SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR C
Hch 1, 1-11; Sal 46; Ef 1, 17-23; Lc 24, 46-53
Así está escrito: que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al
tercer día y que se predicaría en su nombre la conversión para perdón de los
pecados de todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos
de estas cosas. "Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre.
Vosotros permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo
alto." Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y,
mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos después de
postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo. Y estaban siempre en el
Templo bendiciendo a Dios.
Este domingo celebramos en la Iglesia la Solemnidad de la Ascensión del Señor:
"...Cristo que salió del seno del Padre, y vuelve al Padre...", por ello hoy en la
liturgia escuchamos las palabras jubilosas que dedica el Salmista: “...Dios asciende
entre aclamaciones, El Señor al son de trompetas. Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo... ” (Sal 46). Así en este “misterio de la vida de
Cristo” meditamos, por una parte, la glorificación de Jesús muerto y resucitado, y,
por otra, su marcha de esta tierra y vuelta al Padre. Y así como el Hijo de Dios se
encarnó en el seno virginal de la Virgen María, y hoy celebramos su vuelta al Padre;
igualmente nosotros los hombres, creados a imagen y semejanza de Dios, por el
don de la vida entramos en el tiempo, y mediante la muerte retornaremos al seno
del Padre, pues la muerte es el tránsito, el puente, el retorno a la Casa del Padre de
la Misericordia (como el hijo pródigo).
"...Seréis mis testigos...", estas palabras dirigidas a los Apóstoles antes de la
Ascensión explican bien el sentido de la evangelización de siempre, pero, de modo
especial, resultan sumamente actuales en nuestro tiempo. Vivimos una época en la
que sobreabundan las palabras, repetidas hasta la saciedad por los medios de
comunicación social, que ejercen tanto influjo sobre la opinión pública. Pero lo que
necesitamos escuchar es la Palabra rica en sabiduría y santidad. Los cristianos
estamos llamados a cultivar la escucha de la palabra de Dios, la oración y la vida
eucarística, especialmente durante la celebración semanal del día del Señor, sólo
así, y gracias al testimonio de vida cristiana verdaderamente comprometida,
viviendo de modo radical el Evangelio, el mensaje de Cristo podrá continuar
abriéndose camino en nuestro mundo.
San Cirilo de Alejandría nos dice: ᆱ…El Se￱or sabía que muchas de sus moradas ya
estaban preparadas y esperaban la llegada de los amigos de Dios. Por esto, da otro
motivo a su partida: preparar el camino para nuestra ascensión hacia estos lugares
del Cielo, abriendo el camino, que antes era intransitable para nosotros. Porque el
Cielo estaba cerrado a los hombres y ningún ser creado había penetrado nunca en
este dominio santísimo de los ángeles. Es Cristo quien inaugura para nosotros este
sendero hacia las alturas. Ofreciéndose Él mismo a Dios Padre como primicia de los
que duermen el sueño de la muerte, permite a la carne mortal subir al cielo. Él fue
el primer hombre que penetra en las moradas celestiales… Así, pues, Nuestro Se￱or
Jesucristo inaugura para nosotros este camino nuevo y vivo: “ha inaugurado para
nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo de su carne” (Heb 10,20)…ᄏ.
En el evangelio, cuando San Lucas narra la Ascensión del Señor, con una mirada
retrospectiva, nos conduce al mismo tiempo a la misión en el futuro. En el
evangelio el Señor remite a la esencia de la Sagrada Escritura: la pasión y la
resurrección del Mesías, y esto es lo que se anunciará de ahora en adelante a todos
los pueblos. Los discípulos han sido y siguen siendo los testigos oculares de esta
esencia de toda la revelación, y de esta gracia única: "...dichosos los ojos que ven
lo que vosotros veis...". Los discípulos han de recibir el Espíritu de Dios, de modo
que su misión les exigirá una obediencia permanente a este Espíritu Santo.
La Ascensión de Jesús, que significa el retorno a la Casa del Padre, está precedida
de una bendición final que envuelve a todo el futuro de la Iglesia, una bendición
cuya eficacia durará siempre y bajo la que hemos de poner toda nuestra actividad.
En esta solemnidad se nos invita a ver en Cristo al Altísimo, ante el cual todos los
hombres somos llamados a postrarnos, porque Él mismo es el Señor; por esto
como dice el texto del evangelio: "... y viéndolo elevarse sobre las nubes lo
adoraron...". La bendición de Cristo que da a sus apóstoles en el momento que los
va dejando, no explica solamente el perdón de los pecados obtenido mediante su
muerte en cruz. Esta bendición es sobre todo el signo que expresa el manantial de
beneficios que, a través de su misterio pascual consumado en la cruz Él nos los
adquiere y nos lo retorna, colmándonos de los beneficios del Padre, por eso San
Pablo dice: "... hemos sido adoptados en Cristo,... y si hijos también herederos...".
La Ascensión no es sólo la glorificación definitiva de Jesús de Nazaret, sino también
la prenda y garantía de la exaltación, de la elevación de la naturaleza humana, Él
está ahora a la diestra del Padre.
Recibimos hoy en esta fiesta de la Ascensión del Señor una bendición en particular,
que entre todas las bendiciones que nosotros quisiéramos recibir es la más
perfecta, la mayor entre todas. Nuestra fe y esperanza de cristianos se refuerzan
hoy, se nos invita a meditar en nuestra pequeñez, en nuestra fragilidad y miseria,
pero también en la transformación que Cristo actuará en nosotros al estar unidos a
Él por los sacramentos y por la gracia.
San Gregorio Magno, se dirigía a los fieles de Roma reunidos en San Pedro en esta
fiesta diciendo: ᆱ…El Se￱or arrastr￳ cautivos cuando subi￳ a los cielos, porque con
su poder trocó en incorrupción nuestra corrupción. Repartió sus dones, porque
enviando desde arriba al Espíritu Santo, a unos les dio palabras de sabiduría, a
otros de ciencia, a otros la gracia de los milagros, a otros la de curar, a otros la de
interpretar. En cuanto Nuestro Señor subió a los cielos, su Santa Iglesia desafió al
mundo y, confortada con su Ascensión, predicó abiertamente lo que creía a
ocultas…ᄏ (In Evang, Homilia XXIX, 11; PL 76,1219). Dios no solo nos ha creado a
su imagen y semejanza; sino que hemos sido queridos.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar