¿LA META? ¡EL CIELO!
Padre Javier Leoz
“Hablen ustedes un poco más del cielo….que no nos dicen nada”. Así se expresaba
una joven al finalizar una misa por un fallecido. Y es que, queriendo o sin querer,
ocultamos verdades como un templo o, por lo menos, se diluyen como el azúcar en
el agua. Lo cierto es que, así como es fácil hablar de las cosas de la tierra ante el
auditorio, no lo es tanto hablar de aquello que no conocemos pero en lo que sí
creemos: LA CIMA QUE NOS AGUARDA. EL CIELO.
1.- La Pascua va tocando a su fin. Jesús, que después de donarse generosamente
por nosotros, murió y resucitó, en la solemnidad de la Ascensión está llamado a
vivir definitivamente en la presencia de Dios.
Con Dios estuvo, unido en la tierra, pero –ahora físicamente y cara a cara- rodeado
por la gloria celeste, disfruta de la vida de Dios, con Dios y en Dios. ¡Felicidades,
Jesús! ¡Tú fidelidad y tu entrega te hacen digno de este premio, de este buen final!
En ese ascenso de Cristo hacia el cielo, nos deja marcado un surco para que, los
que aspiramos a vivir en esa gloria de Dios, no nos desviemos. Jesús, al entrar en
el cielo, señala una puerta abierta a todos los que creemos en El y vivimos en El. Al
igual que los apóstoles, asombrados ante este Misterio, también nosotros nos
quedamos maravillados ante lo que nos aguarda. Nuestra profesión de fe (Cristo es
el Salvador) nos hace soñar, anhelar, gustar y luchar por esa patria celeste; por esa
ascensión personal a la que todo creyente estamos llamados a realizar. Cristo,
como cabeza, ha ido delante y nosotros, como su cuerpo, marcharemos detrás
¿Aspiramos a ello? ¿No nos quedamos –frecuentemente- instalados y sentados en
el cómodo salón del mundo? Aspirar al cielo, es bueno; luchar por El –como Jesús
lo hizo- se hace más cuesta arriba. Merece la pena intentarlo.
2.- El Señor, una vez más, nos da testimonio de lo que es: Hijo de Dios. Como tal,
para que no lo olvidemos, se pone en cabeza. Que no perdamos de la órbita de
nuestras aspiraciones el contemplar cara a cara al mismo Dios. Como cristianos, en
esta fiesta de la Ascensión del Señor, nos hemos de comprometer más activamente
en y con la misión de Jesús. No podemos quedarnos mirando al cielo (con la vista
perdida) pero tampoco clavados en lo pasajero o incluso creyendo que, la Iglesia,
es una especie de ONG (como muy bien alertaba el Papa Francisco en el inicio de su
pontificado.
3.- Muchas cosas que decía y hacía Jesús, no las entendieron aquellos amigos de
Jesús (los apóstoles). Se les hizo duro el duro lenguaje de “morir para resucitar”.
Pero al final, los discípulos, volvieron a Jerusalén con alegría y alabando a Dios.
Eso, entre otras cosas, se ha de ver en nuestros semblantes cristianos (la alegría y
el gozo) y escuchar de nuestros labios (lo que somos y qué significa Jesús de
Nazaret para todos nosotros). No escondamos aquello que profesamos: Jesús
alegría del mundo, muerto y resucitado, asciende a los cielos para mostrarnos –
más a las claras todavía- su victoria. ¡Enhorabuena, Señor!
4.- ¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Para gozar contigo, en la presencia de Dios
cantando y proclamando
, con los ángeles y mil coros celestiales,
que eres Santo y Dios,
Dios y Santo,
eternamente santo por los siglos de los siglos.
¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Y, después de entrar Tú en el reino de los cielos,
Comprender esperando
que, un día también nosotros,
tendremos un lugar en algún rincón eterno
Y, al contemplar la grandeza de Dios,
festejar, en la gloria de ese inmenso cielo,
que ha merecido la pena ser de los tuyos
permanecer firmes en tus caminos
guardar tu nombre y tu memoria
meditar tu Palabra y tu mensaje
soñar con ese mundo tan diferente al nuestro
¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Que no la cierre el viento del camino fácil
Que no la empuje nuestra falta de fe
Que no la obstruya nuestro afán de tener aquí
¡DEJANOS LA PUERTA ABIERTA, SEÑOR!
Para vivir y morar contigo
Para amar y vivir junto a Dios
Para sentir el soplo eterno del Espíritu
Para gozar en el regazo de María Virgen
¡NO NOS CIERRES LA PUERTA DEL CIELO, SEÑOR!