citado Mandamiento pronunciado por el Señor, puede
ser nuevo para nosotros, si no lo practicamos, y si no nos amamos, tal como nos
ama el Salvador de la humanidad.
El amor cristiano tiene una característica difícil de aceptar, la cual es
imprescindible para nosotros, si queremos que nuestro amor por los demás, sea
semejante, al amor que Jesús siente, por nosotros. El amor cristiano es sacrificial.
Pensemos en los sacrificios que hacen muchos padres para educar a sus hijos,
cómo muchos profesores trabajan horas extraordinarias sin cobrarlas para buscar la
forma de inculcarles sus conocimientos a sus alumnos, en las renuncias que
suponen para los religiosos la plena dedicación de su vida a la profesión de su fe, y
en los sacrificios que debemos hacer, para acatar el cumplimiento de la voluntad
divina, en un tiempo en que, nuestra fe, es incomprendida, y rechazada.
Si queremos permanecer unidos como hermanos, constatar cómo se fortalece
nuestra fe, y comprobar cómo cada día aumenta el número de seguidores de Jesús
en todo el mundo, debemos amar a Dios y a nuestros prójimos los hombres, hasta
llegar a sacrificarnos por ellos. No estoy refiriéndome al hecho de dejarnos
martirizar, sino a la inversión de tiempo, medios y dinero que podemos hacer, para
aumentar nuestra fe, mejorar nuestra calidad de vida, y, por consiguiente, para
hacer nuestro mundo más solidario.
¿Habéis visto con qué alegría hacen algunos niños dibujos para regalárselos a sus
madres cuando las tales celebran sus cumpleaños o el día de sus Santos? Las
madres aprecian los garabatos que hacen sus hijos, los abrazan y besan, y los
hacen felices. Los niños hacen sus dibujos pensando en hacer felices a las madres,
y son ellos quienes acaban llevándose una gran alegría. El hecho de sentirnos
amados, constituye para nosotros, una poderosa motivación, que nos ayuda a vivir.
Es importante hacer hincapié en que, aunque quizás amamos a los demás en la
medida que nos sentimos amados por ellos, Jesús nos da un Mandamiento que nos
incita a llegar a alcanzar el heroísmo, pues quiere que amemos a los demás, como
Él ha llegado a amarnos. Ello es todo un reto para nosotros, y constituye muchas
oportunidades, para poner a prueba nuestra fe, y nuestra fidelidad cristiana, tanto
a Dios, como a sus hijos los hombres.
Dios no nos ama porque cumplimos sus Mandamientos, sino porque quiere que
formemos parte de su familia, pero, a pesar de ello, el cumplimiento de las
prescripciones citadas, nos permite demostrarnos, si, verdaderamente, tenemos fe.
3-5. Las dos grandes señales de los cristianos.
"En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a
los otros" (JN. 13, 35).
El amor cristiano no se reduce a una sensación de afecto, ni es un sentimiento
que es experimentado con diferente intensidad. El amor cristiano es una actitud
que se revela a partir de las obras que llevamos a cabo. A todos nosotros nos es
fácil amar a los demás cuando somos correspondidos, pero tienen un gran mérito
quienes ayudan desinteresadamente a otros cuando menos les conviene, se
sacrifican cuando ello les causa grandes sufrimientos, sirven a otros sin que les
importe posponer la realización de sus aspiraciones y el hecho de solventar sus
carencias, y soportan el daño que les hacen aquellos a quienes sirven, sin quejarse
demasiado ni buscar la manera de contraatacarlos.
San Juan nos habla con gran belleza, de la imitación de Jesús, y del Mandamiento
nuevo del Señor.
"Hijos míos,
os escribo esto para que no pequéis.
Pero si alguno peca,
tenemos a uno que abogue ante el Padre:
a Jesucristo, el Justo.
Él es víctima de propiciación por nuestros pecados,
no sólo por los nuestros,
sino también por los del mundo entero.
En esto sabemos que le conocemos:
en que guardamos sus mandamientos.
Quien dice: «Yo le conozco"
y no guarda sus mandamientos
es un mentiroso
y la verdad no está en él.
Pero quien guarda su Palabra,
ciertamente en él el amor de Dios
ha llegado a su plenitud.
En esto conocemos que estamos en él.
Quien dice que permanece en él,
debe vivir como vivió él.
Queridos,
no os escribo un mandamiento nuevo,
sino el mandamiento antiguo,
que tenéis desde el principio.
Este mandamiento antiguo
es la Palabra que habéis escuchado.
Y sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo
-lo cual es verdadero en él y en vosotros-
pues las tinieblas pasan
y la luz verdadera brilla ya" (1 JN. 2, 1-8).
¿Cómo podemos saber si amamos a Dios?
"Si alguno dice: «Amo a Dios»,
y aborrece a su hermano,
es un mentiroso;
pues quien no ama a su hermano, a quien ve,
no puede amar a Dios a quien no ve.
Y hemos recibido de él este mandamiento:
quien ama a Dios, ame también a su hermano" (1 JN. 4, 20-21).
¿Cómo podemos probar que amamos a nuestros prójimos los hombres?
"Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida,
porque amamos a los hermanos.
Quien no ama permanece en la muerte.
Todo el que aborrece a su hermano es un asesino;
y sabéis que ningún asesino
tiene vida eterna permanente en él.
En esto hemos conocido lo que es amor:
en que él dio su vida por nosotros.
