¡ ES NUESTRA HORA!
Padre Javier Leoz
Nunca, el mundo de hoy, se ha visto tan desbordado de gente avanzando o
caminando por las calles y, en contrapartida, nunca –como hoy- tantas personas se
sienten solas, atenazadas por el miedo por la falta de horizontes para seguir
adelante. Para muestra aquello que, recientemente ocurrió en Madrid cuando un
joven intent￳ suicidarse: “no encuentro sentido a mi vida, he hecho mucho da￱o;
estoy harto he pecado”. La presencia de un sacerdote, un seminarista y un
repartidor… evit￳ la tragedia. En cuántos momentos, por casualidad o sin
casualidad, podemos ser soplo que aliente, que recupere y anime a sentir el gusto
por la vida.
1.- La fiesta de Pentecostés es el gozo de toda la Iglesia. Su constitución, sus
cimientos, su vida. ¿Quién, sino el Espíritu, dinamiza, orienta, acota y alimenta todo
lo que ocurre en el interior de nuestra comunidad? ¿Qué todo no es bueno? ¿Que,
no todo, es santo? ¿No será que, sin querer o queriendo, ahogamos la voz del
Espíritu?
No estamos solos, la fuerza venida de lo alto EL ESPIRITU SANTO, viene sobre
nosotros desde distintas direcciones pero con un único objetivo: alentarnos hacia
Dios. Para ello, por supuesto, tendremos que levantar las antenas de las entrañas
(la oración) para acoger la voluntad del Espíritu. Las antenas del compromiso (la
caridad) para no desentendernos del mundo. Las antenas del asombro (la
contemplación) para gozar de tantas cosas que Dios nos regala. Las antenas de la
gratitud (la eucaristía) para sentirnos arropados por el manjar que es memorial de
la mayor pasión, muerte y resurrección ocurrida en la historia, por mano de Dios,
en el cuerpo de Cristo.
2.- La voz del Espíritu es ese gran regalo que Dios nos ofrece. Ha dejado de
caminar por la tierra y, el Señor, después de su Ascensión nos contagia con ese
entusiasmo que –en su periplo por la tierra- dejó a sus apóstoles. ¿Lo sentimos así?
¿Es el Espíritu Santo una fuente de vida en nuestra fe? ¿No os parece que sigue
siendo un gran desconocido cuando resulta ser el gran operante en todas nuestras
acciones pastorales?
3.- Hoy finaliza la Pascua pero, ahora, nos toca a nosotros dar los pasos necesarios
para que el Reino que anunció Jesús siga siendo algo vivo y dinámico en medio de
nuestra sociedad. Los brazos cruzados no son el mejor ejemplo ni la mejor manera
de colaborar con el Señor. Guiados por el Espíritu Santo dejaremos a un lado
miedos y dudas y nos lanzaremos sin reservas a cultivar nuestro tiempo. ¿Nuestro
tiempo? Sí; por supuesto. Es nuestra hora. El momento de dar razón de nuestra
esperanza, de nuestra fe y de nuestra alegría. ¿Cómo? Con nuestra entrega
persuasiva, entusiasta y permanentemente iluminada por la fuerza del Espíritu.
Demos gracias a Dios por ese gran protagonista en nuestra vida cristiana, en
nuestro quehacer eclesial, en nuestras reuniones, convocatorias y celebraciones: el
Espíritu Santo.
4.- ¡FELIZ PASCUA DE PENTECOSTES
¡GRACIAS, POR TU REGALO, SEÑOR!
Llegado del seno del cielo,
baja para ser sustento en nuestra debilidad
alegría en nuestras penas
luz en la oscuridad que nos invade.
Abriremos tu regalo, Señor,
y, entre nudos y embalajes,
dejaremos que salga la sorpresa divina:
¡VOZ DEL ESPIRITU!
¡ALETEO QUE CONTAGIA FRESCURA!
¡CONSEJOS Y DONES!
¡GRACIA Y TERNURA!
Necesitábamos, Señor, de tu presente.
Un regalo con alas de Espíritu
Un obsequio con la Fuerza de tu Persona
Un don que nos haga recuperar
hoy y siempre la sonrisa en nuestros rostros.
¡Gracias, Señor!
Porque, en el Espíritu Santo,
nos traes el color de la esperanza
el brillo de sus siete sagrados dones
el amor que nace en tu presencia
el ser que vive y habita en Ti.
¡Gracias, Señor!
Ayúdanos a descubrir este inmenso regalo;
que no nos quedemos en el envoltorio
que vayamos más al fondo
hacia aquel lugar donde, el Espíritu,
habla cuando se le escucha
protege, cuando nos ponemos bajo sus alas
fortalece, si nos encontramos débiles
levanta, si desfallecemos
anima, cuando la tristeza asoma
en las ventanas de nuestra existencia.
¡Gracias, Señor!
En Navidad, te hiciste regalo de amor
En Pascua, regalo de vida
En Pentecostés, soplo de aliento divino
Amén.