Domingo VI de Pascua del ciclo C.
Jesús nos da su paz y nos hace partícipes de los dones del Espíritu Santo,
para que podamos experimentar su acción en el mundo, en la Iglesia y en
nuestra vida.
Ejercicio de lectio divina de JN. 14, 23-29.
1. Oración inicial.
Al empezar a conmemorar la sexta semana del tiempo de Pascua, nos
preguntamos cómo podemos experimentar al Señor Resucitado en nuestra vida.
Jesús fue visto por sus Apóstoles cuando venció a la muerte. Ello puede
conducirnos a pensar erróneamente que los primeros seguidores del Señor tenían
más motivos que nosotros para tener fe en el Mesías, porque pudieron verlo
resucitado. Tal pensamiento no es cierto, así pues, de la misma manera que
muchos testigos de los milagros del Señor no reconocieron al Hijo de María como
Enviado de Dios al mundo para redimir a la humanidad, ni los Apóstoles ni
nosotros, podemos aceptar a Jesús al verlo físicamente, sino al recibir los dones del
Espíritu Santo, junto a la paz de Nuestro Salvador.
¿Cómo podemos experimentar la presencia de Jesús Resucitado? Si amamos a
Jesús y cumplimos sus Mandamientos, no solo vendrá Él a nuestra vida, pues
también harán morada en nosotros, Nuestro Padre celestial, y, el Espíritu Santo. No
podemos palpar físicamente al Dios Uno y Trino, pero, si creemos en Él, nuestra
vida se diferencia, de la vida de quienes carecen de nuestra fe.
Si no sentimos que experimentamos la presencia de Jesús en nuestra vida, ni
deseamos hacerlo, no amamos al Señor, ni deseamos cumplir sus Mandamientos,
porque no hemos descubierto que tales prescripciones religiosas contribuyen a
purificarnos y santificarnos, por lo que pensamos que el Señor es un líder
meramente humano, que quiere ejercer poder sobre quienes creemos en Él.
El Espíritu Santo nos revela las verdades divinas que desconocemos, y nos
recuerda las enseñanzas de Jesús. Quizás conocemos a Nuestro Santo Padre y a
Jesús, pero no nos relacionamos con el Espíritu Santo. Aprovechemos el tiempo de
Pascua para relacionarnos con el Abogado cuyos dones hemos recibido, que tiene la
misión de purificarnos y santificarnos. Relacionémonos con el Espíritu Santo, para
aprender a sentir la presencia del Dios Uno y Trino en el mundo, en la Iglesia y en
nuestra vida.
La paz que Jesús nos da no se reduce a la ausencia de conflictos, pues es la
seguridad de que Dios está con nosotros, aunque estemos sufriendo
inmensamente. La paz divina es la seguridad de que nuestra vida no acabará mal,
aunque, actualmente, fracasemos a la hora de llevar a cabo nuestros planes.
La Ascensión de Jesús al cielo debe ser un motivo de alegría para nosotros,
porque ello indica que el Mesías concluyó el cumplimiento de la misión que llevó a
cabo perfectamente, y está con Nuestro Padre celestial, a quien tiene como
superior a Él aunque comparten la Divinidad junto al Espíritu Santo, porque lo ama
más que a Sí mismo.
Oremos:
"ESPÍRITU SANTO"
“Espíritu Santo, fuente inagotable de todo lo que existe, hoy quiero darte gracias.
Gracias ante todo por la vida, porque respiro, me muevo, siento cosas, mi cuerpo
funciona, mi corazón late. Hay vida en mí.
Gracias porque a través de mi piel y mis sentidos, puedo tomar contacto con los
seres que has creado.
Porque el aire roza mi piel, siento el calor y el frío, percibo el contacto con las cosas
que toco.
Gracias porque mi pequeño mundo está repleto de pequeñas maravillas que no
alcanzo a descubrir.
Gracias porque tu amor me llega cada día, me rodeas y me envuelves con tu luz.
Gracias porque estás conmigo en todo lo que me pasa, para que pueda aprender
algo de cada cosa que me suceda.
Gracias porque quieres transformar todo mi ser con tu vida divina.
Gracias porque cada día es una novedad, porque siempre hay nuevos signos de tu
amor, porque siempre me invitas a algo más, y siempre me llamas a volver a
empezar.
¡Gracias Espíritu Santo! Amén"
(Ana L. de Rivera).
2. Leemos atentamente JN. 14, 23-29, intentando abarcar el mensaje que San
Juan nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"El Espíritu Santo os irá recordando todo lo que os he dicho
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 23-29
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y
haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es
mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu
Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya
recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no
tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a
vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre
es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando
suceda, sigáis creyendo"".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de JN. 14, 23-29.