También nosotros debemos dar la vida por los hermanos.
Si alguno que posee bienes de la tierra,
ve a su hermano padecer necesidad
y le cierra su corazón,
¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?
Hijos míos,
no amemos de palabra ni de boca,
sino con obras y según la verdad" (1 JN. 3, 14-18).
Las dos grandes señales de los cristianos, son el amor sacrificial, y la cruz. Poco
entienden estas realidades muchos que llevan cruces colgadas al cuello como
adornos, y no han aprendido que la cruz no es un adorno, sino una escuela en que
se aprende a observar la conducta de Jesús, y a anhelar la purificación y la
santificación. Oremos y esforcémonos para aprender a vivir al pie de las cruces de
quienes solo cuentan con nuestros dones espirituales y materiales, para poder
superarse a sí mismos, pues, en este mundo en que existen grandes e injustas
desigualdades, se les han cerrado muchas puertas.
3-6. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-7. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico
y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de
asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en JN. 13, 31-33a. 34-35 a nuestra
vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿En qué contexto está situado el texto de San Juan que meditamos el Domingo V
de Pascua del ciclo C?
¿Entre qué circunstancias les mandó Jesús a sus seguidores que se amaran como
Él los amó hasta sacrificarse por ellos?
3-2.
¿Qué es la gloria de Dios?
¿Por qué fue glorificado Jesús por aceptar la vivencia del dolor, y la experiencia
de la muerte y Resurrección?
¿Será posible que algún día lleguemos a ser semejantes a Jesús, y que por ello
seamos glorificados?
¿Por qué fue glorificado Nuestro Santo Padre en Jesús?
¿Procuramos que nuestra vida sea un motivo de gloria para Dios?
¿Cómo glorificó Nuestro Santo Padre a Jesús, después de que aconteciera la
Resurrección del Señor?
¿Por qué no debemos dejarnos vencer por la tentación de sentirnos
desamparados por dios, al pensar que nuestras dificultades nos pueden?
¿Qué utilidad tienen nuestros padecimientos referentes al engrandecimiento de
nuestra fe?
3-3.
¿Por qué les dijo Jesús a sus amigos que iba a estar poco tiempo con ellos?
¿Cómo podemos experimentar la presencia de Jesús en nuestra vida, en la Iglesia
y en el mundo?
¿Qué podemos hacer para escuchar la voz de Jesús?
¿Qué debemos hacer para experimentar la acción redentora del Mesías?
¿Cómo podemos comprobar el alcance de nuestra caridad, y si imitamos
fielmente la conducta que observó Jesús, cuando vivió en Palestina?
3-4.
¿Cómo quiere Jesús que nos amemos unos a otros?
¿Por qué es superior el amor que Jesús siente por nosotros al amor humano?
¿Por qué sabemos que Jesús nos ama?
¿Dónde radica la novedad del Mandamiento nuevo de Jesús?
¿en qué sentido es antiguo y nuevo el citado Mandamiento del Señor?
¿Cuál es la característica que diferencia el amor divino del amor humano?
¿Qué debemos hacer los cristianos para permanecer unidos como hermanos,
constatar cómo se fortalece nuestra fe, y comprobar cómo cada día aumenta el
número de seguidores de Jesús en todo el mundo?
¿Cómo podemos probar nuestra fe y nuestra fidelidad cristiana a Dios y a sus
hijos los hombres?
Si el amor que Dios siente por nosotros no depende del cumplimiento de los
mandamientos religiosos, ¿por qué nos es útil el cumplimiento de dichas
prescripciones?
3-5.
¿Qué es el amor cristiano?
¿Dónde radica el mérito del amor cristiano?
¿Cómo podemos saber que conocemos a Jesús?
¿Por qué no nos es posible amar a Dios si no amamos a los hombres?
5. Lectura relacionada.
Lee 1 COR. 13, fijándote en las características del amor cristiano.
6. Contemplación.
Contemplemos a Jesús pidiéndoles a sus amigos que se amaran tal como Él los
amó, cuando Judas fue a venderlo, y antes de anunciar la triple negación de Pedro.
Humanamente hablando, el Ministerio público de Jesús, fue un gran fracaso, que
concluyó con la muerte del Señor.
Contemplemos a Jesús orando y sangrando en Getsemaní. Quien quiso que los
hombres se amaran entre sí, fue víctima del más profundo odio.
Contemplemos a Jesús siendo juzgado, y escenifiquemos las acusaciones que le
hicieron, de cometer pecados, que no caracterizaron su conducta.
Contemplemos a Jesús en la cruz, abandonado por la mayoría de sus amigos.
Contemplémonos con dificultades para perdonar a quienes nos han herido,
porque no hemos superado el dolor que nos han causado, y porque aún nos falta
un largo camino que recorrer, para aprender a amar a nuestros prójimos los
hombres, tal como Jesús nos amó.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en JN. 13, 31-33a. 34-35.
Comprometámonos a hacer una obra de caridad, desprendiéndonos de una
cantidad de dinero o de algún bien material, al que nos cueste renunciar.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús: Aliméntame con el pan de tu Palabra, para que cada día sienta que
tengo más fe, y tenga un mayor deseo de amar a mis prójimos los hombres, como
tú me has amado.
9. Oración final.
Lee los Salmos 12-13, y piensa si has sentido en alguna ocasión que Dios ha
actuado en tu vida, ayudándote a superar situaciones difíciles.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com