Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo C, Tiempo de Pascua,
Domingo de la Semana No. 6
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no
imponeros más cargas que las indispensables * Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben. * Me enseñó la ciudad santa, que bajaba del cielo
* El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho
Textos para este día:
Hechos 15, 1-2. 22-29:
En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos
que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse.
Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se
decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los
apóstoles y presbíteros sobre la controversia.
Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir
algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas
Barsaba y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta
carta: "Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de
Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo.
Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado
e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y
enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la
causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas,
que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y
nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de
carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la
fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud."
Salmo 66 :
El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la
tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R.
Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los
pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra. R.
Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos
bendiga; que le teman hasta los confines del orbe. R.
Apocalipsis 21, 10-14. 22-23:
El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad
santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios.
Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido.
Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con
doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel.
A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres
puertas.
La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los
apóstoles del Cordero.
Santuario no vi ninguno, porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el
Cordero.
La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina
y su lámpara es el Cordero.
Juan 14, 23-29:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que me ama guardará mi palabra,
y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es
mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu
Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya
recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no
tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a
vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre
es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando
suceda, sigáis creyendo."
Homilía
Temas de las lecturas: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no
imponeros más cargas que las indispensables * Oh Dios, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben. * Me enseñó la ciudad santa, que bajaba del cielo
* El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho
1. La Pascua llega a los no-judíos
1.1 La primera lectura recuerda un momento coyuntural de la Iglesia naciente en el
que los Apóstoles se vieron enfrentados a una pregunta inédita de profundas
consecuencias. La cuestión es esta: a la vista de lo que significa la Ley de Moisés,
que fue dada por Dios, ¿deben los paganos cumplir esa Ley? Un modo breve y un
tanto dramático de plantear esto mismo es: ¿hay que circuncidar a los cristianos
venidos del paganismo? La circuncisión, en efecto, es la puerta a la observancia de
toda la Ley.
1.2 Las dos posturas tenían quién las apoyara. Por un lado, la sabiduría y santidad
de esa Ley, que por mucho tiempo fue la señal de elección y el motivo válido de
orgullo de los judíos, no se ve por qué no puedas o deban llegar a los no judíos. Por
otro lado, si es verdad que somos salvos esencialmente por la fe y es ella sola
quien nos abre la puerta a la gracia de Cristo, ¿en qué sentido es necesaria la Ley
antigua, como si faltara alguna perfección a la gracia que ha venido precisamente
para hacer perfecto lo que la Ley de Moisés no podía alcanzar? Al final, como
escuchamos, quedó en vigor esta segunda propuesta, avalada por el testimonio
misionero de Pablo, el discurso de Santiago y la autoridad de Pedro.
1.3 Esta reunión de Apóstoles y otros discípulos, en la que se pudo discutir y
solventar la cuestión de la Ley y los cristianos venidos del mundo pagano, es
conocida como el Primer Concilio de la Iglesia, o Concilio de Jerusalén. A lo largo de
los siglos la Iglesia ha tenido que apelar muchas veces a ese mismo recurso: reunir
a sus obispos, en cuanto sucesores de los apóstoles, para discernir, con la ayuda
del Espíritu Santo, cuestiones doctrinales, morales, litúrgicas o pastorales de gran
alcance. La última de esas reuniones fue el Concilio Vaticano II.
2. Los apóstoles están en el cimiento de la ciudad de luz
2.1 El tono de optimismo y de alabanza a Dios no abandona nunca a las lecturas
del tiempo pascual. En particular, estos textos del Apocalipsis, que hemos
encontrado varias veces en la segunda lectura, simplemente rebosan del gozo del
Cielo, como dejándonos saborear un poco de la alegría que nos aguarda, allí donde
la Pascua no acaba jamás.
2.2 En esta lectura, llena como siempre de los símbolos usuales del Apocalipsis,
destaquemos el lugar de honor de los Apóstoles, por enlazar también con el tema
de la primera lectura. Ellos son llamados basamentos o cimientos, y sobre su
fortaleza se apoya la muralla que defiende a la ciudad santa. De aquí aprendemos
qué es o quién es un apóstol de Cristo: su fe, su oración, su palabra, sus obras de
amor le dan firmeza al edificio que no ha de caer.
2.3 En cada eucaristía de domingo hay un elemento que no falta jamás: la
profesión de fe, que usualmente renovamos recitando el Credo, o también el
llamado Símbolo de los Apóstoles. Hay una lógica profunda en ello: si el Domingo
es el día del Señor, si es el día que nos acerca con fuerza a la Pascua de Cristo,
fuente de nuestra propia Pascua, tiene sentido que al acercarnos al Cielo
recordemos quiénes y con qué enseñanzas nos han abierto ese Cielo.
3. El Espíritu Santo y el Resucitado
3.1 ¿Quién entre nosotros no ha anhelado eso que sería estar en tiempos de Cristo,
poder verlo “en vivo”? Él mismo lo predijo: “Vendrán días cuando ansiaréis ver uno
de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis.” (Lucas 17,22). Y sin embargo,
Jesús no era Supermán, antes de la cruz, ni es el Hombre Invisible después de la
resurrección. El mismo amor, la misma unción que hizo posible su ministerio
público, su donación y gloria en la Cruz y su bendita resurrección, ese mismo
Espíritu Santo está ahora vivo y actuando en nosotros.
3.2 Al Espíritu Santo se atribuye el singular milagro de amor que es la Encarnación
del Hijo único de Dios. Nada de extraño entonces que ese mismo Espíritu prolongue
de algún modo esa Encarnación no en el sentido de conservar al Cristo glorioso
entre nosotros en esta tierra sino haciéndonos ya desde esta tierra más y más
semejantes al Cristo del Cielo.
Fr. Nelson Medina, O.P.