¿Habrá una Ascensión de los creyentes? ¿Cuándo?
La Ascensión del Señor 2013
Una asomadita al interior de las familias nos mostrará que algo está pasando en el
seno de ellas, que en pocos años han sufrido una profunda transformación. Papá y
mamá han salido de casa, todo se encuentra “patas’parriba”, y los niños no se
sienten responsables de tender su cama, de lavar su plato e incluso de amarrarse
las propias agujetas, pues además los papás han decretado que lo que puedan
hacer por los hijos, lo harán con mucho gusto, “para que ellos no sufran lo que
ellos sufrieron” en los años pasados. No hay quien meta orden en la familia, los
hijos no tienen una guía ni una orientación constantes, y la pretendida formación
para la fe y para la vida se les confía a extraños, sea a la escuela o al catequista
que pasa fugazmente por la vida de los niños y de los jóvenes, sin dejar otra huella
que unas cuántas fórmulas aprendidas de memoria, que llegarán a ser como un
traje que se usó pero que quedó chico cuando el niño creció, y que por ningún
motivo querría portarlo, pues haría el ridículo con un traje tan pequeño. Esa es la
situación de muchas familias en nuestro México y en nuestra querida Iglesia
mexicana. Algo se está consiguiendo con la pretendida catequesis escolarizada, que
tiene tantos enemigos, precisamente porque exige de parte de los padres una
colaboración muy estrecha con los catequistas y con la escuela para que los niños y
los jóvenes lleguen a ser cristianos adultos en la fe.
Pero me estoy distrayendo de mi intento, porque hoy celebramos gozosos el triunfo
de Cristo cuando sube a los cielos y es colocado a la derecha del Padre,
concluyendo así gloriosamente el ciclo de salvación que comenzó con su
Encarnación en el seno purísimo de María Santísima. Precisamente, para que la
Iglesia tomara su papel, se responsabilizara de su misión de Salvación para todos
los hombres, Cristo se aleja pero no como los padres irresponsables, sino para que
guiados por el Espíritu Santo de Dios pudieran hacerlo presente entre los hombres
mientras se llegara su regreso también glorioso para conducirnos a todos a la casa
del Buen Padre Dios.
Cristo se aleja de los suyos pero como todos los hombres cuando se alejan quieren
dejar algo tras de sí, dejar unos hijos que prolonguen y recuerden su memoria,
dejar una casa construida, un árbol plantado, una obra de carácter científico,
literario o artístico, él en lugar de alejarse se queda con los suyos de una manera
asombrosamente sencilla en el sacramento de la Eucaristía, que hace una
conjunción maravillosa entre lo eterno y lo temporal, entre lo que se acaba y lo que
permanece eternamente, una presencia suya representada y hecha vida en el
sacramento del Pan y del Vino del amor.
Cristo se va para ser glorificado por su Padre, esa sería la primera razón de su
alejamiento, porque bien merecía ser exaltado hasta lo alto, el que quiso
voluntariamente someterse a la humillación de la cruz.
Pero si Cristo se aleja, lo hace para que la Iglesia tenga la oportunidad de crecer y
de hacer que su mensaje salvador fuera precisamente patrimonio de la humanidad.
San Agustín de la manera magistral que él tiene para expresarse, afirma que en el
último momento, cuando Cristo bendecía a sus apóstoles antes de marcharse,
ellos veían a Cristo cabeza pero no podían ver el cuerpo, o sea su Iglesia, pero
nosotros ahora vemos el cuerpo, pero no vemos a su cabeza, y creemos en él que
descansa con su corazón que antes dejó de latir en la cruz, latiendo nuevamente
cerca del Padre, intercediendo por los pecadores hasta su incorporación definitiva a
todos los que habían de ser salvados.
Y finalmente, Cristo se aleja de los suyos para que nosotros miremos al cielo y nos
demos cuenta que nuestra morada no está precisamente aquí, sino en la casa de
todos los creyentes, para que apresuremos el paso y hagamos que todos los
hombres se manifiesten seguidores de Cristo Jesús el Salvador y formemos así el
gran pueblo nuevo lleno de gracia y bendición.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios
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