SEXTO DOMINGO DE PASCUA. CICLO C.
(Jn. 14, 23-29)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «El que me ama guardará mi
palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El
que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo
no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que
estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el
Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando
todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo
como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me
habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amarais, os
alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he
dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis
creyendo.»
CUENTO: LA ALEGRÍA DE PENSAR EN LOS DEMÁS
Cuenta una leyenda china que había un montón de arroz cocido y preparado
como alimento. A su alrededor había muchas personas hambrientas, casi a
punto de morir. No podían aproximarse al arroz, pero tenía en sus manos
de dos y tres metros de longitud. Es verdad que llegaban a coger el arroz,
pero no conseguían llevarlo a la boca, porque los palillos que tenían en sus
manos eran muy largos. De este modo, hambrientos y moribundos, pero
solitarios, morían de hambre delante de una abundancia inagotable.
Había también otro gran montón de arroz cocido y preparado como
alimento. A su alrededor había muchas personas, hambrientas pero llenas
de vitalidad. No podían aproximarse al arroz, pero tenían en sus manos
largos palillos de dos y tres metros. Y con sus largos palillos, en vez de
llevarlos a la propia boca, se servían unos a otros al arroz. Así, acallaban
sus hambre, juntos y solidarios, gozando de las personas y de las cosas.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Sexto domingo de Pascua. Ya huele a despedida. Jesús se va, es inevitable,
necesario. Hay que desprenderse de ÉL para que vuelva a renacer de otra
manera. No hay que aferrarse, hay que dejar marchar. El amor verdadero
no piensa en uno mismo, no posee, no reclama, se entrega, deja libertad,
piensa en el otro, en ese gran Otro, en su plan, en su proyecto. Y Cristo
tiene que marcharse para que venga el Espíritu Santo y pueda renovarnos
por dentro y en profundidad. ¡Qué maravillosa lección para nuestra vida!
Nosotros amamos poseyendo, no dejando libertad. Si amáramos de verdad,
como nos dice Jesús, no llenaríamos de alegría de que El se vaya y venga el
Espíritu Santo. Porque el amor verdadero se alegra de lo que hace feliz al
otro y no pretende acapararlo para uno mismo. Sólo desde esta
generosidad y desprendimiento puede brotar la alegría y la verdadera paz
que nos trae Jesús. Los discípulos no querían separarse del Jesús físico,
estaban a gusto de conocerlo a El, se sentían seguros con su presencia. Lo
que les dice Jesús es duro y no es extraño que les costara entenderlo. Es
más sólo lo entendieron en Pentecostés y no por mérito de ellos sino del
Espíritu Santo. Y es que hay cosas que no podemos entender desde la pura
racionalidad humana, nos hace falta la ayuda de la fe. Amar como Dios nos
ama, supera nuestras entendederas, es necesaria la ayuda del Espíritu
Santo.
El texto de hoy viene detrás del mandamiento del amor, allí donde Jesús
resume junto a sus discípulos el testamento, lo esencial que quiere que
ellos y nosotros retengamos para siempre en nuestros corazones. El
mandamiento supremo, la esencia de la fe cristiana: EL AMOR. He aquí el
resumen más perfecto, lo que no hay que olvidar, lo que pasa por encima
de todo: de leyes, de normar, de ritos, de templos. No hay mayor
revolución religiosa. SER CRISTIANOS ES AMAR. Es más, SER CREYENTE ES
AMAR. Mucho más, SER HUMANO ES AMAR.
El amor, el amor. No hay palabra más repetida y más usada, y quizá por
eso más devaluada. Se confunde amor con tantas otras cosas. Se dice amor
cuando en realidad se está hablando de placer, de pasión, de realización, de
sexo, de momentos, de atracción, de emociones. Y, claro, no es extraño,
muchos jóvenes y no tan jóvenes dicen que el amor no es para siempre, ni
significa compromiso. El amor dura mientras dure. El amor se desgasta y el
amor se muere.
No es de este amor del que habla Jesús. Ni siquiera habla de amor humano.
No dice que amemos al prójimo, es más, mucho más. Dice AMAR COMO
DIOS NOS AMA A NOSOTROS. O sea, con un amor gratuito, incondicional,
generoso, entregado hasta el final, comprometido por siempre. Un amor
que genera vida, esperanza, paz, perdón, alegría, solidaridad, justicia.
Y no es que el amor humano, el amor sensible, el amor emocional, no sea
importante. ¡Qué bien lo expresó el Papa Benedicto XVI en su primera
encíclica titulada precisamente “Dios es amor”. Dice él que hay un amor de
Eros, un amor de Filia y un amor de Ágape. Los tres son buenos y
complementarios: amor de pareja, amor de amigo, amor de Dios. Los tres
se interrelacionan, los tres se ayudan mutuamente a elevar el amor humano
más allá de la atracción física o erótica y más allá del amor de
correspondencia como es la amistad. El amor cristiano nos lleva a la
entrega gratuita, como el amor de Dios.
Como nos cuenta el cuento de este día. El amor es pensar en el otro antes
que en nosotros mismos, el amor es procurar la felicidad al otro, sabiendo
que en esa búsqueda está mi propia felicidad.
En un mundo lleno de amores interesados y egoístas, nos corresponde a los
cristianos comunicar y sobre todo vivir esta dimensión del amor gratuito,
generoso, solidario, sin esperar nada a cambio.
Sólo en esto, dice Jesús, nos reconocerán como verdaderos discípulos. Sólo
así volverán nuestros contemporáneos a fijarse e interrogarse de nuevo al
vernos cómo amamos y cómo nos amamos.
Y para mí ésa debe ser la auténtica renovación de la Iglesia, la verdadera
misión y evangelización. Sin eso, todo lo demás es rito y norma vacíos que
no llamarán la atención a nadie.
¡QUE TENGÁIS UNA SEMANA LLENA DE AMOR, AMOR DE PERSONAS, DE
FAMILIA, DE AMIGOS; AMOR DE SOLIDARIDAD, DE PAZ , DE AMABILIDAD;
AMOR HACIA LOS POBRES; AMOR SENCILLO DE CADA DÍA, AMOR DE
DIOS!