3-1. ¿Cómo podemos saber si amamos a Jesús?
"Si alguno me ama, guardará mi Palabra" (CF. JN. 14, 23).
Si cumplimos los Mandamientos de Jesús, ello indica que amamos al Señor, y, si
no los acatamos, lo rechazamos. Recordemos que San Pablo les escribió a los
cristianos de Filipo que es necesario que nos sometamos a Nuestro Salvador,
porque es Todopoderoso, y nadie nos ama como Él.
"Para que al nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en los cielos, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua confiese
que Cristo Jesús es Señor
para gloria de Dios Padre" (FLP. 2, 10-11).
La aplicación de la Palabra de Jesús a nuestra vida es tan importante, que San
Pablo les escribió a los cristianos de Filipo, que se esforzaran por identificarse
plenamente, con Nuestro Salvador.
"Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo" (FLP. 2, 5).
Quienes escuchan la Palabra de Jesús, la aplican a sus vidas, y creen en Dios
Padre, merecen la vida eterna.
"En verdad, en verdad os digo:
el que escucha mi Palabra
y cree en el que me ha enviado,
tiene vida eterna
y no incurre en juicio,
sino que ha pasado de la muerte a la vida" (JN. 5, 24).
La Palabra de Jesús nos hace discípulos del Mesías, nos revela la Verdad divina, y
nos hace verdaderamente libres.
"Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él:
«Si os mantenéis en mi Palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos,
y conoceréis la verdad
y la verdad os hará libres"" (JN. 8, 31-32).
Si aplicamos la Palabra de Jesús a nuestra vida, no viviremos lejos de Dios,
cuando el Señor concluya la plena instauración de su Reino entre nosotros.
"En verdad, en verdad os digo:
si alguno guarda mi Palabra,
no verá la muerte jamás"" (JN. 8, 51).
Si aplicamos la Palabra de Jesús a nuestra vida, aunque compartamos las
tribulaciones del Señor, cuando el Mesías concluya la instauración de su Reino entre
nosotros, seremos partícipes de su gloria.
"Acordaos de la palabra que os he dicho:
El siervo no es más que su señor.
Si a mí me han perseguido,
también os perseguirán a vosotros;
si han guardado mi Palabra,
también la vuestra guardarán" (JN. 15, 20).
3-2. Si aplicamos la Palabra de Jesús a nuestra vida, seremos amados por el Dios
Uno y Trino, el cual morará en nuestros corazones.
""Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a
él, y haremos morada en él" (CF. JN: 14, 23).
Si los estudiantes se esfuerzan a la hora de estudiar, tendrán probabilidades de
poder encontrar un trabajo, que les ayude a realizarse personalmente, y a
mantener a sus familiares.
Si los trabajadores son honrados a la hora de llevar a cabo sus actividades
laborales, tendrán muchas probabilidades de que no les falte trabajo.
Si los padres e hijos se aman entre sí, difícilmente se disolverán sus vínculos
familiares.
Si aplicamos la Palabra de Jesús a nuestra vida, seremos amados por el Dios Uno
y Trino, el cual nos amará, y convertirá nuestros corazones, en los templos en que
habitará.
En este tiempo, no podemos sentir la presencia de Dios físicamente, pero, por
medio de la fe que profesamos, podemos sentir su presencia, en conformidad con la
aplicación de la Palabra de Jesús a nuestra vida, y a la recepción de los dones del
Espíritu Santo, y de la paz de Nuestro Salvador.
3-3. ¿Por qué no se revela Jesús abiertamente al mundo, tal como quienes
desean ser famosos se dan a conocer?
Dado que muchos seguidores de Jesús tenían la esperanza de que el Mesías
constituyera un ejército poderoso que los librara del yugo romano, no podían
entender la manera de pensar y proceder del Hijo de María. Durante los veinte
siglos de existencia de la Iglesia, no todos los cristianos han sido capaces de
comprender al Mesías. Jesús guarda las revelaciones más profundas referentes al
Dios Uno y Trino, para quienes le demuestran su receptividad, aplicando su Palabra
a sus vidas, -es decir, obedeciéndole-.
Recordemos que, en ciertas ocasiones, cuando nuestros familiares y amigos más
queridos nos aconsejan para beneficiarnos, los ignoramos. Tal ignorancia es la
causa por la que Dios busca una forma de acercarse a nosotros, que no solo le
permita que lo escuchemos, pues, si quiere que le obedezcamos, debe buscar el
modo de demostrarnos que, lejos de Él, nos es imposible encontrar, la plenitud de
la felicidad.
