COMO CON JESÚS, CON NADIE
Padre Javier Leoz
El Señor nos acompaña. Y, en medio de nosotros, cuando era consciente de su
muerte y, ahora en vísperas de su Ascensión, nos dice que guardemos su Palabra.
Que, en ella –todo un patrimonio espiritual, personal y divino de Jesús—
encontraremos fuerza para seguir adelante, respuestas ante muchos interrogantes.
Amar al Señor y, guardar sus pensamientos, su esquema para nuestro mundo y
para nosotros, es todo uno.
1.- Las estadísticas dicen que, una generación de jóvenes en Europa, está perdida.
Algo grave está ocurriendo en nuestro mundo cuando se nos prepara para la
felicidad y, a la vuelta de la esquina, nos encontramos en la soledad o con una
ansiedad insoportable. Algo está aconteciendo en nuestra sociedad cuando, detrás
de muchas palabras y de otros tantos escaparates, se nos invita a amarnos a
nosotros mismos y, luego necesitamos del amor auténtico, de una ayuda para
levantarnos, de un aliento o de una sonrisa…resulta que nos encontramos solos.
Falla, en el fondo y en la forma, aquello que es o no es digno de ser amado.
2.- Dios, que disfruta amando, goza con nuestro amor. Y Jesús, el amor hecho
carne en medio de nosotros, nos da una pista para ser felices. Para no sentirnos
defraudados, inquietos o desilusionados de nuestra existencia: hay que esperar en
Dios, hay que amar a Dios y no hay que perder de vista lo que Él nos enseñó.
¿Amas a Dios? ¿Cómo tratas su Palabra? ¿Condiciona, alumbra, ilumina, interpela
en algo tu existencia?
Hemos perdido, en varios aspectos, el norte y –Jesús- nos recuerda que, sus
Palabras, siempre serán causa de serenidad y de encuentro con nosotros mismos,
con los demás y con el mismo Dios. ¿Por qué nos cuesta tanto guardar, proteger,
acoger y enseñar su Palabra? Tal vez porque, entre otras cosas, es exigente, nítida,
a veces duele y otras calma. Su Palabra, de vez en cuando, deja a la intemperie
nuestras vergüenzas y otras nos dice que somos dichosos, bienaventurados y
elegidos. Pero, no lo olvidemos, su Palabra es eterna.
3.- Estamos en horas muy decisivas para la Iglesia y para el anuncio del evangelio.
Nunca como hoy se necesitan corazones vigorosos (no cobardes), labios dispuestos
a dar testimonio de Jesús (no amordazados por la sordina del todo da igual),
personas dispuestas a brindarse generosamente a los demás como sello e identidad
de que son amigos de Jesús y de que pertenecemos a una comunidad de
hermanos. Y, por encima de todo, la promesa de Jesús: Él nos acompañará, nos
consolará con el Espíritu y nos guiará, como miembros de su Iglesia, hacia la meta
final. Que Dios nos siga animando e inundando con la alegría de esta Pascua.
Porque, estar y permanecer al lado de Jesús, es garantía segura. Con Él, todo.
4.- QUIERO ESTAR CONTIGO, SEÑOR
Cerca para no perderte, y no perdiéndome de Ti,
no olvidar a los que, día a día, me rodean.
Que tu Palabra, Señor, sea la que me empuje
a no olvidarte, y no olvidándote,
dar razón de tu presencia aquí y ahora
QUIERO ESTAR CONTIGO, SEÑOR
Y, a pesar del vacío que existe en el mundo
intentar llenarlo con mi débil esfuerzo
con mis frágiles palabras
con mi alegría fruto de mi encuentro contigo.
Ayúdame, Señor, a guardar tu Palabra
A llevarla cosida a mis pensamientos
A practicarla en las pequeñas obras de cada día
A demostrarme a mí mismo
que, cumpliendo tus deseos
y guardando tus promesas,
es como podré alcanzar la Vida Eterna.
QUIERO ESTAR CONTIGO, SEÑOR
En las horas de luz, cuando a las claras te veo
y en las noches oscuras, al sentir que te pierdo
En las pruebas amargas, cuando eres mi bálsamo
Y en los instantes de soledad cuando avanzo sólo
Aquí me tienes, Señor, torpe y débil
pero recordando que, cumplir y amar tu Palabra,
es la mejor autopista para llegarme hasta el cielo
Amén.