Ciclo ABC: Solemnidad. Domingo de Pentecostés
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
“Espíritu Santo” es el nombre propio de la Tercera Persona de Dios Trinidad. El
Padre y el Hijo son también e igualmente espíritu y santos, pero Espíritu Santo
llamamos sólo a la Tercera Persona (Mt 28,19). Y la llamamos así (Espíritu Santo),
para recordar que es una Persona Divina, tan real Persona Divina como el Padre y
el Hijo. Lamentablemente, casi lo hemos olvidado y, lo que es aún peor, casi hemos
olvidado que existe. Quizá porque siendo Espíritu no lo vemos ni sabemos qué
hacer con Él (cómo tratarlo). Algunos hasta lo confunden con alguna de las fuerzas
que animan y mueven nuestro mundo. Pero, atención, porque teniendo en sí mismo
toda la fuerza del mundo y siendo la fuerza de todas las fuerzas del mundo, aún la
cósmica, no es una fuerza sino una Persona… Divina, a diferencia de nosotros que
somos meras personas humanas.
Para nosotros, lo más maravillosos del Espíritu Santo es que siendo tan grande en
sí mismo y en relación con el Padre y el Hijo, siendo el Protagonista actual de la
Obra del Padre (la Creación) y del Hijo (la Redención salvadora), su delicia es estar
con los hijos de los hombres (Prov. 8,31). ¡Qué bueno si nuestra delicia fuera estar
con Él! Debiera sernos un privilegio y una gozada poder estar e intimar tanto con
una Persona así. Don del Padre y del Hijo, es el mayor de los regalos que nos hizo
Jesucristo (Jn 16, 7). Pero además son muchos los otros regalos que nos vienen
con él, regalos que llamamos carismas, dones y frutos. Él, su Persona Divina, es el
Don de los dones. ¡Dulce huésped del alma!
¿Qué hacer para que el Espíritu Santo se sienta a gusto en y con nosotros? Ante
todo intimar con Él. Luego ponernos por entero a su disposición (Ef 4,30), siendo
dóciles a sus inspiraciones, como lo fueron Jesús y María y lo han sido todos los
santos. Sobre todo en estas tres tareas, que tienen que ver con Jesús y su misión:
1. Hacernos cada día mejores cristianos (= discípulos misioneros del Señor) (Jn 14,
26; 16,13). 2. Reivindicar y glorificar a Jesucristo (Jn 15, 26; 16, 8-11); y 3. Poner
todas las cosas a los pies de Jesucristo (Jn 15, 27; Ef 1, 10). Según el evangelio de
hoy (Jn 20, 21-23), estas tres tareas implican vivir una vida cristiana en comunión
y misión con la Iglesia, como agente principal del Espíritu.
De las tres tareas, la que aquí y ahora más interesa e incumbe al Espíritu Santo, es
hacer cristianos de todos los hombres. Con Jesús como fuente y modelo, el Espíritu
Santo inspira, acompaña, ayuda y culmina la conversión a Cristo. Es su tarea, la
que desarrolla con el máximo respeto a la libertad de cada uno. Presentándonos a
Jesús como el modelo de ser humano querido por el Padre Dios, nos va tallando y
puliendo hasta que el parecido se note en nosotros. Para ello echa mano de cuanto
fue y nos dejó Jesús: su Palabra, su ejemplo de vida, los sacramentos, su Pasión-
Muerte y Resurrección… A nosotros nos corresponde colabor más con el Espíritu
Santo.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)