Nosotros y el Espíritu Santo
La postmodernidad tiene entre sus notas características la autosuficiencia. Hay cierta
autocomplacencia en esta nota identitaria. Sin embargo, la frustración es su fin, la
nostalgia del pasado es su dolor y el egoísmo, su destrucción. Nunca nos habíamos visto
tan necesitados del otro, de la otra. La especialización nos acorraló, pero también nos
abrió el camino de la comunicación, al menos, para no ahogarnos.
La Iglesia, en sus orígenes, experimenta la nostalgia de los ritos y accesorios de la vieja
sacristía. Son muchos los nostálgicos/as que prescinden de lo esencial para quedarse
“sentados en sombras de muerte”. Los Apóstoles tienen la capacidad de convocatoria y
reúnen a las Iglesias para dialogar, hoy se diría ´consensuar´. No lo hacen para perpetuar
el pasado, sino para abrir las brechas del futuro.
No lo hacen solos. “Ellos y el Espíritu Santo”. Es que a fin de cuentas, esto de Ser
Iglesia y Hacer la iglesia, no es obra humana. Es obra del Espíritu. Es verdad que Él se
vale del instrumento humano, de este rezago de humanidad que somos nosotros, pero lo
hace aún a costa nuestra por caminos “sólo por Él conocidos” y que de alguna manera
definen los parámetros del Plan de Salvación.
El Espíritu nos abre a la novedad de Cristo. Sólo en Él es aceptable, vivible y
comprensible su presencia, su mensaje. Y sólo en el Espíritu podemos abrirnos a la
comunión en la Santa Trinidad y vivir la plenitud del amor. El texto nos habla de algo
familiar: “La morada” que es anticipo de la Nueva Jerusalén, pero es también el
ambiente propio de quienes acogen el misterio de Dios en sus corazones.
Cochabamba 05.05.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com