EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 15,1-8.
«Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador.
Toda rama que no da fruto en mí la corta. Y todo sarmiento que da fru to lo limpia
para que dé más fruto.
Ustedes ya están limpios gracias a la palabra que les he anunciado,
pero permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Un sarmiento no puede
producir fruto por sí mismo si no permanece unido a la vid; tampoco ustedes
pueden producir fruto si no permanecen en mí.
Yo soy la vid y ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da
mucho fruto, pero sin mí no pueden hacer nada.
Al que no permanece en mí lo tiran y se seca; como a los sarmientos, que los
amontonan, se echan al fuego y se queman.
Mientras ustedes permanezcan en mí y mis palabras permanezcan en ustedes,
pidan lo que quieran y lo conseguirán.
Mi Padre es glorificado cuando ustedes producen abundantes frutos: entonces
pasan a ser discípulos míos.
Comentario del Evangelio por:
Isaac de la Estrella (¿- c.1171), monje cisterciense
Sermón 16, primero para el 7º domingo de Pascua, § 5-8; SC 130
La parábola de la viña
Confieso que tengo todo el respeto por la explicación que ve en la parábola de la
viña (Mateo 20,15) a la Iglesia universal, la viña de Cristo. Los sarmientos de los
cristianos, el agricultor y padre de familia, el Padre celestial, el día sin ocaso o la
vida del hombre, las horas, las edades del mundo o la persona humana, el lugar de
la actividad humana misma.
Sin embargo, personalmente, me gusta considerar mi alma y también mi cuerpo,
es decir, toda mi persona como una viña. No debo de abandonarla sino trabajarla,
cultivarla para que no la ahoguen los brotes o raíces extraños, ni se vea agobiada
por los propios brotes naturales. Tengo que podarla para que no se forme
demasiada madera, cortarla para que dé más fruto. Sin falta tengo que rodearla de
una valla para que no la pisoteen los viandantes y para que el jabalí no la devore.
(cf Sal 79,14) Tengo que cultivarla con mucho cuidado para que el vino no
degenere en algo extraño, incapaz de alegrar a Dios y a los hombres o incluso
entristecerlos. Tengo que protegerla con mucha atención, para que el fruto que con
tanto trabajo se cultiva no sea robado furtivamente por los que en secreto devoran
a los pobres (Hab 3,14). De la misma manera que el primer hombre recibió en el
paraíso, su viña, la orden de trabajarla y de guardarla, yo tengo que cultivar mi
viña (Gn 2,15)..
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”