EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 24,46-53.
Jesús dijo a sus discípulos: «Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías
y su resurrección de entre los muertos al tercer día.
Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los
pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones,
invitándolas a que se conviertan.
Ustedes son testigos de todo esto.
Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues,
en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba.»
Jesús los llevó hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía, se separó de ellos (y fue llevado al cielo.
Ellos se postraron ante él.) Después volvieron llenos de gozo a Jerusalén,
y continuamente estaban en el Templo alabando a Dios.
Comentario del Evangelio por:
Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en
Inglaterra
Sermón “La presencia espiritual de Cristo en la Iglesia”, PPS, t. 6, n°10
“Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”
La vuelta de Cristo a su Padre es a la vez fuente de pena, porque implica su
ausencia, y fuente de alegría, porque implica su presencia. De la doctrina de su
Ressurección y de su Ascensión brotan estas paradojas cristianas a menudo
mencionadas en la Escritura: estamos afligidos, pero siempre alegres, " pobres,
pero que enriquecen a muchos " (2Co 6,10).
Tal es en efecto nuestra condición presente: perdimos a Cristo y lo encontramos;
no lo vemos y sin embargo lo percibimos. “Estrechamos sus pies” (Mt 28,9), pero Él
nos dice: " no me retengas " (Jn 20,17). ¿Cómo esto? El caso es que perdimos la
percepción sensible y consciente de su persona; no podemos mirarlo, oírlo, hablar
con él, seguirlo de lugar en lugar; pero gozamos espiritualmente, immaterialmente,
interiormente, mentalmente y realmente de su vista y de su posesión: una
posesión más efectiva y presente que aquella de la que los apóstoles gozaban en
los días de su carne, justamente porque es espiritual, justamente porque es
invisible.
Sabemos que en este mundo cuanto un objeto está más cerca, menos podemos
percibirlo y comprenderlo. Cristo está tan cerca de nosotros en la Iglesia cristiana,
llegando a decir, que no podemos fijar en Él la mirada o distinguirlo. Entra en
nosotros, y toma posesión de la herencia que adquirió. No se nos presenta, sino
que nos toma con él. Nos hace sus miembros... No lo vemos; Conocemos su
presencia sólo por la fe, porque está por encima de nosotros y en nosotros. Así,
estamos afligidos, porque no somos conscientes de su presencia..., y nos
regocijamos porque sabemos que lo poseemos: " sin haberlo visto, le amáis, y sin
contemplarlo todavía, creéis en él, y así os alegráis con un gozo inefable y radiante,
alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas " (1P 1,8-9).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”