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EN CAMINO
10 Domingo del tiempo ordinario, ciclo “C”.
Por, Neptalí Díaz Villán CSsR.
- Primera lectura: 1Re 17,17-24: Me doy cuenta de que eres un hombre de Dios.
- Salmo Responsorial: 30: Cambiaste mi luto en danzas y me has vestido de fiesta.
- Segunda lectura: Gal 1,11-19: Dios me escogió y me llamó desde antes de nacer.
- Evangelio: Lc 7, 11-17: Joven, yo te lo ordeno, levántate.
Levántate
El texto evangélico de hoy, lo ubicamos en el ministerio de Jesús en Galilea.
Estaba en marcha la acción misericordiosa y salvífica de Dios y se cumplía su promesa
de salvación a Israel. Los evangelistas presentan a Jesús con un ministerio similar, pero
superior al de los grandes profetas y taumaturgos: Elías y Eliseo.
Este evangelio fue elaborado por Lucas, paralelamente, al texto de la
resurrección de hijo de la viuda de Sarepta por parte de Elías, que leímos en la primera
lectura (1Re 17,17-24). El profeta encuentra a una viuda angustiada, en la entrada de la
ciudad de Sarepta. Similarmente, Jesús encuentra a una viuda angustiada en la puerta de
la ciudad de Naím. La viuda de Sarepta tiene un hijo, aparentemente único. Habiendo
muerto ese hijo único, Elías lo resucit￳ “y se lo entreg￳ a la madre”. Exactamente, las
mismas palabras y, exactamente, en el mismo orden figuran en el relato de Lucas. Jesús,
tras resucitar a un muchacho, se lo entrega a su madre, la viuda de Naím. El relato de
1Re 17 termina con la viuda alabando a Elías como un hombre de Dios que tiene la
verdadera palabra de Dios en sus labios. El milagro lleva a reconocer a Elías como un
profeta auténtico, al igual que el milagro de Jesús induce a la multitud a aclamarlo como
un gran profeta. Hay otros paralelos de los cuales se sirve Lucas para apoyar este relato
como el caso de la mujer casada de la ciudad de Sunam, al sur de Galilea, que se
convierte en bienhechora del profeta Eliseo (2Re 4,8-37). El texto de la resurrección de
la hija de Jairo (Mc 5,41 // Lc 8,40-42.49-56). En este texto utiliza las mismas palabras
vivificadoras dirigidas por Jesús: “ni￱a, a ti te digo: levántate” (Mc 5,41) // “Muchacho,
a ti te digo: levántate.” 1
Que haya sido una elaboración del evangelista, no significa que no sea cierto lo
que dice el texto. Con este relato Lucas quiere presentar, no tanto un acontecimiento
aislado, sino la globalidad del ministerio de Jesús a favor de condenados a muerte. Eso
que narra Lucas en este evangelio fue lo que hizo Jesús durante todo su ministerio:
detener a quienes condenan y arrastran al ser humano hacia la fosa y dar vida a los
caídos. Iluminar con su luz a quienes viven en tinieblas y en sombra de muerte, y
conducir sus pasos por el camino de la paz (Lc 1,79).
1 MEIER P., John. Un judío marginal, nueva versión del Jesús histórico. Tomo II/2 Los Milagros. Verbo
Divino. Pamplona 2000. Págs. 903-913
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Hoy, como ayer, vemos muchas escenas de este tipo. Muchos jóvenes son
arrastrados y condenados a morir en el sinsentido de una vida vacía, en la drogadicción,
la prostitución, la delincuencia y la falta de oportunidades para crecer como seres
humanos libres. Hoy hay muchos hogares destruidos, proyectos abandonados y
pueblos arrasados. Por muchas calles de nuestras ciudades latinoamericanas se pasean
el hambre, la delincuencia y la indiferencia homicida de “los buenos” que no quieren
meterse en problemas. Hoy, como ayer, mucha gente acompaña silenciosa la carroza
fúnebre del montón de ilusiones olvidadas, promesas incumplidas y personas
destruidas.
