EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Fiesta de san Matías, apóstol
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Libro de los Hechos de los Apóstoles 1,15-17.20-26.
Uno de aquellos días, Pedro tomó la palabra en medio de los discípulos —había allí
como ciento veinte personas—, y les dijo:
«Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura, pues el Espíritu Santo
había anunciado por boca de David lo que hizo Judas; este hombre, que guió a los
que prendieron a Jesús,
era uno de nuestro grupo y había sido llamado a compartir nuestro ministerio
común.
Esto estaba escrito en el libro de los Salmos: Que su morada quede desierta y que
nadie habite en ella. Y también está escrito: Que otro ocupe su cargo.
Tenemos, pues, que escoger a un hombre de entre los que anduvieron con nosotros
durante todo el tiempo en que el Señor Jesús actuó en medio de nosotros,
desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue llevado de nuestro lado. Uno de
ellos deberá ser, junto con nosotros, testigo de su resurrección.»
Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías.
Entonces oraron así: «Tú, Señor, conoces el corazón de todos. Múestranos a cuál
de los dos has elegido
para ocupar este cargo y recibir este ministerio y apostolado del que Judas se retiró
para ir al lugar que le correspondía.»
Echaron a suertes entre ellos y le tocó a Matías, que fue agregado a los once
apóstoles.
Salmo 113(112),1-2.3-4.5-6.7-8.
¡Aleluya! ¡Alaben, servidores del Señor, alaben el nombre del Señor!
¡Bendito sea el nombre del Señor ahora y para siempre!
¡Desde donde sale el sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor!
¡El Señor domina a todas las naciones, su gloria está por encima de los cielos!
¿Quién es como el Señor, nuestro Dios, que se sienta en las alturas, pero que se
inclina para ver los cielos y la tierra?
Al pobre lo recoge desde el polvo, de la mugre retira al desvalido,
para darle un asiento entre los nobles, con los grandes de su pueblo.
Evangelio según San Juan 15,9-17.
Como el Padre me amó, así también los he amado yo: permanezcan en mi amor.
Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido
los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea
completa.
Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado.
No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos,
y son ustedes mis amigos si cumplen lo que les mando.
Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su pa trón. Los
llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre.
Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé
para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les
concederá todo lo que le pidan en mi Nombre.
Amense los unos a los otros: esto es lo que les mando.
Comentario del Evangelio por
Pablo VI (1897-1978), papa 1963-1978
Audiencia general, 12 de junio 1974
La juventud perenne de la Iglesia
Hoy fijamos nuestro pensamiento en un aspecto propio de Pentecostés: la
animación sobrenatural producida por la efusión del Espíritu Santo en el cuerpo
visible, social y humano de los discípulos de Cristo. Este efecto es la perenne
juventud de la Iglesia... La humanidad que forma la Iglesia está bajo los influjos del
tiempo, está encerrada, sepultada en la muerte; pero esta realidad no suspende ni
interrumpe el testimonio de la Iglesia en la historia a lo largo de los siglos. Jesús lo
anunci￳ y lo prometi￳: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo” (Mt 28,20). Lo dio a entender a Sim￳n dándole un nombre nuevo: “Tú eres
Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la
derrotará” (Mt 16,18).
Uno puede objetar enseguida, como tanta gente de hoy día: Quizá sí, la Iglesia
es permanente, ya que existe desde hace dos mil años, pero que, justamente por
ser tan antigua, está envejecida... La Iglesia, dicen, es venerable por el hecho de
su antigüedad..., pero no vive del soplo actual y siempre nuevo de la juventud. Ya
no es joven. ¡Es una objeción fuerte!... Haría falta un tratado extenso para
responder a ella. Para los espíritus abiertos a la verdad, sin embargo, bastaría con
decir que esta perennidad de la Iglesia es sin￳nimo de juventud. “Es obra del Se￱or
y es realmente admirable.” (Mt 21,42). La Iglesia es joven.
Lo más asombroso es que el secreto de su juventud es su persistencia
inalterable en el tiempo. El tiempo no hace envejecer a la Iglesia. La hace crecer, la
estimula hacia la vida y la plenitud... Ciertamente, todos sus miembros mueren
como todos los mortales, pero la Iglesia, como tal, no sólo tiene un principio
invencible de inmortalidad más allá de la historia, sino que posee también una
fuerza incalculable de renovación.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”