3-4. ¿Por qué quiere Jesús que apliquemos su Palabra a nuestras vidas?
"el que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía,
sino del Padre que me ha enviado" (JN. 14, 24).
La única manera que tenemos de demostrar que amamos a Jesús, consiste en
aplicar su Palabra a nuestras vidas. Jesús no aprecia su Palabra porque procede de
Sí mismo, sino porque es de Nuestro Padre celestial, que lo envió al mundo a
redimirnos. En este hecho se encierra una enseñanza muy importante para quienes
no han aprendido a amarse, porque meditan más sobre sus defectos que sobre sus
virtudes. Quienes no puedan amarse por lo que son porque no se aprecian, que
aprendan a amarse, porque proceden de Nuestro Padre celestial.
3-5. El Espíritu Santo nos revelará las verdades divinas, y nos recordará las
enseñanzas de Jesús.
"Os he dicho estas cosas estando entre vosotros (para que las verifiquéis cuando
os percatéis de que acontecen). Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre
enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he
dicho" (JN. 14, 25-26).
Jesús les dijo a sus seguidores que el Padre les enviaría el Espíritu Santo en su
nombre, para que tuvieran una gran confianza, en el citado Defensor celestial.
el Espíritu Santo nos revela las verdades divinas, y nos recuerda las enseñanzas
de Jesús. Esta es la causa por la que las enseñanzas de Jesús deben iluminar las
circunstancias que acaecen en todos los tiempos, para no perder la utilidad de
hacernos buenos cristianos, con tal que podamos alcanzar la vida eterna.
¿Cómo podemos comunicarnos con el Espíritu Santo? Entre el Paráclito y los
cristianos, media la fe. La oración y el estudio constante de la Palabra de Dios, nos
hacen esperar que actuemos como debemos hacerlo los hijos de Dios, bajo la
inspiración de la tercera Persona, de la Santísima Trinidad.
3-6. Jesús nos da su paz.
"Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe
vuestro corazón ni se acobarde" (JN. 14, 27).
La paz de Jesús no se obtiene mediante la realización de ejercicios de meditación,
ni consiste en la ausencia de conflictos. Dado que la citada paz es la seguridad de
que estando de parte de Dios no nos sucederá nada inútil, -porque todos los
acontecimientos que vivimos están encaminados a purificarnos y santificarnos-,
Jesús nos dice que no nos dejemos turbar ni nos acobardemos cuando suframos. La
paz de Jesús es la tranquilidad de saber que hacemos las cosas bien cuando
cumplimos la voluntad de Dios, aunque ello nos suponga dificultades, en este
mundo carente de fe, porque desconfiamos de lo que no conocemos, y porque no
todos los cristianos somos santos ejemplares.
3-7. ¿Por qué quiere Jesús que nos alegremos por causa de su Ascensión al cielo
y de su futura segunda venida o Parusía?
"Habéis oído que os he dicho: "Me voy y volveré a vosotros." Si me amarais, os
alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo" (JN.
14, 28).
Nos alegramos de que Jesús haya sido ascendido al cielo, porque ha cumplido la
misión que le fue encomendada por Nuestro Padre común, pero, con respecto a
nosotros, ¿cómo nos vamos a alegrar de que el Mesías no esté entre nosotros,
especialmente cuando necesitamos sentir su presencia, cuando sufrimos?
Debemos alegrarnos por causa de la Ascensión del Señor al cielo, no solo por
Jesús, sino también por nosotros, porque el Mesías volverá por segunda vez a
concluir la plena instauración de su Reino de amor y paz entre nosotros, y porque
Jesús está con Nuestro Padre celestial, en cuya presencia esperamos vivir, cuando
nuestra tierra sea su Reino.
3-8. ¿Sentimos la presencia de Jesús en el mundo, en la Iglesia y en nuestra
vida, y que se cumplen sus promesas?
"Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis" (JN.
14, 29).
3-9. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-10. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto
evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el
fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en JN. 14. 23-29 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿Cómo podemos saber si amamos a Jesús?
¿Por qué el hecho de incumplir los Mandamientos de Jesús indica que no amamos
a Nuestro Salvador?
¿Por qué necesitamos someternos al Hijo de dios y María?
¿Por qué es bueno para nosotros identificarnos con Cristo hasta llegar a
experimentar sus sentimientos?
¿En qué sentido nos favorece el hecho de aplicar la Palabra de Jesús a nuestra
vida?