Hoy, como ayer, necesitamos otros Cristos llenos de la misericordia de Dios,
para que se acerquen a las madres, las consuelen y les demuestren que es posible
cambiar el ritmo de la historia. Que es posible detener el espiral que envuelve nuestro
mundo y lo condena a morir eternamente. Necesitamos profetas llenos del amor de
Dios, para hablarles con autoridad a los condenados a muerte, levantarlos y generar el
espacio para que se comuniquen con libertad y manifiesten sin violencia su protesta y
su propuesta.
Es tarea nuestra identificar todo aquello que condena a muerte a los niños, a los
jóvenes, a los hogares, a los pueblos, a la Iglesia, a la humanidad en general.
Necesitamos comunicar y sembrar en la mente y en el corazón de nuestros jóvenes
razones para vivir, para amar y para luchar. Que se sientan amados, respetados e
impulsados a construirse como seres humanos en medio de montañas y llanuras,
amenazas y oportunidades, bondades y maldades. Que aprendan a descubrir y a
disfrutar de las cosas bellas que tiene la vida y a enfrentar los problemas y las
dificultades como desafíos que los retan a luchar por su propia dignidad como seres
humanos. Hoy, como ayer, tenemos la oportunidad de permitir que Jesucristo nos
levante y reconstruya. Con la fuerza del Resucitado podemos enfrentar todas las
estructuras de muerte y experimentar una nueva vida en Cristo. ¿Cómo hacerlo? Eso es
lo que tenemos que descubrir y hacer con la gracia de Dios, Padre y Madre.
Oración:
Padre Dios, autor de la vida y de la salvación, te bendecimos y te damos gracias
porque continuamente nos llenas de amor y de ganas de vivir. Gracias por tu Hijo
Jesucristo, que nos libera de todas ataduras y nos da la plena libertad. Hoy te
entregamos, en el nombre de Jesús, toda nuestra vida y nuestro acontecer histórico.
Reconocemos, Padre, que hay realidades, vicios, corrientes ideológicas, costumbres,
tradiciones, fuerzas internas, que quieren llevarnos al abismo, que nos arrastran a la
muerte. Tal vez hemos vivido situaciones difíciles, tal vez, tengamos temores, vacíos
existenciales, inmadurez afectiva o emocional, deseos de poder y de aparecer… Tú nos
conoces, Padre.
Señor, tú me examinas y me conoces, sabes cuándo me acuesto y me levanto, tú conoces de lejos
mis pensamientos (Sal 39). Sabes lo que hay en mi mente y en mi corazón, mis valores y
mis equivocaciones, mis luces y mis sombras, mis aciertos y desaciertos. Hoy te entrego
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todo para que me libres de la mediocridad, de una vida vacía de sentido, de la muerte
existencial. Padre, que nada ni nadie me esclavice, que nada ni nadie ate mi vida, porque
en tu nombre me declaro libre.
Hoy te reconocemos como nuestro único Dios y Señor y a tu enviado Jesucristo,
como el camino que conduce a la plena felicidad, verdad que nos hace libres y la vida
que nos colma de alegría.
Te presentamos, también, a tantos niños y jóvenes que arrastran una vida vacía
de sentido y son arrastrados por la drogadicción, el alcoholismo, la prostitución, la
soledad, el consumismo banal, la mediocridad y la indiferencia de sus padres, y de toda
la sociedad. Te presentamos a tantas familias desoladas que son arrastrados hacia la
separación o que soportan el infierno del desamor. Te presentamos a tantas personas
de conglomerados urbanos, campesinos, marginados que sobreviven en la pobreza, la
miseria y la indiferencia de los estados. Ayúdales a encontrar el camino de la salvación.
Haznos personas sensibles, misericordiosas para que sintamos el dolor humano y nos
movamos a trabajar por una humanidad nueva. Danos un corazón grande para amar,
unas manos generosas para dar y unos pies firmes para seguir los pasos de Jesús. En tu
nombre nos levantamos y caminamos, en tu nombre invitamos a otros para que
también se levanten, se liberen y caminemos juntos construyendo tu Reino. Amén.