Solemnidad. La Ascención del Señor , Ciclo C
MARCHAR PARA ESTAR CERCA
Padre Pedrojosé Ynaraja
Antes de comentaros los textos de la misa de hoy, mis queridos jóvenes lectores,
os explicaré, como es mi costumbre, el lugar donde se recuerda el acontecimiento
que celebramos el presente domingo. Se trata de una colina alargada, no me
atrevo a llamarla sierra, donde en el extremo Este, hay una edificación de planta
octogonal. Lamentablemente, es lugar de propiedad musulmana y se debe pagar la
correspondiente entrada, si uno desea visitarla. Sé que en la presente festividad, se
permite a la comunidad cristiana, la celebración solemne de la misa. Lo que
sorprende nada más entrar, es que el ámbito carezca de techo o bóveda. Permite
esta peculiaridad, que el visitante que acude animado por la Fe, mire boquiabierto
al cielo, tal como estaban los discípulos, después de la desaparición del Señor. En
tal actitud los encontraron los ángeles y, sin llegar a recriminárselo, les advirtieron
que debían de espabilarse, si no querían hacer el ridículo, quedándose allí.
En medio de este perímetro poligonal, se alza una pequeña edificación cubierta de
cúpula, donde enseñan en el suelo rocoso la huella que dejó Jesús antes de
elevarse (sic). Por supuesto que hay que tener mucha imaginación para distinguirla.
Como podéis suponer, no es un lugar del que uno salga emocionado, pero la
decepción se olvida pronto al salir, ya que la vista de la ciudad de Jerusalén es
asombrosa. Decepción sentirían también ellos al dejar de verlo, sin entender
porque se había marchado, sintiendo como sentían, la necesidad de tenerlo
cercano.
Los artistas han aprovechado el evento para plasmar sus imágenes, a cual más
teatral. En realidad, y no quisiera desilusionaros, la Ascensión fue únicamente la
última aparición con apariencia física. Ciertamente que los encuentros que nos
narran los evangelios nos evidencian que el Señor no se aparecía con la intención
de pasar un rato entretenido con sus amigos. Si recapacitáis, os daréis cuenta de
que lo que les dice es el complemento de lo que había predicado en su vida
histórica. Juzgaría el Señor que ya era suficiente lo dicho verbalmente y que para
continuar su empresa, la constitución de la Iglesia, ya les había proporcionado
suficiente instrucción. Y que continuasen ellos, que continuemos nosotros, esta
fantástica tarea.
El Maestro dejó de aparecerse. ¿os imagináis que hubiera obrado de otro modo?
¿Quién hubiera podido encontrarse con Él? Evidentemente los ricos de dinero, o los
de mucho tiempo libre que les permitiese trasladarse a pie a aquellas tierras.
Se fue el Señor físicamente. Quedó equidistante, próximo a todos, desde su
realidad trascendente, libre de la prisión espacio-temporal. En Galilea, junto al lago,
hubo de embarcarse y alejarse, para que todos los oyentes le pudiesen escuchar.
Eran muchos aparentemente, poquísimos, si los comparamos con los millones que
hoy en día estamos deseosos de conocerle y aprender de Él. Aprender a amarle y
ser amados.
De ahora en adelante, en cualquier lugar se adorará acertadamente a Dios, le dijo a
la de Samaría.
Siempre que dos o más de vosotros os reunáis en mi nombre, yo os acompañaré.
Quien escucha humildemente mis palabras, se hace un hueco por donde yo y mi
Padre entraremos y moraremos en el.
Esto es mi cuerpo y esta mi sangre. En memoria mía lo haréis y vuestro gesto
actualizará en cualquier tiempo y lugar, mi presencia.
No os dejo solos de ninguna manera. Pronto lo entenderéis. Vendrá el Espíritu que
iluminará vuestra mirada y vuestro interior. En vuestro seno sentiréis mi compañía,
que se hará individual visita a cada uno. Cuando creáis no verme, o penséis que he
dejado de existir, es que voy pegado a cada uno de vosotros, justamente a vuestra
espalda, medio oculto, para probar si sois valientes y decididos.
La mirada nos puede engañar y ver gigantes donde solo hay molinos, como le
ocurrió al Quijote. Dicho de otra manera confundir el dinero con la felicidad, el
placer y el éxito, con la satisfacción plena. Creeros triunfadores porque domináis a
algunos. Algo semejante a lo que le ocurrió al “caballe5ro de la triste figura”. El
hombre hierra con facilidad cuando cabila orgulloso y gente astuta logra
embaucarlo con taimadas disertaciones y convertirlo en esclavo suyo o de su
partido, agrupación o secta. Pero la experiencia del Amor no engaña.
Para allegarnos a Él, aunque no se nos aparezca físicamente, disponemos de
muchos resortes y todos gratuitos, sin que se nos exijan títulos académicos, ni
asombrosas dotes artísticas.
Lo único necesario es la humildad, acompañada de la generosidad. El orgulloso y
egoísta, nunca encuentra a Dios.