¿Por qué quienes aceptan la Palabra de Jesús aceptan nuestra predicación, si
descubren que nuestras palabras están inspiradas en el anuncio mesiánico?
3-2.
¿Nos ama Dios si aplicamos su Palabra a nuestra vida porque actúa como un líder
humano ansioso de sentirse poderoso, o porque sus Mandamientos están
encaminados a purificarnos y santificarnos?
¿Cómo podemos sentir la presencia de dios en el mundo, en la Iglesia y en
nuestra vida?
3-3.
¿Por qué no se revela Jesús al mundo tal como lo hacen quienes desean ser
famosos?
¿Por qué muchos seguidores de Jesús no comprendían la manera de pensar y
actuar del Señor?
¿Nos hemos percatado de que nos parecemos a tales seguidores de Jesús, en que
no comprendemos al Señor, porque queremos adaptarlo al cumplimiento de
nuestras expectativas?
¿Por qué guarda Jesús las revelaciones más profundas de la Divinidad para
quienes se prestan a comprender al Dios Uno y Trino?
¿Por qué busca Dios una forma de dirigirse a nosotros que le ayude a ser amado
y aceptado por quienes afirmamos que creemos en Él, a pesar de que tenemos la
costumbre de ignorarlo?
3-4.
¿Por qué quiere Jesús que apliquemos su Palabra a nuestras vidas?
¿Nos valoramos por lo que somos, porque somos hijos de Dios, o por las dos
cosas?
3-5.
¿Qué dos misiones desempeña el Espíritu Santo en los cristianos según el punto
3-5 del presente trabajo?
¿Por qué les dijo Jesús a sus amigos que el Padre les enviaría el Espíritu Santo en
su nombre?
¿Por qué la Palabra de Jesús debe iluminar las circunstancias características de
todos los tiempos?
¿Cómo podemos comunicarnos con el Espíritu Santo?
3-6.
¿En qué se diferencia la paz de Jesús de la paz que anhela el mundo?
¿Por qué debemos evitar la turbación y la cobardía en nuestra vida cristiana?
¿Por qué nuestra fe es rechazada por mucha gente?
3-7.
¿Por qué quiere Jesús que nos alegremos por causa de su Ascensión al cielo y de
su futura segunda venida o Parusía?
¿Por qué debemos alegrarnos de que Jesús haya sido ascendido al cielo, si le
necesitamos entre nosotros?
3-8.
¿Sentimos la presencia de Jesús en el mundo, en la Iglesia y en nuestra vida, y
que se cumplen sus promesas?
5. Lectura relacionada.
Os recomiendo leer los capítulos 13-17 del cuarto Evangelio, ya que los mismos
son meditados durante el tiempo de Pascua profundamente por los cristianos
católicos, por causa de la importancia de las enseñanzas que contiene el citado
texto.
6. Contemplación.
Contemplémonos con dificultades para aplicar la Palabra de Jesús a nuestra vida,
porque tenemos una fe débil, dado que quizás no conocemos profundamente las
creencias características de los cristianos. Si desconocemos nuestras creencias, y
no aplicamos la Palabra de Jesús a nuestra vida, no podremos sentirnos amados
por Dios, hasta llegar a confiar en Él, profundamente.
¿Qué haremos para solventar el problema de nuestra carencia de fe?
Sintamos cómo el Espíritu Santo nos revela las verdades divinas, y nos recuerda
las enseñanzas de Jesús, que tan fácilmente olvidamos, por nuestra falta de fe, y
porque somos tendentes a ignorarlas. Orémosle al Espíritu Santo, con tal de
mantener una excelente relación con Él, y así aprenderemos a vivir la experiencia
del Dios Uno y Trino.
Aunque sintamos que la vida nos es adversa, no nos turbemos ni seamos
cobardes, porque, la paz de Jesús, mora en nuestros corazones.
No pensemos que Jesús no está entre nosotros porque mora en el cielo, porque
hemos sido llamados a vivir en la presencia de Nuestro Padre común.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en JN. 14, 23-29.
Comprometámonos a pedirle al Señor que nos conceda su paz, para que seamos
fuertes con tal de vencer las dificultades características de nuestra vida.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús: Hazme sentir que tu Santo Espíritu vive en mí, para que aprenda a
vivir abierto al aprendizaje de las revelaciones divinas, y sienta el deseo de
comprometerme a conocer tu Palabra, para que así pueda aplicarla a mi vida de
cristiano comprometido con tu causa.
9. Oración final.
Lee el Salmo 4.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com