Comentario al evangelio del Martes 30 de Abril del 2013
Queridos amigos y amigas:
Hoy vemos en la Palabra que Dios nos regala la fuerza y el apoyo insustituible de la comunidad
eclesial. Es prácticamente la protagonista del relato que podemos contemplar. Me llega particularmente
este detalle: habiendo dejado medio muerto a Pablo después de ser apedreado, dice la Escritura que
“entonces, lo rodearon los discípulos” ¡Qué hermoso! El bálsamo fraterno de ese “rodear” a Pablo
debió de ser eficacísimo porque inmediatamente se levantó, volvió a la ciudad y al día siguiente tuvo
ánimo y energía para seguir el camino a Derbe con Bernabé y así continuar predicando el Evangelio;
para ello, por la gracia de Dios, habían sido enviados por la comunidad de Antioquia.
Por otro lado, vemos cómo uno de los objetivos primordiales de estos dos apóstoles era animar y
exhortar a los discípulos a ser fieles al don de la fe porque hay que pasar mucho para entrar en el Reino
de Dios. Imagino la impresión de los discípulos al ver a Pablo, todavía con las heridas frescas,
pronunciar estas palabras. Supongo que no necesitaría del poder de su persuasión –que sin duda no le
faltaba- para convencerlos.
Y, por último, vemos de nuevo a la comunidad en el centro, cuando al retornar a su punto de partida,
Pablo y Bernabé lo primero que hacen es reunir a la Iglesia para contarle lo que Dios había hecho por
medio de ellos. Y termina diciendo que se quedaron allí bastante tiempo con los discípulos.
¡Aprendamos a ser Comunidad que abraza, cura, anima, conforta, envía, comparte…!
Y, para terminar, un interrogante: ¿Cómo es posible que los discípulos fueran capaces de abrazar todo
tipo de sufrimientos por causa de Jesucristo? ¿Cómo se pudo operar un cambio tan radical en unos
hombres aterrados, confusos y llenos de dudas después de la muerte del Señor?
Los datos nos muestran a un grupo que ha perdido no sólo la esperanza, sino casi también la fe. A un
grupo desconfiado, que no se convence con nada, que parte siempre de la duda, que se resiste a creer.
Cristo tiene que repetir sus apariciones, debe aportar pruebas, dejarse tocar, comer con ellos… para ser
creído.
Sencillamente creo que la respuesta se nos ofrece como un regalo inmenso en el Evangelio: “La paz os
dejo, mi paz os doy… que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde” Aquí la tenemos para saborearla
y dejar que nos invada.
Hagamos súplica la preciosa oración colecta de la Eucaristía, creyéndonos de veras lo que pedimos:
“Señor, tú que en la Resurrección de Jesucristo nos has engendrado de nuevo para que renaciéramos a
una vida eterna, fortifica la Fe de tu pueblo y afianza su esperanza a fin de que nunca dudemos que
llegará a realizarse lo que nos tienes prometido”
Vuestro amigo:
Fernando Gonzalez
Fernando González