VII Semana de Pascua
Jueves
Padre Julio González Carretti O.C.D
Lecturas:
a.-Hch. 22, 30; 23, 6-11: Pablo ante Sanedrín.
Este pasaje de los Hechos, nos describen con lujo de detalles la presencia de Pablo
ante el Sanedrín. Inteligentemente Pablo provoca la división entre el auditorio,
compuesto en su mayoría por fariseos y saduceos, mencionando el tema de la
resurrección, los primeros se ponen a favor del acusado, los otros en su contra,
hasta el punto que el tribuno, por salvar a Pablo de la muerte, lo envía a la prisión.
En un punto estaban de acuerdo ambas facciones, la intangibilidad de la Ley de
Moisés, pero en cuanto a la interpretación que hacía Pablo, estaban en total
desacuerdo. La intención de Lucas, es más que narrar un hecho histórico, que no
niega, pretende personalizar la justificación del cristianismo y el sinsentido del
judaísmo. En otras palabras, Pablo fue acusado injustamente ante las autoridades
judías. También hay que considerar que Lucas, si bien nos presenta estas
discusiones entre cristianos y judíos, no olvida, que por otra parte, es la
resurrección un punto de común acuerdo, al menos con los fariseos. Hay una
esperanza común, entre el judaísmo y el cristianismo, ahora si ellos son fieles a su
fe, deberían aceptar a Jesús, como Mesías y su resurrección. El problema es que
niegan que esas verdades se hayan realizado en la persona de Jesús de Nazaret, y
no creen en el mensaje que proclama sus representantes, por lo mismo, no son
fieles a su credo.
b.- Jn. 17, 20-26: Padre, que sean uno con nosotros.
Meditamos la última parte de la oración sacerdotal de Jesús. Ruega por todos
aquellos que creerán en ÉL en el futuro, creerán por la palabra de los apóstoles. Es
una clara petición por todos los creyentes, para los cuales también, pide la unidad;
comunión entre ellos, un reflejo de la existe entre el Padre y el Hijo, pero que es
participación en su vida divina. Así como el Padre está en Jesús, así los creyentes
debes estar en Ellos, para que el mundo crea que Jesús es el enviado del Padre.
Vínculo de esta unidad es el amor, la única forma humana de estar en el otro; amor
y obediencia para hacer la voluntad del Padre. La gloria de Dios, es Dios mismo
cuando se manifiesta, ahora se ha manifestado en Cristo, y les comunica esa gloria
a los discípulos; Dios vive en ellos, como Cristo vive en sus discípulos, se crea la
unidad y la inhabitación divina en el hombre. El mundo creerá en Cristo, cuando sus
discípulos vivan en unidad, la fe y el amor, cercanos al hombre y a la sociedad
donde comparten alegrías y penas. Los hombres podrán ver la gloria de Cristo, en
cuanto, los discípulos no decaigan en su fe, participación eficaz en su gloria, y en la
filiación divina. El Padre justo, lo han conocido los apóstoles, porque han estado
cerca del que ÉL ha enviado, como su Revelador. El evangelista, trata de revelarnos
la transformación del hombre que acepta a Jesús, como venido del cielo y que se
hace presente en sus discípulos por medio de su muerte y resurrección. Es Dios,
hecho hombre, que irrumpe en la vida del creyente, para que pueda tener
experiencia de lo divino en su existencia diaria, a través del misterio de Cristo
Jesús. Quiere que donde está ÉL estén también los suyos para que contemplen su
gloria su amor los acompañe siempre (v. 26). El cristiano está llamado a vivir esta
intimidad divina.
Santa Teresa de Jesús, vive la unión en forma, entendiendo por ello la unión de
voluntades, la de Dios y el hombre, cimentado en el amor. “Paréceme que queda
algo oscura, con cuanto he dicho, esta morada. Pues hay tanta ganancia de entrar
en ella, bien será que no parezca quedan sin esperanza a los que el Señor no da
cosas tan sobrenaturales; pues la verdadera unión se puede muy bien alcanzar, con
el favor de nuestro Señor, si nosotros nos esforzamos a procurarla, con no tener
voluntad sino atada con lo que fuere la voluntad de Dios. ¡Oh, qué de ellos habrá
que digamos esto y nos parezca que no queremos otra cosa y moriríamos por esta
verdad, como creo ya he dicho! Pues yo os digo, y lo diré muchas veces, que
cuando lo fuere, que habéis alcanzado esta merced del Señor, y ninguna cosa se os
dé de estotra unión regalada que queda dicha, que lo que hay de mayor precio en
ella es por proceder de ésta que ahora digo y por no poder llegar a lo que queda
dicho si no es muy cierta la unión de estar resignada nuestra voluntad en la de
Dios. ¡Oh, qué unión ésta para desear! Venturosa el alma que la ha alcanzado, que
vivirá en esta vida con descanso y en la otra también; porque ninguna cosa de los
sucesos de la tierra la afligirá, si no fuere si se ve en algún peligro de perder a Dios
o ver si es ofendido; ni enfermedad, ni pobreza, ni muertes, si no fuere de quien ha
de hacer falta en la Iglesia de Dios; que ve bien esta alma, que El sabe mejor lo
que hace que ella lo que desea.” (5M 3,3).